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4. El futuro no está escrito

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De todo esto, y de muchas cosas más, hablábamos en la casa de Isabel y Rafa, su marido, en Miraflores de la Sierra… antes de la pandemia. “Pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad” podría ser un buen resumen de esas charlas. En el caso de Isabel, más de lo último que de lo primero. No en vano ella es bastante más joven. Confío en que podamos recuperar pronto esos encuentros.

Desde el final de la segunda guerra mundial, el mundo no ha experimentado otro trance que haya alterado más radicalmente la vida cotidiana de las personas que la pandemia de Covid-19. Sus consecuencias profundas están todavía por verse. Nuestros elementos intelectuales de comprensión y análisis, tanto individuales como colectivos, tanto sobre nosotros mismos y como sobre nuestro modo de vida, han sido puestos en cuestión. La feroz batalla entre la ciencia y lo fake, que ha saltado a primer plano y dista de haber concluido, es una clara expresión de todo esto. Aunque el esfuerzo de buena parte de los medios de comunicación para separar la verdad de la mentira y el grano de la paja está siendo admirable, la fragilidad y el miedo nos hacen más vulnerables a la manipulación. No corren tiempos fáciles (¿cuáles lo fueron?) para quienes defendemos la preeminencia del bien común sobre los intereses particulares. Y de avariciosos y manipuladores andamos sobrados. Durante este periodo, alimentada sobre todo por la extrema derecha y por una parte de la derecha no tan extrema, en España se han batido récords de crispación política. Lo que, a su vez, ha dificultado tomar las decisiones adecuadas para afrontar la pandemia, ha desviado y desvía la atención de los problemas sociales y amenaza con deteriorar la convivencia. Nunca como ahora, el engaño y la mentira se han consolidado como una estrategia política.

Nada está garantizado. Ni siquiera que algunas de las lecciones más obvias de esta tragedia mundial (por ejemplo, que habitamos un solo planeta y somos interdependientes, la importancia de lo colectivo y de los cuidados, la necesidad de financiar la investigación y la ciencia, o la urgencia de fortalecer los servicios públicos, entre ellos los servicios de salud) sean por fin extraídas. O que, si lo son, tengan consecuencias positivas. Por el momento, la denominada geopolítica de las vacunas nos está dejando un nuevo y lamentable ejemplo de egoísmo de los países ricos y de postergación de los pobres. Lo que está ocurriendo en la India, el principal país productor mundial de vacunas e incapaz al mismo tiempo de vacunar a su población, y donde una nueva variante del coronavirus produce más de trescientos mil contagios y más de dos mil fallecimientos diarios, debería hacernos reflexionar. Esta pandemia nos está demostrando que nadie estará (razonablemente) seguro hasta que todos lo estemos.

Escribo este texto, con sensación de urgencia, un 25 de abril mientras en mi teléfono móvil suena la voz de José Alfonso entonando Grandola Vila Morena, el himno de la revolución de los claveles. José Alfonso murió olvidado y pobre, y muchos de los ideales de aquella revolución se marchitaron hace tiempo, pero el país donde triunfó es hoy mejor gracias a ella. Tal vez ese sea el único destino posible: mantener la antorcha encendida, pasársela a quienes nos sucederán. Bertold Brecht escribió una vez: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”. Como puede verse tampoco Brecht pudo librarse del sesgo de género. Pero basta con cambiar “hombres” por “personas” para que la idea gane fuerza al hacerse incluyente.

La buena noticia es que cada vez hay más personas así. El reto está en que trabajen juntas, como postuló Isaak Denisen, “sin esperanza ni desesperación”, de una forma cada vez más amplia y continuada, respetando su propia diversidad, en pro de un futuro mejor. Me atrevo a decir que, simplemente, para que haya un futuro pues, al menos desde el punto de vista de calentamiento global, hace tiempo que el reloj corre en nuestra contra. Probablemente de ahí proviene (y no solo de haber sobrepasado el plazo para entregar este texto) mi sensación de urgencia. De ahí, y de la inevitable constatación de que nos vamos haciendo mayores. En todo caso, el futuro no está escrito y al venir a este mundo nadie nos prometió nada. Hace rato aprendimos que el camino es la meta. Compartirlo con gente como Isabel ha sido y sigue siendo un privilegio.

1. Thomas Picketty. ¡Viva el socialismo! Deusto. Barcelona, 2021.

2. Un análisis del primer año de la pandemia puede verse en: Alberto Infante. Crónica del año de la pandemia. Nuevo Círculo de Lectores. Madrid, 2020.

3. Una muestra de la actividad de HelpAge-España sobre este tema puede verse en la página electrónica de la organización: www.helpage.org/spain/noticias/?page=15

4. Sobre esto puede verse: Manuel Rico. ¡Vergüenza! El escándalo de las residencias. Planeta. Barcelona, 2021.

Una arquitecta del cambio social desde el activismo y las políticas públicas. Testimonios de rutas compartidas con Isabel Martínez Lozano

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