Читать книгу Una arquitecta del cambio social desde el activismo y las políticas públicas. Testimonios de rutas compartidas con Isabel Martínez Lozano - Rafael de Lorenzo García - Страница 52

La pandemia de Covid-19 ha hecho aflorar muchas de las tensiones prexistentes y ha puesto en evidencia la mayoría de los modelos de gobernanza. Mientras China y algunos países asiáticos vecinos (incluidos Australia y Nueva Zelanda), probablemente alertados por las experiencias de epidemias anteriores, reaccionaron con rapidez y de forma enérgica para hacer frente al virus, en casi toda Europa y en América se pecó de arrogancia, lentitud y falta de contundencia. Unos rasgos que, con honrosas excepciones, se han mantenido durante gran parte de la pandemia y en buena medida lastran todavía nuestras decisiones2. A partir de junio pasado, en Europa decidimos “convivir con el virus” de un modo que, con frecuencia ha significado “olvidarse del virus”, tomando las inevitables medidas restrictivas tarde y de forma titubeante, y levantándolas prematuramente. En España hemos sufrido cuatro oleadas (y hemos empezado la quinta) y seguimos casi igual. Entre nosotros, hay dirigentes políticos que alardean de haber defendido la “libertad” (supongo que se refieren a la libertad de contagiar) frente a la supuesta “dictadura” de unas restricciones que solo unos pocos desnortados se atreven a dudar de que salvan vidas.

Desde el origen de los tiempos, los ricos y poderosos han aprendido a mantener sus privilegios ejerciendo la violencia y el engaño, instilando el odio y promoviendo el enfrentamiento entre los más necesitados o golpeados por los cambios. E incluso la adhesión de una parte de ellos. Lo hemos visto en el pasado y lo vemos también hoy, recientemente incluso en la democracia más poderosa de la Tierra. Lo estamos viendo también en Europa donde el populismo reaccionario avanza desde hace años. Lo que antes se ocultaba o tardaba en saberse, se televisa hoy en vivo y en directo. Sin embargo, más información no necesariamente significa mejor conocimiento. La sobreabundancia de información a menudo desconcierta y aturde. Los hechos se devalúan y las tragedias se banalizan. Además, la tiranía de la última hora, del minuto presente, amenaza con borrar las lecciones de la Historia, hasta de la más cercana. De esa forma se dificulta la reflexión y se fomenta una cierta amnesia colectiva, que es otra de las armas más eficaces de los poderosos. Como también lo son, la sensación de fragilidad individual y el miedo a los cambios, a las incertidumbres derivadas de las crisis, a lo desconocido. La pandemia del último año y medio nos ha proporcionado (y me temo que lo seguirá haciendo durante algún tiempo) numerosos ejemplos.