Читать книгу Una arquitecta del cambio social desde el activismo y las políticas públicas. Testimonios de rutas compartidas con Isabel Martínez Lozano - Rafael de Lorenzo García - Страница 48
7. Conclusión: el pueblo nacional-populista
ОглавлениеComo consecuencia de todo lo anterior, el nacional-populismo de derecha dibuja una concepción del pueblo que, siguiendo a Jan-Werner Müller, se caracteriza porque “junto a su antielitismo, los populistas son siempre antipluralistas […] reclaman que ellos y solo ellos representan al pueblo”56.
La oposición del pueblo compacto a una supuesta elite igualmente compacta y monolítica (corrupta, depredadora, incompetente, etc.) de poder, ocupa un punto central en la retórica populista. Es el primero de los dos pasos de la lógica y la retórica populista sobre el pueblo. Muy explícitamente, Donald Trump no ha dejado de señalarlo: “El único antídoto a décadas de ruinoso gobierno por un pequeño grupo de la élite es una completa inmersión en la voluntad popular. En cada asunto importante de este país, el pueblo tiene razón y la elite gobernante se equivoca”57.
El segundo paso será señalar que el único representante de ese pueblo puro y salvífico es él mismo, el líder o el movimiento. Que los líderes populistas reclaman para sí el monopolio de la representación del pueblo ha encontrado una expresión ya popularizada en la frase del presidente Turco Recep Tayyip Erdogan “nosotros somos el pueblo, ¿quiénes sois vosotros?”. Fórmulas similares son habituales en todos los líderes nacional-populistas. Así, por ejemplo, Orban refiriéndose a la progubernamental “marcha por la paz”: “El pueblo defendió nuestra soberanía nacional contra el mundo financiero internacional, los burócratas de Bruselas y las grandes compañías internacionales”58. Nigel Farage celebró el referéndum del brexit como una “victoria del pueblo real”, lo que obviamente significa que el 48% del electorado británico que voto por la permanencia en la UE no forma parte de ese pueblo. Mientras, Marine Le Pen hizo toda su campaña atacando a “las elites globalistas” bajo el eslogan “en el nombre del pueblo”. Norbert Hofer, el líder del Partido de la Libertad austriaco apuntaba que su rival tenía el apoyo de la “alta sociedad” mientras que él tenía el del “pueblo real”. Más claro aún en esa identificación del pueblo y el líder y en su oposición a una elite corrupta gobernante es Trump: “lo único importante es la unidad del pueblo, porque la otra gente no significa nada […] yo soy vuestra voz […] la pregunta es quién queréis que os gobierne, la clase política corrupta o la gente”59. No le hace falta especificar el implícito, con resonancias del Rey Sol, de “la gente [el pueblo] soy yo”.
Es una línea argumental que tiene éxito porque cae en un suelo fértil abonado por la desconfianza ante el establishment en un momento en el que el relato económico liberal, expresado en el “sueño americano” o la idea de que si te esfuerzas y trabajas duro podrás salir adelante, se encuentra en entredicho. A comienzos de 2016, una encuesta de NBC/Esquire preguntaba expresamente por ello, el resultado fue que el 52% de los estadounidenses creían que la idea del sueño americano de que “si trabajas duro, saldrás adelante” fue verdad en otro tiempo, pero ya no lo es60. En la misma línea apuntaba un estudio realizado por CNN y que indicaba que el 71% de los americanos cree que la economía está “amañada” en beneficio de las elites y los que más tienen61. La misma pregunta realizada por el Institute for Advanced Studies in Culture sube algo la cifra hasta 73%. En ese mismo estudio del IASC62, se observa que una mayoría de estadounidenses considera que, a los líderes políticos, de las corporaciones, los medios o las universidades les importa poco la vida de la mayoría de los americanos (62%), que quienes tienen más éxito están más preocupados por su propio interés que por el interés general (62%), y que Wall Street y las grandes empresas obtienen beneficios a expensas del americano medio (84%). Es una opinión compartida a ambos lados del atlántico. Una clara mayoría de los encuestados por Pew Research –superior al 60%– considera, tanto en EEUU como en Reino Unido, que el sistema económico favorece a unos pocos privilegiados y no es justo con la mayoría de los ciudadanos63.
El elemento esencial es, una vez más, que la concepción que del pueblo tiene el populismo de la derecha radical niega el pluralismo de nuestra sociedad y se apropia de ese resentimiento para introducir su mensaje64: solo hay un pueblo, homogéneo y unificado, frente a una elite usurpadora. Solo hay un representante de ese pueblo, el líder populista o su movimiento. Y solo hay un camino, el de la confrontación del pueblo sano contra la élite corrupta: “lo único que puede frenar a esta máquina de corrupción sois vosotros, la única fuerza suficientemente fuerte para salvar el país somos nosotros. El único pueblo con el valor necesario para echar a este establishment corrupto sois vosotros, el pueblo americano”65. Algo parecido hace Marine Le Pen, que pide que las elecciones sean una revuelta del pueblo, de “la Francia de los olvidados, de los abandonados que las elites simulan no ver”. Orban: “El pueblo de Hungría ha sido el artífice de esta verdadera revolución”66. Farage clama, cuando su partido finalmente empieza a despegar en las encuestas, contra “los trianguladores. Los políticos entre los que no hay diferencias. Los que no se atreven a decir lo que piensan”67.
Pero el populismo niega la visión liberal-pluralista en un sentido más profundo. Acabar con la distancia y el tiempo que separa a los ciudadanos de la política es el mantra que repite una y otra vez, pero la promesa de una “democracia real” se diluye cada vez más en democracia en tiempo real. De la política (liberal-democrática) mediada por instituciones, leyes y representantes elegidos, pasamos a la política mediatizada en la que el tiempo se mide en cortes de 10 segundos y el espacio por lo que cabe en un titular, un tuit o un post. Trump es muy claro en señalar, en su confrontación con los medios de comunicación [fake news], que él mantiene una relación directa y sin mediaciones con el pueblo a través de las redes sociales. Wilders, por su parte ha constituido un partido literalmente de un solo militante, él mismo, no hay celebración de congresos ni elección de cargos, solo una relación directa de Wilders con sus militantes a través de las redes sociales.
También aquí las nuevas formas de esta política virtual sin mediaciones caen en un terreno fértil. Los datos de Pew Research muestran que, en EEUU, más del 60% de la población accede a las noticias a través de las redes sociales. También indican que cada uno se concentra, por afinidad ideológica, en un grupo de personas, blogs y medios que considera “de confianza”, mientras que recela y apenas accede a otras fuentes de información. En esos hubs digitales, en esas “cámaras de resonancia” política, la opinión del 20% más implicado marca la pauta68, y ocurre que ese porcentaje más activo suele ser el más extremista.
Lejos de suponer terrenos de apertura al pluralismo, al encuentro con lo diferente, las redes sociales se convierten así en verdaderos viveros de sesgos de confirmación que, como han mostrado los trabajos de Khaneman, Westen, Taber y Lodge, no generan espacios públicos de deliberación sino de polarización. En ese entorno político digital, el extremismo se interpreta como autenticidad, el diálogo como debilidad, el acuerdo como traición. No es el ciudadano reflexivo ni la deliberación lo que más abunda ahí, es el troll.
Conservadores que siguen blogs conservadores y solo hablan con conservadores, progresistas que siguen blogs progresistas y solo hablan con progresistas. Las mismas redes sociales que nos permiten superar la distancia y el tiempo entre representantes y representados, acaban creando guetos identitarios. Paradójicamente, los propios medios de comunicación tradicionales acaban sucumbiendo a la inmediatez que amenaza con dejarlos obsoletos. Cuando contrastar los hechos se convierte en un anacronismo, el artículo de fondo es un reto, el reportaje una heroicidad. Incluso los hechos contrastados pierden su efecto –más del 40% de los conservadores estadounidenses aún creen que Obama es musulmán– entre la cacofonía de quienes ya no creen lo que ven, sino que solo ven aquello en lo que creen.
Y ese, el del escepticismo ante los medios tradicionales y de las “firmas de autoridad”, es el terreno en el que los líderes populistas contraponen, también aquí, el pueblo al conocimiento experto: “estamos hartos de los expertos”, decía Michael Gove en la campaña del brexit69; “los expertos son terribles, miren el lío en el que estamos metidos con todos estos expertos” abundaba Donald Trump desde EEUU70.
Tampoco la política institucional escapa al efecto de este nuevo tiempo. Del mismo modo que es la distancia mediada de la ley –entre el juez y el acusado, entre el poder legislativo y el judicial, entre la instrucción y el juicio– lo que impide la arbitrariedad en la justicia; es la distancia mediada –entre las palabras y los titulares, entre las propuestas y los focos– lo que permite la negociación, la reflexión y la deliberación en la política.
Es la mediación de la puerta cerrada lo que abre el espacio para la confrontación de argumentos o intereses y la negociación. Quien abre esa puerta sabe que está cerrando el terreno del encuentro y tirando la posibilidad de la concertación por la ventana. El espacio del diálogo lo ocupará entonces la declaración, el corte, el gesto. Cuando el antagonismo –que necesariamente define la política– lo ocupa todo, la gobernabilidad se resiente y se achica y es en ese espacio en el que, con la promesa de abolir el tiempo de la vieja política y devolver al pueblo el poder, asciende la extrema derecha populista.
Un populismo que no es tanto la causa como la consecuencia y el alumno aventajado de ese nuevo tiempo en el que se mueve como pez en el agua. Un tiempo sin mediaciones que prometiendo superar distancias, acaba abriendo brechas. En la economía política del sí o no, de la mano alzada y el referéndum lo que tú ganas yo lo pierdo. Sí o no, se promete más participación, pero se elimina de un plumazo la opinión de la mitad de los ciudadanos. Sí o no, se tuitea más, pero se dialoga, se compromete y se suma menos.
Ese es reverso del nuevo tiempo al que llama la extrema derecha antipluralista: más allá de aspavientos y gestos, lo que se proclama horizontal acaba siendo vertical; a la mano alzada, la sustituye el ordeno y mando; a la deliberación, la sumisión o el asentimiento; al pueblo, el líder y el movimiento que dicen representarlo.
Jorge Guillen escribió que “cuando se pierde la esperanza, uno se vuelve reaccionario”. Hoy el pesimismo y la nostalgia avanzan y con ellos un nacional-populismo que, en las últimas dos décadas, ha duplicado electoralmente sus resultados.
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5. The Washington Post, 12 de octubre de 2016.
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19. Ipsos-Mori, Game Changers, 15 de noviembre de 2016. Los países analizados son: Reino Unido, Argentina, Australia, Bélgica, Brasil, Canadá, China, France, Gran Bretaña, Alemania, Hungría, India, Israel, Italia, Japón, México, Polonia, Perú, Rusia, Arabia Saudí, Sudáfrica, Corea del Sur, España, Suecia, Turquía y Estados Unidos.
20. Gallup, Satisfaction with the United States, 5 de octubre de 2016.
21. Rubio, D., op. cit.
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23. “Estoy aquí para hablaros de devolver la seguridad a América […] los americanos no se sienten seguros. Temen por sus hijos, temen por ellos mismos. Temen por nuestros oficiales de policía, que están señalados con una diana. Es el momento de devolver la seguridad a América tal y como hizo el Presidente con el que trabajé, Ronald Reagan”, 14 de noviembre de 2015.
24. Le Monde, 14 de noviembre de 2015.
25. Pew Research, database, 2015.
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31. Milanovic, B., Global Inequality, Harvard University Press, Cambridge, 2016.
32. También hay otros datos. Son los que esgrimen los defensores de la globalización. Datos que muestran que la globalización económica ha producido una riqueza sin precedentes. A nivel global, y según datos del Banco Mundial, desde 1960 el Producto Interior Bruto per Cápita se ha multiplicado por 2.5 y Las economías occidentales nunca han sido tan ricas como en este momento. EEUU Recuperó el nivel anterior a la crisis en 2012 y hoy su PIB per cápita es diez veces más que en 1960. La esperanza de vida global ha aumentado en casi dos décadas. En un artículo reciente dos investigadores del Banco de Inglaterra y del FMI, Tomas Hellebrandt y Paolo Mauro, muestran el balance de la globalización en aumento de la prosperidad y descenso de la pobreza: entre 2003 y 2013, el nivel de ingresos del 10% más pobre a escala global ha pasado de 260$ a 480$, el ingreso medio casi se ha duplicado pasando desde los 1.100$ hasta los 2010$. Paralelamente, el porcentaje de población mundial que vive en la extrema pobreza ha caído del 25% en 2002 al 11% en 2013.
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43. A: clase media alta. B: Clase media. C1: clase media baja. C2: clase trabajadora cualificada. D: clase trabajadora. E: no trabaja.
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