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Introducción Un Caribe transdisciplinario: aportes para el estudio de la región

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Antonino Vidal Ortega y Margaret Shrimpton Masson

El Gran Caribe, como objeto de estudio, es concebido como una región geohistórica conformada por las Antillas mayores y menores y todo el litoral norte de Sudamérica y de América Central hasta la península de Yucatán, puerta de entrada, esta última, al golfo de México. Una región cultural, amalgamada por complejos procesos históricos, políticos y culturales de larga duración, originados desde la época preoccidental, que dieron como resultado una sucesiva transformación tanto del concepto de la región Caribe, como de “lo caribe” o la “caribeñidad”; en el transcurso de estos cambios, se produjo una enorme cantidad de conocimiento, referentes simbólicos e ideas, tanto desde dentro como desde fuera de la región. Siempre fue, y aún hoy lo sigue siendo, un espacio de encuentros y desencuentros, de fusiones e hibrideces, de procesos inestables y desiguales, y de ritmos sincopados, como lo atestigua la enorme riqueza y diversidad de la cultura de sus pueblos.

Lo acompaña una historia de dominaciones imperiales que fragmentó sus pueblos —que, a la vez, siempre se mantuvieron conectados por el mar (e incluso por rutas hacia los espacios interiores)— hasta la aparición del avión en el siglo XX. No obstante, como lo sabe cualquier viajero del área, a pesar de esta apariencia de conectividad aérea, se mantienen en la región las enormes dificultades de desplazamiento entre áreas que fueron alguna vez pertenencias de diferentes imperios.

Durante la Edad Moderna fue una región enlazada por el mercantilismo, primero, y el libre comercio, después, que tejió un universo de relaciones a través del comercio y sus urgencias, como lo demuestran los idiomas surgidos de esta actividad (pidgin, patois, creole). Sin embargo, tras la llegada de las revoluciones liberales atlánticas, su proyecto político uniformizado saltó nuevamente en mil pedazos, separando los destinos del Caribe continental del insular; sin llegar a cortar las conexiones marítimas, dibujó fronteras imaginarias que empezaron a distanciar a sus habitantes en ficticias identidades políticas imaginadas, como observamos aún hoy en las fronteras contemporáneas. Se evidencia, así, una dinámica de conexión y desconexión, de fragmentación y unidad, y de rutas que atraviesan la región por caminos que, a veces, zigzaguean, o que se suman a la condición de caminos “submarinos”, caracterizada en la obra de poetas e intelectuales como Kamau Brathwaite o Édouard Glissant.

El proyecto político de construcción de los Estados nación compartimentó los litorales costeros y los volcó hacia el interior del continente en diversos procesos políticos durante un largo y convulso siglo XIX, lleno de conflictos civiles que tiñeron de sangre la tierra americana. Ejemplo de ello fue el fracaso del proyecto político de Simón Bolívar, al intentar construir la Gran Colombia, o el de las Provincias Unidas de Centroamérica, que quebró la cintura del continente. Mientras tanto, el modelo monoexportador y dependiente de las islas derivó hacia un proceso político bien diferente, que enfocó su esfuerzo en una mayor participación política de lo criollo en las instituciones de gobiernos coloniales y en un intento por abolir la cruel, anacrónica —y cada vez menos rentable, en términos económicos— institución de la esclavitud, sin hacer mucho aún por construir naciones (salvo la excepción de Haití, tras su revolución negra) y sin cortar sus lazos con las metrópolis. Dos destinos diferentes para una vecindad que separó sus caminos.

La concepción racial y el determinismo geográfico del siglo XIX, que proclamaba la superioridad de lo blanco, vio en las costas litorales —territorios ardientes, de mayoría de población afrodescendiente, indo-oriental, indígena o mestiza— una degeneración racial: estos sujetos fueron intencionalmente excluidos y silenciados de los relatos nacionales. Ahora bien, cuando las garras del capitalismo depredador de las plantaciones de azúcar, banano y henequén demandaron nuevamente mano de obra para las cosechas, fueron devueltos a condiciones laborales infames hasta el crack de 1929; recordemos, como ejemplo, la llegada de los coolies chinos a América, en general, y al Caribe, en particular. Los avances industriales de las potencias dominantes iniciaron el desarrollo de grandes obras de infraestructura como el canal de Panamá, la construcción de ferrocarriles y la extensión del telégrafo, que acortaron las distancias del mundo al tiempo que intensificaron los flujos de población al interior de la región. Chinos, asiáticos y descendientes de esclavizados, abandonados a su suerte tras el fin de la esclavitud, circularon de las islas al continente y viceversa, mezclando aún más sus pueblos, costumbres, creencias y formas de vida.

No es fácil estudiar una región que soportó, durante el largo siglo XX, revoluciones y guerras, que provocaron desencuentros y tensiones alimentadas por las disputas ideológicas y muchos intereses a la hora de intentar comprenderla e interpretarla, habiendo excesos desde todas las partes. Ahora en el siglo XXI, reconociendo la necesidad de cambiar los relatos nacionales e ideologizados del pasado, de comprender y valorar la riqueza cultural, histórica y artística, sentimos la necesidad de aplicar la transdisciplinariedad para mirar el Caribe de una forma más actual, reconociendo sus particularidades y múltiples expresiones, y tratando de ir más allá del simple conocimiento de las disciplinas especializadas, haciendo de la suma de todas ellas un aporte más complejo e innovador para su entendimiento. Entendemos, como sostiene en su propuesta de la geopoética como disciplina productora de conocimiento la investigadora Margarita Vargas, que la transdisciplinariedad es cada vez más necesaria en las propuestas actuales de enseñanza-aprendizaje y que necesitamos, cada vez más, crear metodologías y herramientas de análisis transdisciplinares que puedan suponer cambios en los paradigmas analíticos y en el posicionamiento de fronteras y márgenes, de las distintas formas de producir conocimiento, que faciliten el diálogo entre todas ellas.

Es a partir de estas interrogaciones que se desarrolla el proyecto de investigación del que surgió este libro. Si bien el proyecto se planteó a partir de un corpus afín a los estudios literarios, los caminos de abordaje fueron necesariamente transdisciplinarios. La identificación de patrones de insularidad, que parecen repetirse a través de la zona continental, permite comprender las maneras en que los espacios del Caribe continental se articulan con los otros territorios insulares y, además, con sus “otros” contextos nacionales/regionales/continentales, exponiéndose, además, las interconexiones transfronterizas, translingüísticas, y los múltiples nexos identitarios que surgen.

Así, es importante reconocer que una zona que se caracteriza por la heterogeneidad lingüística (maya, wayuunaiki, español, inglés, francés, neerlandés, creole), espacial y transfronteriza, resulta demasiado amplia para comprenderse solitariamente; esta investigación es un trabajo en equipo que ha buscado retroalimentarse a través de la inter y la transdisciplinariedad. La mirada transdisciplinar ofrece no solamente una metodología distinta, sino también un paradigma alterno para representar el área Caribe: uno que privilegia espacios fronterizos porosos y visibiliza las voces de otras historias identitarias, al confrontar y dialogar desde y a propósito de las diferencias disciplinares.

El proyecto “Representaciones literarias de insularidad en escritores de Yucatán, Belice y Guyana. Hacia un modelo para el Caribe continental”, financiado por Conacyt (CB257673) y liderado desde la Universidad Autónoma de Yucatán, México, ayudó a acercar, por más de tres años, una sólida y experimentada red de investigadores internacionales con un mismo objeto de estudio: el Caribe. Se consolidan, así, varios años de trabajo de mano de investigadores en diversos lugares del Caribe no-insular; los sitios de discusión transdisciplinarios en donde se forjó este libro han surgido, en particular, de las colaboraciones desde el Caribe mexicano, el Caribe peninsular en Yucatán, el Caribe colombiano y el Caribe chicano.

El grupo de trabajo incorpora historiadores y geógrafos, además de estudiosos de la literatura y los estudios culturales, que contribuyen a la discusión del área desde la especificidad de su contexto. Con el apoyo de la Beca de Ciencias Básicas (Conacyt-México) ha sido posible consolidar este grupo de investigadores, facilitando la participación constante de los integrantes en seminarios y congresos, en publicaciones colectivas situadas en importantes revistas de la región (en español e inglés), y en diálogos y conferencias, aportando también a diversos programas académicos tanto de licenciatura como de posgrado; hoy en día, mientras elaboramos este texto durante la pandemia del coronavirus, todo esto se realiza cada vez más, y de manera muy efectiva, por medio de las TIC.

Es pertinente destacar el seminario “El Caribe. Visiones históricas de la región”, dirigido durante más de quince años por la Dra. Laura Muñoz Mata (Instituto Mora, México), el cual ha sido el primer sitio de diálogo de los investigadores participantes e importante antecedente al seminario permanente “Estudios sobre el Caribe: perspectivas transdisciplinarias” que se reunió cada mes, de 2017 a 2020, en espacios interinstitucionales en Yucatán, y que ha fungido como laboratorio transdisciplinario e interactivo. Las conferencias presentadas se encuentran en el sitio de YouTube “Caribe Transdisciplinario”.

Una meta adicional para este proyecto ha sido apoyar la formación de un grupo de jóvenes investigadores que realizaron sus tesis de licenciatura en el marco de este proyecto y quienes serán las próximas voces de innovación en esta área de estudios. Dos de ellos trabajaron con corpus literarios que impactaron directamente en el abordaje de la península de Yucatán, en tesis que exploraron la literatura de Cancún (Brito, 2019) y Cozumel (Valdés, 2020)2; otros dos abrieron la discusión hacia el área continental del sur de Estados Unidos y la Guajira colombiana, lo que permitió profundizar en los sistemas de representaciones de insularidad en otros espacios continentales (García, 2018; Arroyo, 2018)3. Por otro lado, otras cuatro tesis de este grupo de jóvenes investigadores, si bien tomaron como objeto de estudio a las literaturas del Caribe insular-antillano y no continental, aportaron un trabajo metodológico y conceptual que dialogaba con las diferentes aristas de las discusiones sobre insularidad, fronteras y representación en el área (Barradas, 2016; Can, 2017; Ortiz, 2018; Argáez, 2020)4. Tres de estos investigadores participan con capítulos en este libro.

Los ensayos incluidos en Desde otros Caribes: fronteras, poéticas e identidades se organizan en dos secciones con la finalidad de, por un lado, trazar la articulación constante (y diferenciada) entre islas y continentes, y, por otro lado, visibilizar las rutas y dinámicas hacia el interior de los espacios, así como de crear sitios de interacción transfronterizos. La primera sección se titula “Islas y continentes: circulaciones materiales e inmateriales” e incluye ocho ensayos que mapean un espacio Caribe que define los patrones y las rutas que atraviesan el área. La segunda sección, “Al interior del espacio Caribe: diálogos transfronterizos”, incluye siete ensayos que hacen hincapié en los procesos culturales e identitarios que contribuyen a generar narraciones desde los espacios al interior de las islas (continentales o antillanos) y que marcan procesos de conexión entre costas, manglares y selvas. Así, se crean diálogos transfronterizos que sitúan el rol del área continental y su vinculación en relación con las experiencias de vida de las comunidades insulares y diaspóricas.

La sección “Islas y continentes: circulaciones materiales e inmateriales” inicia con el texto de Antonino Vidal Ortega, “Redes autoorganizadas y agentes comerciales en las franjas de la Mosquitia y Yucatán durante los siglos XVII y XVIII”, que introduce una conceptualización del espacio Caribe desde la participación de los agentes comerciales y los habitantes locales en la zona que une la costa Mosquitia con Yucatán. El segundo capítulo, “Los paisajes de la narración. Visiones sobre la península de Yucatán (1786-1899)”, de Ana Elvira Cervera Molina, y el tercero, “La frontera colonial en Yucatán, siglo XVI-XVIII: entre la fluidez y la fluctuación”, de David Anuar González Vázquez, profundizan, para el caso específico de Yucatán, en la dimensión de una frontera porosa e, incluso, en el proceso de formarse a partir de la negociación. Desde los estudios culturales y la historia, respectivamente, ambos capítulos exploran estas posibilidades de fronterización en los albores de la definición fija de las fronteras que acompaña la delimitación de las naciones en el siglo XIX.

Los siguientes dos capítulos, “Campeche en el Circuncaribe. Esclavos como agentes de vinculación”, de Jorge Victoria Ojeda, y “El factor propiedad en la Independencia: exclusión, venta de esclavos y libertad en la Yucatán posindependiente”, de Daniel Can Caballero, abordan la circulación material en el área Caribe desde la óptica de la venta de esclavos. Centrándose en el puerto de Campeche, el estudio de Jorge Victoria aporta valiosa información sobre la actividad comercial del puerto, mostrando su rol no solamente como receptor de esclavos, sino también como exportador, instando así otro ejemplo —como en el primer capítulo de este libro— de la circulación y vinculación entre diversas zonas del Caribe continental e insular, visibilizando a Campeche como puerto activo y no periférico, y trazando rutas con los mercados interiores en Mérida, así como con los mercados antillanos. Por su parte, Can Caballero centra su análisis del sujeto esclavo en el contexto de las políticas de libertad e igualdad de la recién independiente nación mexicana. En diálogo con el capítulo anterior, el autor precisa la especificidad del caso yucateco, marcando la heterogeneidad de las prácticas a nivel nacional. Se ponen de manifiesto las prioridades de la nueva clase política, con “una libertad e igualdad diferenciadas”, y el desplazamiento del origen africano a favor de su identificación como valor comercial.

En el capítulo “El movimiento insurgente en el Caribe yucateco. Indicios, enfoques y perspectivas analíticas”, Luis Ángel Mezeta Canul indaga sobre la influencia de las revoluciones hispánicas y el movimiento insurgente y contrainsurgente en la península de Yucatán, desde la perspectiva de los estudios caribeños y la historia atlántica. Aporta una discusión profunda de las conceptualizaciones del Caribe como región, haciendo hincapié en una caribeñidad cambiante en el tiempo, así como en la importancia de una lectura de Yucatán como espacio caribeño. Para el tiempo de la Independencia, su lectura le permite trazar las redes marítimas en la zona y el rol del pueblo maya en las insurgencias en la región Caribe, marcando las pautas de una presencia peninsular en el Circuncaribe.

Desde el archipiélago de San Andrés, Raúl Román Romero y Vanesa Niño de Villeros contribuyen con el capítulo “La fronterización de Colombia en el Caribe. La incorporación del archipiélago de San Andrés y Providencia (1886-1936)”. Su investigación evidencia los procesos de incorporación de San Andrés, Providencia y Santa Catalina a Colombia desde 1886, en busca de afianzar la idea de nación. Los procesos de fronterización construyen narrativas y visiones inferiorizantes para justificar la subordinación de quienes habitan en el territorio, mediante formas de dominación simbólica, cultural y política. En este sentido, este capítulo dialoga con procesos similares en otras áreas del Caribe continental (como en Yucatán o en las diásporas), donde los procesos identitarios regionales y microrregionales desafían la narrativa nacional.

El capítulo que cierra esta primera sección es “Cartografiando traspaíses del Caribe continental: turismo comunitario, redes colaborativas e identidades”, del geógrafo Samuel Jouault. Centrándose en el turismo de las sociedades locales y la confrontación de estos colectivos con intereses gubernamentales, Jouault expone los posibles sitios de construcción identitaria que se negocian desde las prácticas comunitarias. Con estudios de caso en el traspaís yucateco y en la Bahía de Tela, Honduras, los cuales trazan paralelos fascinantes en estas dos zonas del Caribe continental (la presencia de pueblos originarios, la presencia de macroproyectos turísticos con desarrollo explosivo que amenaza los territorios, entre otros), Jouault pone en evidencia los continuos desalojos que enfrentan las comunidades. Los proyectos de turismo local se construyen como sitios que posibilitan una autonomía local y que son una oportunidad para frenar la destrucción de saberes culturales, lingüísticos y medioambientales.

Si la primera sección de esta colección de ensayos aborda, a grandes rasgos, las des/articulaciones entre islas y continente, focalizando en relaciones socioeconómicas e históricas, la segunda sección considera experiencias cotidianas al interior de las regiones, las tensiones y paradojas en el seno de la construcción identitaria en zonas que configuran identidades nacionales en conflicto con su propia heterogeneidad regional, y propone una poética transfronteriza que permite discutir las representaciones identitarias del área.

El primer capítulo de esta sección es “Representaciones literarias en el Caribe continental. Interrogando la insularidad en la península de Yucatán”, de Margaret Shrimpton Masson. Este trabajo propone, en primer lugar, un modelo teórico metodológico para al abordaje del Caribe continental a partir del concepto de insularidad. En la segunda parte del capítulo se evidencian y analizan representaciones literarias de escritores comunitarios, que discuten aspectos del aislamiento-conectividad insular, en los espacios interiores, a espaldas del mar, reconfigurando un paisaje de selvas, manglares y salinas, en vez de playas, sol y “turismo-todo-incluido”.

Los siguientes dos capítulos focalizan la mirada desde el continente hacia las islas. Ambos trabajos exploran acciones diplomáticas y evidencian las complejas narraciones sobre la región desde la geopolítica. El estudio de Wilson Enrique Genao, “Vientos de guerra. Estados Unidos y Alemania en el escenario geopolítico del Caribe insular (1898-1919)”, pone de manifiesto las elaboradas coreografías diplomáticas de dos poderes ajenos a la región que buscan abrir camino en el Caribe, creando estrategias confrontacionales. En este contexto geopolítico, se perfila el rol de Alemania en la región y la amenaza que este significó para EE. UU. durante las primeras décadas del siglo XX. El capítulo siguiente, “Murder in the tropics. La participación de México frente al conflicto fronterizo dominico-haitiano de 1937”, de Laura Muñoz Mata, examina la participación mexicana en la búsqueda de una solución al conflicto entre Haití y la República Dominicana, que desborda en 1937 con la masacre de haitianos en la frontera entre las dos naciones. Muñoz propone que el cuerpo diplomático mexicano actuó desde sus intereses regionales (antes que desde lo nacional) al intentar limitar el alcance del conflicto.

Los dos capítulos que siguen están inmersos en los Caribes insulares y sudamericanos, al considerar una geopoética de los desastres naturales en textos literarios del Caribe francófono y poéticas identitarias colectivas en Guyana. Margarita Vargas Canales analiza un amplio corpus literario en francés y creole, en “Geopoética de una naturaleza devastada en el Caribe francófono”, en donde su análisis parte de una propuesta metodológica centrada en la transdisciplinariedad: el estudio en y desde la literatura de la precariedad, la ecología, la pobreza y los desastres naturales. La geopoética que resulta es intrínsecamente transdisciplinaria y aporta nuevos métodos y paradigmas para el abordaje de nuestra región.

Por su parte, en “Identidades colectivas: experiencia mítica y acto narrativo en The Ventriloquist’s Tale (1997)”, Susana Barradas explora la construcción de identidad en la novela de la escritora guyanesa Pauline Melville. Barradas argumenta que la novela de Melville existe como un sitio dinámico de producción de identidades y expone un tejido narrativo de patrones míticos y experiencias cotidianas desde donde se recupera la memoria cultural a través de un performance de arraigo y conectividad entre los diferentes actores. El capítulo expone y discute —como también sucede en los capítulos de Romero y Niño, Jouault, Mezeta y Shrimpton— la producción contestataria de identidades en zonas con una presencia de pueblos originarios que no se entienden a partir de las narrativas nacionales.

El capítulo de Adriana García Mendiola, “'En el fondo del caño hay un negrito': la plena del aislamiento”, vuelve al abordaje de las insularidades como dinámicas móviles. Si bien el texto se centra en una situación antillana, la conceptualización del aislamiento, en este caso urbano, y la visualización de microespacios insulares que se crean como resultado de procesos de migración y marginación, crean un diálogo con varios de los capítulos de este libro.

El capítulo final de este libro, “Caliban chicanizado”, de Tomás Ramos Rodríguez, conceptualiza la frontera como espacio performático y utiliza a Caliban y a la calibanización como marco para analizar los procesos de resistencia en las comunidades de la frontera norte, una diáspora caribeña-chicana. Este espacio fronterizo se vuelve un lugar de memoria transnacional al ser hogar de cada vez más migrantes del área Caribe. Al profundizar en las identidades y el sentido de pertenencia, encontramos nuevamente este proceso performático de raíz y rizoma, en esta frontera que es también puente entre lo caribeño y lo chicano.

Juntos, los quince capítulos de Desde otros Caribes. Fronteras, poéticas e identidades ponen en escena a “otros Caribes” en un performance dialógico y transdisciplinario que permite su discusión como actores en un espacio Caribe diverso e interrelacionado. Esta colección impacta en los estudios académicos del área al afirmar —y no cuestionar— un área Caribe que plantea nuevos diálogos hacia dentro y fuera del área, en un acto consciente de construcción de poéticas dinámicas, transdisciplinarias y transfronterizas. Lejos de ser una propuesta que amplía sin límites al área, el libro profundiza en las historias de arraigo que se comparten de manera performática en la región, las historias profundas de estos otros Caribes.

Santo Domingo y Mérida, noviembre 2020.

2. Ver: Brito Villanueva, G. (2019). Los usuarios y sus espacios: la fragmentación de la ciudad de Cancún vista desde su literatura (tesis de licenciatura). UADY; Valdéz Castillo, G. J. (2020). Memorias al Reencuentro: Panorama y catálogo de Cozumel y su literatura 1874-2019 (tesis de licenciatura). UADY.

3. Ver: García Mendiola, A. M. (2018). Denuncia, resistencia y marginación en el cuento “En el fondo del caño hay un negrito” y la película Beasts of the Southern Wild (tesis de licenciatura). UADY; Arroyo Méndez, F. A. (2018). La dehiscencia de América Latina: Horizontes expectativos en “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada” de Gabriel García Márquez (tesis de licenciatura). UADY.

4. Barradas Rosado, S. C. (2016). Pasear jardines es construir senderos: patrones de dialogismo textual en “El jardín de senderos que se bifurcan” (1942) desde los estudios de traducción (tesis de licenciatura). UADY. Can Caballero, D. A. (2017). Rumbo a una Identidad Oceánica: relatos de identidad a través del habla y el movimiento en cuatro cuentos puertorriqueños (tesis de licenciatura). UADY; Ortiz Tzuc, A. (2018). Los imaginarios nacionales en las identidades invisibilizadas de Puerto Rico en “La borinqueña” (tesis de licenciatura). UADY; Argáez Cáceres, A. I. (2020). El contrapunto en la fuga de La consagración de la primavera de Alejo Carpentier (Tesis de licenciatura). UADY.

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