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Presentación

Ricardo Gibu Shimabukuro y Ángel Xolocotzi Yáñez

Un famoso pasaje del libro III de las Helénicas de Jenofonte (2000: 92) refiere al tiempo como alethestaton, como “el más veraz”. Efectivamente, el tiempo desoculta, saca a la luz aquello que permanecía oculto. Séneca retomará ese punto al destacar el carácter descubridor o verdadero del tiempo. Sin embargo, relacionar el tiempo con la verdad no ha sido asunto sencillo en la tradición filosófica posterior. Por un lado, el tiempo fue colocado como aquello caracterizado por el fluir constante, mientras que la verdad estaba determinada no solo por su permanencia, sino por su unidad. ¿De qué manera podría atribuírsele al tiempo algo que le es completamente ajeno como la verdad? ¿Cómo puede siquiera pensarse que lo que más se escapa podría ser lo más verdadero?

Quizá en esto se anuncie aquello que posteriormente San Agustín (1979: 478-479) expresará en su tematización sobre el tiempo: si no nos preguntan, lo sabemos; pero, si nos preguntan, no sabemos qué responder. En efecto, en la vida cotidiana podemos apreciar la cercanía del tiempo con la verdad en una comprensión prefilosófica y pretemática, por ejemplo, cuando exclamamos que “las cosas por su peso caen” o que “el tiempo lo dirá todo”. Empero, la tradición filosófica desde Platón asumió ciertos parámetros que marcaron un abismo no solo entre la determinación de los conceptos filosóficos, sino también entre las diversas formas de aprensión de los fenómenos.

A pesar de la vasta tradición filosófica que encontramos a finales del siglo XIX, surge la posibilidad de una revisión del filosofar mismo ya no sobre la base de los diversos contenidos heredados, sino en la forma misma de hacer filosofía. Sabemos que esta revisión será determinante para la filosofía posterior y estará abanderada inicialmente por Edmund Husserl y posteriormente por Martin Heidegger. A pesar de las diferencias entre ambos pensadores, podemos sostener aquello que alguna vez confesó Husserl a Doron Cairns (1976: 9): “la fenomenología somos Heidegger y yo”. Lo planteado por ambos filósofos determinará, como sabemos, el ritmo de gran parte de la filosofía posterior.

La autocrítica filosófica llevada a cabo por la fenomenología posibilitó volver a ver aquellas relaciones abismales entre el fenómeno del tiempo y el fenómeno de la verdad –entre muchos otros–, y pensarlas sobre la base de una idea de experiencia de forma renovada. Un primer elemento para ello consistía en tomar como punto de partida la aprehensión del mundo en la vida a partir de la multiplicidad de modos de aparición. De esa forma, aquello que la vida prefilosófica ha mencionado y divulgado no es una cuestión insignificante, sino algo digno de ser pensado más allá de los esquemas metafísicos heredados. Tal ejercicio ha permitido refrescar el trabajo filosófico y abrir espacios de diálogo no solo con las ciencias y artes, sino con aquello experienciado de forma cotidiana no temática.

De esa forma, la cuestión del tiempo ha cobrado otro cariz al ser pensado no solo respecto de la verdad, sino en torno a asuntos que la tradición metafísica consideraba “inadecuados”. En este sentido, la presente publicación busca contribuir en diversas formas a la resignificación del fenómeno del tiempo a partir, por un lado, de diversos análisis sobre la base de lo trabajado tanto por Husserl como por Heidegger y, por otro lado, establecer puentes con otros fenómenos poco desplegados hasta el momento. Se trata, pues, de dos niveles de exposición que se entrelazan en las contribuciones del presente volumen.

El despliegue del tiempo a partir de fenómenos como la finitud, la muerte, la continuidad, la duración o la generación quizá no resulte enigmático para el lector. Tampoco podrán sorprender los capítulos que aborden la cuestión del tiempo respecto de la añoranza o el olvido, pero podría causar sorpresa el hecho de que el tiempo sea pensado en relación con el trabajo, la locura, la afectividad o la amistad, así como con la verdad, a lo cual hicimos referencia de entrada. La diversidad expositiva busca abrir horizontes no solo en torno a las temáticas, sino también por lo que se refiere a los autores de la propia tradición filosófica. De manera que el lector accederá a puntos de encuentro entre autores propios de la fenomenología y filósofos consagrados por la tradición como Spinoza, Marx o Bergson.

La propuesta para congregar las investigaciones que aquí se exponen ha sido guiada por el Cuerpo Académico “Fenomenología, hermenéutica y ontología” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Gracias a ello, el trabajo realizado desde hace más de una década y el presente volumen permiten consolidar la investigación filosófica con el rigor requerido. Los capítulos que aquí presentamos son indicadores de que los problemas filosóficos no son cuestiones ajenas a la vida en el mundo, sino que se nutren de ella y retornan a ella, como bien señalaban tanto Husserl como Heidegger en diversos textos y momentos. Y el hilo conductor de todo el libro es uno de los asuntos presentes en la vida cotidiana, tanto en su carácter filosófico como prefilosófico: el tiempo. Como ya indicamos, todas las contribuciones comparten la posibilidad de destacar uno u otro aspecto de él.

Agradecemos la disposición de los profesores investigadores para compartir sus respectivos trabajos y, de modo especial, a Viridiana Pérez Gómez por su valioso apoyo en la preparación de este libro y a Néstor Cortés Cuéllar por la revisión de gran parte de los capítulos. Finalmente quisiéramos agradecer las gestiones de las autoridades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla para poder contar con los apoyos respectivos que han logrado consolidar la investigación filosófica en la línea de fenomenología y hermenéutica en la que se inserta esta publicación.

Referencias bibliográficas

AGUSTÍN (1979), Las confesiones, Madrid, BAC.

CAIRNS, D. (1976), Conversations with Husserl and Fink, La Haya, Nijhoff.

JENOFONTE (2000), Helénicas, Madrid, Gredos.

La experiencia del tiempo

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