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Reflexiones sobre la nueva realidad que deviene del ASPO

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Para realizar estas reflexiones, partimos de la idea de que este tiempo de convivencia de toda la familia en el hogar produjo indudablemente una nueva socialización (resocialización).

Frente a la realidad objetiva de la presencia de una pandemia provocada por un virus causa de la covid-19, las medidas antes descriptas que tomó el gobierno argentino produjeron una realidad que objetivamente cambió todo tipo de normalidad. Ahora bien, no solo se modificaron las normas generales, sino que estas modificaron la realidad subjetiva de todos los habitantes de este país. Esto lo sostenemos por el hecho de que, como Peter Berger y Thomas Luckmann explican (2005), la realidad subjetiva se mantiene con rutinas internalizadas en la vida cotidiana. Estas rutinas constituyen la esencia de la institucionalización de las interacciones entre los actores sociales. Esto significa que lo que las personas hacen comúnmente en su vida habitual de manera rutinaria, por ejemplo estudiar, trabajar, horarios para comer o higienizase, etc., cobran sentido subjetivo en cada uno de los individuos de una sociedad.

La vida de las personas en su cotidianidad está afectada por lo que sucede en su mundo exterior. De ello surge que hay una relación dinámica y dialéctica, como resultado de un proceso social que va conformando una conciencia subjetiva individual, que no puede diferir demasiado de la realidad objetiva socialmente definida (Berger y Luckmann, 2005: 185). Esto significaría que hay una concordancia entre la realidad subjetiva y la objetiva que mantiene una normalidad social.

Para la gran mayoría de los estudiantes universitarios, la “normalidad” conformaba una rutina cotidiana entre la convivencia en el hogar con sus familiares y la vida como estudiantes universitarios en el ámbito de facultades con actores propios en cada uno de esos espacios. Es decir que existe una diferencia entre la subjetividad rutinizada e institucionalizada en el hogar y otra en el espacio universitario. En caso de que alguno de los estudiantes realizara otras actividades en otros campos, como por ejemplo el laboral, las acciones que esa esfera le demandara también conforman otro tipo de institucionalización con otro tipo de actores.

Pero la pandemia nos enfrentó a situaciones de crisis, donde las rutinas cambiaron. La sociedad misma establece procedimientos para situaciones de riesgo de ruptura de la realidad. El peligro es que la realidad subjetiva puede transformarse en diferentes grados. Si es que nunca es total, porque la identidad individual y social requiere de un ayer, el hoy tiene otro significado que requiere una resignificación. Por esto, afirmamos que de alguna manera se produjo en esta realidad actual un proceso de resocialización dentro del hogar (agentes socializadores primarios) y en las instituciones educativas, en este caso las universitarias (socialización secundaria).

Dentro del grupo familiar se produjo un cambio de expectativas vis à vis del individuo. Esto no significa que quienes desempeñan roles de padres-madres e hijos-hijas cambien nominalmente, pero sí en el espacio denominado “hogar”, donde de alguna manera cambió de significado. De ser el lugar en el que se realizaban las interacciones naturales de familia (desempeño de roles de esposos, padres, hijos y hermanos) pasó a ser, además de esto, el lugar de trabajo, estudio, actividades de esparcimiento, etc. Es decir que el espacio de convivencia se convirtió en multifuncional para todos los miembros de hogar. De esta manera, por ejemplo, el living se convirtió en oficina y lugar de esparcimiento, la cocina en lugar de encuentros familiares y estudio, el dormitorio en lugar de descanso, estudio, juegos y así en más cada lugar de la casa tomó otra función, otra identidad y, por supuesto, otra significación.

Mundos de interacción relacional de los actores sociales de la vida cotidiana precuarentena


Fuente: elaboración propia.

Mundo de interacción relacional de los actores sociales en tiempo de cuarentena


Fuente: elaboración propia.

En lo que podríamos denominar como una nueva realidad dentro del mundo de la vida del hogar de las familias (Schütz, 1993) se produce una dialéctica entre lo objetivo (externo) y lo subjetivo (vivencia subjetiva del actor) que cobra un nuevo significado. Esta dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo conforma el ámbito de la sociabilidad, así lo afirma Georg Simmel en sus trabajos microsociológicos. Comprendemos que prestó atención a las formas que adopta la interacción social, así como a los tipos de sujetos que participan en dicha interacción. Según el autor, “la mayoría de las relaciones humanas se pueden considerar como un intercambio; el intercambio es la acción recíproca más pura y más elevada de las que componen la vida humana, en la medida en que esta ha de ganar sustancia y contenido” (Simmel, 2002: 113). Toda acción recíproca, por lo tanto, se ha de considerar como un intercambio:

Intercambio es toda conversación, todo amor (aunque sea correspondido con otro tipo de sentimientos), todo juego y toda mirada mutua. No es válida la pretendida diferencia de que en la acción recíproca damos lo que no poseemos, mientras que en el intercambio damos lo que poseemos. (Simmel 2002: 114)

Por lo que teóricamente se expone, en la vida cotidiana el intercambio relacional entre los actores de cada uno de los ámbitos es especial por el tipo de conversación y/o sentimiento que se pone en juego. Para entender este análisis partimos del supuesto de que los sentimientos que les dan sustento a las relaciones familiares son el amor entre esposos, padres y madres e hijos, como también entre hermanos. Pero las formas de relaciones entre ellos pueden ser de cooperación, de supraordenación o de lucha.

Experiencias pedagógicas en pandemia

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