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Capítulo 2 Cristianos fieles

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–¡Hola, mamá! –saludó Miguel al entrar de sopetón en la cocina.

–Hola, Miguel. Volviste de tu paseo.

–¡Estuvo realmente genial! –comenzó a contar Miguel–. Fuimos a esa vieja iglesia de Wáshington D.C., llamada el Monasterio Franciscano. Y, por debajo, han construido una copia casi exacta de algo llamado las “catacumbas” de Roma.

–¿De veras? –lo animó la mamá.

–Sí –continuó Miguel, entusiasmado–, había muchos túneles bajo tierra, con pequeños espacios donde los cristianos solían esconderse; no en Wáshington, por supuesto, sino en Roma. Tenían que esconderse porque eran perseguidos. Vivían allí abajo, hacían sus cultos allí y hasta enterraban a sus muertos allí. Por supuesto, no había ningún muerto de verdad allí abajo donde estuvimos hoy en Wáshington, porque estas catacumbas se construyeron para ser visitadas. Pero las de Roma tenían personas de verdad adentro.

–Sí, lo sé –respondió la mamá–. Visité las verdaderas catacumbas de Roma cuando era pequeña.

–¡Buenísimo! –exclamó Miguel–. Pienso que son fantásticas. Sería muy divertido vivir bajo tierra.

La mamá sonrió.

–En realidad, creo que debió haber sido un poco difícil para los primeros cristianos. Antes que nada, estaban viviendo bajo tierra porque eran tratados con tanta rudeza que tenían miedo de salir. Además, las catacumbas que viste hoy fueron construidas para ser visitadas por turistas. Las mantienen limpias y arregladas. Las de Roma eran frías y húmedas, llenas de barro, malolientes y mohosas. No tenían electricidad para iluminarse ni ventilación. Tampoco tenían aire acondicionado ni calefacción. Así que, probablemente eran oscuras y estaban mal ventiladas.

–Bueno, podrían haber usado grandes antorchas allí adentro –sugirió Miguel.

–Sí –dijo la mamá–, y entonces se hubiesen llenado de humo.

–Ah –reconoció Miguel–. Sospecho que no era el mejor lugar para vivir, pero al menos estaban a salvo allí abajo.

–Eso es verdad –explicó la mamá–. Se escondían porque la vida era difícil para los cristianos de esa época. Algunos eran arrojados a los animales salvajes para que murieran, y otros eran quemados. Otros eran crucificados, y algunos hasta eran cubiertos con pieles ensangrentadas de animales para que se los comieran los perros salvajes.

–¡Eso es horrible! –exclamó Miguel.

–Sí –continuó la mamá–, pero lo más horrible de todo era que a muchos romanos realmente les encantaba ver cómo sufrían y morían los cristianos; ¡consideraban que era un entretenimiento! Los cristianos tenían que escoger entre renunciar a su religión o enfrentar una de estas muertes horribles. Algunos cristianos permanecieron firmes y fieles en sus creencias. Otros buscaron una forma más fácil de vivir.

“La mayoría de las personas de Roma no eran cristianas; adoraban al emperador y a toda clase de dioses. Se los llamaba “paganos”. Algunos cristianos descubrieron que, si mezclaban sus creencias cristianas con las creencias de sus vecinos paganos de Roma, no tendrían que preocuparse tanto de que los persiguieran. Así que, adoptaron ídolos que los paganos habían adorado durante años, los colocaron en sus iglesias cristianas y les pusieron nombres de personajes bíblicos: José, la virgen María o los apóstoles. De modo que las creencias cristianas y las creencias paganas se mezclaron entre sí”.

–¿Fue así cómo comenzaron las estatuas de los santos? –preguntó Miguel.

–Sí –respondió la mamá–. Entonces, hubo una separación dentro de la iglesia. Un grupo quería parecerse más a los paganos, y llevar algunas de esas ideas y prácticas a la iglesia cristiana. Otro quería conservar la sencillez de su culto y de su adoración, como Jesús había enseñado, y basarse solamente en las Escrituras. El grupo que trató de parecerse más a sus vecinos romanos paganos no fue perseguido; pensó que valía la pena abandonar algunas de sus creencias.

–¿Por qué no hay tantas persecuciones en la actualidad? –quiso saber Miguel–. No conozco a nadie que se vea obligado a abandonar su fe en Jesús.

–Algunos creen –explicó la mamá– que es porque muchos cristianos no han sido fieles a las formas sencillas que Jesús nos enseñó para que lo adoremos. Al igual que algunos de los primeros cristianos de Roma, los cristianos actuales han llegado a parecerse tanto a sus vecinos no cristianos que la iglesia se ha vuelto popular, y no hay mucha persecución.

“Pero, en algunos lugares del mundo, hay persecución hoy. En estos lugares, los cristianos actuales tienen que resolver ser fieles a Cristo a cualquier precio. Como resultado de eso, la iglesia es fuerte y crece en estos lugares. La señora de White nos dice que, si hubiese un verdadero reavivamiento de fe entre los cristianos de todas partes, comenzarían las persecuciones otra vez”.

Mmm –Miguel mostró pensativo.

–¿Quiénes crees que molestarían más a los cristianos? –preguntó la mamá–. ¿Los que no creen para nada en Jesús o los cristianos infieles que se han vuelto como paganos y están enojados con los que no son como ellos?

–Probablemente los cristianos infieles –contestó Miguel.

–Tienes toda la razón –la mamá asintió.

Dios y el ángel rebelde

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