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CAPÍTULO 4 Emma

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La cara de Ángela era un poema. Desvió su mirada varias veces entre Sofía y mis hojas.

—¡Esto es increíble! —soltó al fin.

Yo levanté los hombros. No tenía ganas de quejarme de nada ni de meterme en líos. Me agaché para recoger mi carpesano, del cual habían saltado todas las hojas debido al golpe contra el suelo.

—Lo sé, Angi. Pero no puedo hacer nada.

Ángela se cruzó de brazos, echando chispas por las orejas.

—No. Lo que es increíble es que Dilan saliese con ella.

Preferí no hacer caso a aquel comentario y seguí ordenando las hojas, mientras mi amiga no desviaba la vista del camino por el cual se había ido Sofía. No parecía percatarse del desastre que yo debía recoger.

—No sé, Angi. Ella era diferente antes y…

Decidí no acabar la frase. Mi garganta parecía taponada por la angustia.

Ángela agachó su cabeza y se sorprendió al verme recogiendo. No tardó un segundo en ponerse a ayudarme. Le di las gracias con una sonrisa. Alineé con perfección las hojas de Física, y noté como el vello de la nuca se me crispaba ante una presencia desconocida. Levanté la mirada. Brianna estaba plantada ante nosotras. Le pellizqué la mano a Ángela para llamar su atención, pero esta ya estaba levantándose, preparada para encararse con Brianna.

—Perdona por lo de clase —dijo Brianna con sinceridad—. ¿Cómo estás?

Abrí los ojos de par en par, asombrada por su amabilidad.Ángela me agarró de un brazo con gesto protector.

—¡Oh, ¿ahora te preocupas?! Pues está…

Antes de que acabase la frase, le tapé la boca y le sonreí falsamente a Brianna. No quería quedar mal con nadie. Aparté con disimulo mi mano de la cara de Ángela, y cuando vi su intención de seguir hablando, le pisé un pie, indicándole que se callase.

—Estoy bien. Gracias por preocuparte.

Brianna pasó su mirada de un lado a otro, con los brazos cruzados y, sin más, dio media vuelta para seguir el camino que había tomado Sofía.Ángela me echó una mirada de fuego, dando a entender que le había molestado mi gesto,

—¡Deberías haberme dejado contestarle a esa zorra!

—Lo sé, Angi. Pero es mejor no plantarles cara tan descaradamente.

La expresión de Ángela denotaba desaprobación, la mirase por donde la mirase. Ella desvió su mirada, dando a entender que era mejor dejarlo pasar.

—Venga, será mejor que vayamos a clase de Inglés.

Un temblor me recorrió la espina. Me preocupaba el hecho de que pudiese haberse enfadado, pero su sonrisa reconfortante aclaraba que no había sido así. Terminé de recoger mis cosas con ayuda de Ángela, y nada más me levanté, alguien me empujó, haciendo que cayese de rodillas al suelo. June se plantó ante nosotras, estresada hasta la punta de los pelos.

—¡¿Tenéis los apuntes de Ciencias?! —preguntó, sofocada.

Ángela y yo nos miramos con el ceño fruncido. Ninguna habíamos entendido palabra. June gruñó al ver que no le contestábamos y salió corriendo, parando a la gente para soltarles la misma frase con el mismo estrés. Ángela me ayudó a levantarme, observando su alrededor con recelo.

—No me cabe duda. Sofía y sus amigas son unas locas histéricas —afirmó Ángela, intentando disimular una risita.

Yo asentí, aún impactada.

—Te doy la razón.

La miré a los ojos buscando su típico brillo cómico, pero esta vez no apareció.

—Una pregunta. ¿Has entendido algo de lo que ha dicho?

Ángela soltó un ronquido histérico, seguido de otra risita.

—No tengo ni idea.

Nos quedamos mirando y tras unos segundos ambas nos echamos a reír a carcajadas.

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