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CAPÍTULO 7 Plata

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Se apartó la melena pelirroja de un manotazo para seguir rebuscando en su taquilla. Una pila de libros, no de texto, se apoyaba sobre su brazo derecho. Los nombres de más de diez autores brillaban libremente sobre las portadas. Cogió una última hoja con la boca, ya que tenía las manos ocupadas, y cerró la puerta con un pie, dejando después toda la pila de libros y objetos sobre el suelo para meterlos en su mochila. La aglomeración en el pasillo delataba que era hora punta. Barrió la zona con la mirada en busca de Brianna, la cual ya estaba apoyada en la taquilla de al lado.

—Hola, guapa —dijo con retintín.

Sofía se giró bruscamente, soltando una carcajada ante el comentario de Brianna.

—Serás tontaina.

Brianna levantó los hombros, haciéndose la inocente. Por alguna razón, la amistad entre ambas parecía tener un problema de bipolaridad. Sofía podía dar la amistad por acabada y enfadarse, pero con seguridad al segundo día volvían a ser las mismas amigas de siempre. Era algo realmente estresante, sobre todo para Brianna.

—Bueno, la verdad es que tengo curiosidad por algo.

—¿Quieres saber de dónde son mis zapatos? —se adelantó Sofía, con una nota de arrogancia.

La otra se calló, frunciendo el ceño con desconcierto, dando a entender que no sabía a qué venía la frase de Sofía.

—Eh, pues no. No es eso, ni me hace falta saberlo. La pregunta es: ¿Has escuchado la nueva canción del club de los ojos claros?

La figura de Sofía se tensó unos segundos, como si un hilo tirase de sus hombros, a la vez que su boca se curvó, haciéndole rechinar los dientes y apretar los puños.

—¡Serás inútil! —le soltó con brusquedad, encendiéndose como un montón de pólvora al detectar una mísera chispa de fuego en el ambiente—. Hay que ser imbécil para creer que van a hacer una nueva canción. Sin Dilan, Emma no vale una…

Brianna dio un leve paso atrás, sorprendida por el brillo feroz que desprendían los ojos de su amiga, que había montado en cólera en escasos segundos.

—No es que yo sea imbécil y lo crea, es que han publicado una nueva canción —la interrumpió.

Sus ojos se convirtieron en dos rendijas, casi matando a Sofía con la mirada. Esta resopló con rabia.

—¿Estás conmigo o contra mí?

Brianna rio sarcásticamente, demostrando que ya empezaba a cansarse de su comportamiento.

—Lo que estoy es hasta las narices y, sinceramente, empiezo a cansarme de ti. Antes eras superamiga de Emma y no dejabas de alagarla por su buena voz, y ahora te faltan insultos para describirla. Te has convertido en una persona falsa y repelente. No eres capaz de salir de tu círculo de amistad, pero tampoco es que trates decentemente a las que llamas amigas.

—¿¡Perdón!? Mira, ve callándote, so idiota.

Amenazada por la cruda realidad que le había echado su amiga a la cara, Sofía quería negarlo, pero con su temperamento solo lograba reivindicarlo aún más.

June se les acercó por detrás, poniendo su mejor cara, sin advertir el mal humor de sus amigas.

—¡Hola, chicas! ¿Habéis escuchado la nueva canción de Emma? ¡Está chulísima!

Sofía dejó de respirar por unos segundos al tiempo que Brianna se echaba una mano a la cabeza, exasperada. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Los ojos de Brianna brillaron diabólicamente, esperando ansiosos la mala reacción de su amiga.

—A ver, conozco a Emma Watson perfectamente, y sé que ella es nula para escribir canciones. ¿No será una canción antigua de Dilan?

June se quedó a cuadros, esperando a que Brianna le contestase malhumoradamente a Sofía. Una mano fría se posó en el hombro de esta, haciendo que se girara de sopetón. Su expresión se relajó al ver a Oliver, cambiando de un enfado palpable a una amabilidad e inocencia vomitivas. Brianna dejó escapar un murmullo semejante al gruñido de un perro rabioso, agachando la cabeza para no quemar a Sofía con la mirada. El cambio brusco la había desorientado, pero era obvio que no le hacía ni pizca de gracia la actitud que había adoptado su amiga, risueña y tímida, como si nada fuese con ella. Oliver sonrió con arrogancia y negó lentamente:

—Pues estás muy equivocada. La canción no es de ningún Dilan, sino de una bonita chica de pelo negro.

Sofía abrió la boca para contestar, pero un resoplo de Brianna la interrumpió. Esta movió bruscamente su coleta de caballo y se fue, dándole un golpe en el hombro a Sofía al pasar por su lado, intentando llamar su atención, sin éxito alguno. Una amplia y falsa sonrisa apareció en la cara de Sofía. Los ojos de aquel chico le llamaban más la atención que a una niña un par de caramelos.

—¿Quieres escucharla? Tengo el video descargado.

—¡Ah! Claro que quiero —respondió, intentando parecer algo interesada en ello.

Oliver volvió a sonreír, escrutándole la cara detenidamente y provocándole un rubor casi antinatural.

—Por cierto, tú eres nuevo, ¿no?

—Sí, ¿Sofía?

La cara de Sofía subió tres tonos en la escala del rojo, haciendo notar lo evidente.

—Sí…

Oliver le agarró un mechón de pelo.

—Me gusta el rojo, te queda bien.

Los ojos de Sofía se ensombrecieron con la rapidez de un rayo. Aquella frase ya la había escuchado, pero de parte de alguien más sincero, de alguien más familiar. Un recuerdo pasó por su mente, tan claro como un video, tan reciente como una palabra recién dicha. Tragó saliva, tratando de digerir aquel recuerdo.

«Era una fría tarde de invierno. Diez años atrás, en un patio abarrotado de niños, nevaba con lentitud, algo común en aquel lugar, tan mágico como el mismo polvo de hada. En un banco estaba sentado Dilan echándole miradas furtivas a la niña pelirroja cabizbaja que había sentada a su lado. Su pequeña mente se revolvía en busca de un nuevo tema de conversación que pudiese animarla.

—¿Sabes? Aparte de mi hermana, nunca había tenido una amiga tan guapa.

Sofía dejó de mirarse los pies, fijándose en la feliz cara del niño que estaba sentado a su lado.

—¿Soy tu amiga?

Él asintió con rapidez.

—Mira, para que podamos conocernos mejor, yo te digo algo de mí y tú algo de ti. ¿Quieres?

Ella dudó un poco, sin saber qué contestar. Revolvió sus manos y volvió a fijarse en los ojos de Dilan, cristalinos y sinceros.

—Está bien. Mi color favorito es el violeta.

—¡Vaya! Pues el mío es el rojo, pero un rojo especial.

—¿Cuál?

Dilan se le acercó sin ninguna vergüenza, cogiéndole un mechón de pelo.

—El de tu pelo, un rojo casi naranja, pero brillante».

—La cosa es que es muy bonita. ¿Quieres escucharla?

Sofía salió de sus pensamientos, moviendo la cabeza levemente, impactada. Una lágrima asomó por su ojo derecho antes de que pudiese contestar. Oliver dejó de mirar su móvil y frunció el ceño, como si no entendiese nada.

—Eh, ¿estás bien? No sé qué te he hecho, tampoco tienes por qué ponerte así.

La mirada de Sofía se posó en el infinito, todavía sumida en los recuerdos que le revolvían el estómago y le rompían el alma. Oliver la miró de arriba abajo con impaciencia, moviendo los pies con cierta inquietud, resoplando y cruzando los brazos mientras se humedecía los labios con la lengua. El pasillo estaba cada vez más vacío, prácticamente solo quedaban ellos dos, parados sin más en la esquina de la taquilla de Sofía. Él empezó a impacientarse, carraspeando a la espera de una respuesta.

—Oye, creo que estoy siendo bastante majo contigo como para que te comportes así.

Aquella frase golpeó su mente con fuerza, haciéndola bajar de las nubes de un plumazo. Levantó la cabeza rápidamente y escruto la mirada de Oliver. Sofía cerró los puños, dejando que la cólera le corriese por las venas con fluidez, incapaz de controlar sus sentimientos ni un solo segundo y apretando los dientes para evitar insultarle de la forma más mordaz y agresiva que conocía, cosa que deseaba.

—¿¡Perdón!? Tú no sabes nada de mi vida, así que ve callándote. Si lloro, será por algo, y si no te gusta cómo te contesto, te aguantas —le gritó, plantándole una mirada terca, seria y rabiosa.

Oliver dio un paso atrás, adoptando una expresión de incógnita exagerada, mientras Sofía fijaba su mirada en el suelo, apretando los puños y dejando que el pelo le cubriese la cara, mojándose con las lágrimas que surcaban sus mejillas. Los ojos de Oliver brillaron con arrogancia:

—Lo siento, pero creo no te estoy entendiendo.

Sofía seguía petrificada, y solo con el tono de Oliver podía notar que esperaba una respuesta concreta, y que si no la recibía, todo iría a peor. Se fijó en sus ojos, rebosantes de ira; en su rostro, enrojecido por la ira; en su mano, que mantenía agarrada con fuerza al extremo de su camiseta. Entonces, sonrió tímidamente, como si no pasase nada, deseosa de que alguien viera la escena y se pusiese en medio. Se aparto el pelo tras las orejas y se mordió un labio, dejando todavía más confundido al chico.

—Lo que ocurre es que Dilan ya no está —comentó ella, esforzándose para no llorar.

Oliver miró hacia todos lados, moviendo los pies repetidamente, como si aquella situación le incomodase. Su rostro cambió de repente, convirtiéndose en un ser amigable con aspecto inocente.

—¿Quién es Dilan?

Sofía abrió la boca, pero no pudo decir nada y, sin más, rompió a llorar, por el miedo, la ira o la tristeza, dejando a Oliver a cuadros. Pero este no se cortó.Tímidamente, arropó a Sofía entre sus brazos y le acarició la espalda, todavía impactado por aquello.

—Bueno. Si quieres, puedo hablar con ese idiota. No puedes estar así por un chico.

Sofía se separó de él, abriendo los ojos con asombro y esforzándose por no temblar de miedo.

—No es porque me haya dejado. Ni siquiera tuvo tiempo… — Se apartó de él lentamente, acariciándose un brazo—. Es que Dilan está muerto —matizó, deseosa de salir corriendo.

Las piernas le temblaban. Su cabeza iba a mil por hora, pero por alguna razón quería continuar aquella conversación. Oliver llamaba su atención, y quería conseguir llamar también la suya; sin embargo, algo le gritaba desde su fuero interno que dejase estar aquello, que no hiciese más la tonta. Oliver abrió los ojos de par en par, y algo se encendió en la mente de Sofía, como si toda su razón se fuese al garete, dejando paso a la tremenda idiotez que tenía dentro de ella. Esbozó una leve sonrisa pícara y volvió a acariciarse el brazo, sonrojándose a propósito, y mirando a Oliver como jamás había mirado a nadie.

—Bueno, pues… —Y, sin pensarlo dos veces, le plantó un beso, descaradamente.

Los murmullos y suspiros furiosos de Brianna se podían oír por todo el pasillo, intentando llamar la atención de Sofía. Sus ojos irradiaban ira en estado puro. De haber podido, la habría quemado con la mirada. Pero se quedó en el sitio, esperando a que Oliver desapareciese de su vista, y nada más lo vio despedirse de su amiga, se acercó hasta ella con paso decidido, rabiando y apretando los puños.

—Hola —dijo Sofía, pero Brianna no aceptó el saludo. Se paró en seco y le dio una sonora bofetada.

Sofía se quedó helada, apretando los dientes.

—¿Estás senil, o que te pasó, so subnormal?

Brianna soltó aire, más tranquila.

—¿No decías que querías a Dilan? Pues ahí tienes, eso te pasa por imbécil. ¿Te acuerdas de lo que hablamos hace tres años? Pues esto es lo que te mereces por… Mejor me callo.

—Lo que hablamos hace tres años era una maldita gilipollez de crías.

Brianna soltó un grito, indignada, dejando que unas leves lágrimas asomaran por sus ojos.

—¡Mis sentimientos no son una gilipollez de crías!

Sofía cerró su taquilla de golpe y le pisó a Brianna el pie a propósito y con agresividad.

—¡Uy, perdona! No te había visto.

Una lágrima surcó la mejilla de Brianna. Su corazón se había partido en pedazos, dejando que su sangre se enfriase, haciéndola sentir débil como una hoja.

—¿Sabes cuánto he confiado en ti, Sofía? ¿Sabes la de amigos que he perdido últimamente solo para estar contigo? Eres imbécil. No, mejor, yo soy imbécil. Imbécil por haberte hecho caso, por no haberte abandonado. ¿Sabes? Dilan tuvo suerte.Al menos, él siempre tendrá en su mente a la otra Sofía, y no a lo que eres ahora. ¡Te odio! —Brianna se giró de golpe, dejando a su vieja amiga anonadada—. ¿En serio piensas salir con Oliver? ¡Eres despreciable! Además de que hace solo dos meses de lo de Dilan, tienes que besarte con un chico que apenas conoces de ayer.

Sofía tragó saliva con dificultad, ingiriendo la pura realidad. Su mente barajaba con rapidez un millón de posibilidades, un millón de posibles culpables, pero ella sabía perfectamente que era la única que podía llevarse el mérito de todo aquello.

—¿¡De qué hablas!? ¿Acaso te gusta? —preguntó con un tono de superioridad.

Brianna se paró en seco, suspirando.

—Te quiero, Sofía, pero no eres tú. Tenías razón. Las muertes cambian mucho a la gente, pero yo nunca te dejé de lado cuando mi madre murió.Todo lo contrario.Y te diré una cosa: entiendo que lo has pasado mal, pero ya está bien. ¿Te crees mejor por tener novio e ir insultando a todos por doquier? Cuando vuelvas a ser tú misma, volveré a ser tu amiga. Hasta entonces, olvídame.

Los pasos de Brianna resonaban por todo el pasillo. Sofía se había quedado completamente muda.

El club de los ojos claros

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