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La defensa de los derechos humanos y la respuesta colectiva institucionalizada en ONG

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El derecho internacional relativo a los DH ha brindado estructuras de oportunidad, recursos, marcos y espacios de identidad a la acción colectiva (Tsutsui, Whitlinger y Lim, 2012; Simmons, 2009; Risse, Ropp y Sikkink, 2013). Como recuerda Simmons (2009), las leyes de DH por sí solas no tienen ningún tipo de efecto, sin embargo, pueden agregar presión sobre los gobiernos porque sugieren otras maneras en las que las personas pueden percibir su relación con el gobierno y con los demás, enarbolando un horizonte de sentido de las reivindicaciones y generando un “espacio político” que sería mucho más reducido si no existieran.

Dada la centralidad de las ONG en la defensa de los DH, el marco teórico de las redes de presión transnacional suele enfocarse en el trabajo de las que se definen como gatekeepers, es decir, las que conectan demandas nacionales con actores internacionales porque tienen mayor capacidad de movilizar recursos económicos, formar contactos y, de una u otra manera, “certificar los reclamos en derechos humanos” (Bob, 2010; Carpenter, 2007; Keck y Sikkink, 2000). El énfasis en las ONG que conectan demandas con actores internacionales debe ser relativizado, especialmente si queremos entender el papel estratégico que desempeñan las ONG locales en relación con las demandas sociales y cómo sus repertorios de acción se conectan o vinculan con las exigencias de otro tipo de actores (movimientos sociales, víctimas, grupos de base, entre otros).

Contrariamente a las tesis más optimistas de la defensa de los DH, es necesario explicitar algunas salvedades respecto del nivel más institucionalizado de la acción colectiva de defensa de los DH que representan las ONG. Estas no son actores independientes, se encuentran inscritas en relaciones de poder que operan en varias direcciones, por lo cual no se puede hablar de manera homogénea de sus identidades e intereses.2 Algunas ONG tienen más éxito que otras, pueden utilizar mayores y mejores ventajas políticas y, por consiguiente, impulsar mayores impactos en la opinión y en la conexión con actores más poderosos (Berkovitch y Gordon, 2008; Bob, 2010; Gordon, 2008). Lo anterior dado que las organizaciones se inscriben en contextos particulares con diferentes distribuciones de recursos para la acción colectiva, lo que permite, entre otras cosas, que algunas puedan sostener diferentes visiones y estrategias para la defensa de los DH.

Es importante destacar que la defensa de los DH siempre se inscribe en una tensión de constreñimiento y oportunidad que cambia de acuerdo con contextos, motivaciones, estrategias de conexión, movilización y reivindicación. Identificar esa tensión inherente a los DH es importante y de ninguna manera cae en la obviedad, ya que permite advertir los constreñimientos que generan los DH como discurso oficialmente reconocido, al tiempo de resaltar que solo en su “movimiento” los DH pueden cuestionar estructuras de poder o dominación (López, 2013). En el primer caso, los DH son un marco institucional que constriñe los discursos y las estrategias de reivindicación colectiva, ya que las demandas sociales, que muchas veces pueden ser amplias y muy heterogéneas, suelen canalizarse hacia un asunto de transformaciones técnicas e institucionales, lo que da espacio a prácticas que se convierten en una rutina sin poder transformador real y con gran capacidad de administración estatal. En el segundo caso, los DH son un repertorio de acción colectiva con capacidad contenciosa, es decir, los propios marcos institucionales (nacionales y supranacionales) brindan recursos para llevar a cabo estrategias de acción colectiva, por medio del litigio estratégico, la denuncia pública, la conexión con actores influyentes, la organización y educación comunitaria, o la producción de información y conocimiento, recursos todos que pueden ser utilizados estratégicamente para buscar objetivos colectivos (López, 2017a; Tsutsui, Whitlinger y Lim, 2012).

De esta manera, las organizaciones defensoras de DH construyen demandas y afrontan crisis de DH de acuerdo con las motivaciones y capacidades para movilizarse en dicha tensión. Por estas razones, cuestionamos la definición general de un “movimiento de derechos humanos” o la “universalidad en la defensa de los derechos humanos” (Nash, 2012), y ponemos énfasis en la diversidad contingente de la acción colectiva inserta en la paradoja constitutiva de los DH.

Para analizar esta diversidad, la propuesta de los campos de acción colectiva nos permite pensar el espacio de las ONG como arenas socialmente construidas por la interacción entre los actores según los intereses y las distribuciones de recursos, erigidos estos sobre una base situacional en la que el conjunto de los actores y sus relaciones en el tiempo define el tipo de prácticas colectivas que se institucionalizan (Edelman, Leachman y McAdam, 2010; Fligstein y McAdam, 2011; McAdam y Scott, 2005). La definición de los campos de acción colectiva retoma de Bourdieu su idea relacional y conflictiva del orden social, según la cual las posibilidades de tomar posición dentro del espacio social se presentan de acuerdo con la posesión o desposesión de los recursos propios que estructuran los marcos de relaciones.3

Podemos delimitar el campo de acción colectiva de las organizaciones defensoras de los DH como un espacio de relaciones y posiciones sociales establecidas en el tiempo, en el que los agentes formales (ONG) se ubican como “expertos” en un modelo de conocimiento jurídico, en el activismo en defensa de principios normativos y morales transnacionales, y en la apropiación de recursos económicos, jurídicos e informacionales, que les permiten presentarse como los “portavoces legítimos” de la defensa de los DH, enmarcando demandas y definiendo problemas colectivos. En el campo de la defensa de DH hay una traducción de los problemas y objetivos a “asuntos de derechos humanos” (López e Hincapié, 2015).

Una de las consecuencias inmediatas de la tensión de la institucionalización de la defensa de los DH por medio de las ONG y su campo de acción especializado, es que las demandas y los reclamos se inscriben en prácticas preestablecidas que requieren el desarrollo de determinadas habilidades de movilización que los potencien y hagan eficientes, como un conocimiento experto (recursos jurídicos e informacionales), capacidades para movilizar recursos económicos que les permitan su funcionamiento, además de la producción de confianza y conexión entre ellas mismas y con otros actores, en los niveles interno y externo. Estas habilidades de movilización y especialización exigen a las ONG estar todo el tiempo relacionadas con las lógicas gubernamentales, lo que da forma, en su interacción, al campo de acción colectiva estratégica institucionalizado en el tiempo (López e Hincapié, 2015).


La interacción especializada, continua y sostenida de las ONG, entre ellas mismas y con los gobiernos, delimita la forma que toma este campo de acción colectiva. Como vemos, la defensa de los DH depende de las habilidades de movilización (tipo de recursos, orientaciones y agendas que movilizan los actores) y la relación que establecen con las dinámicas gubernamentales (políticas, oportunidades y restricciones); de allí la importancia de hacer un corte analítico sobre la forma que ha tomado la acción de las ONG en México desde esta interacción para entender su complejidad y diversidad, además de aportar a la comprensión de las posibilidades y los límites de sus acciones.

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