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El capitalismo neoliberal

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El neoliberalismo, dice Michel Foucault, es la racionalidad con la que se administra la vida humana para la reproducción del capital desde la década de 1980 (Foucault, 2004). Consiste en maximizar las libertades económicas y en minimizar el bienestar social procurado por el Estado, todo en función de que el capital se mueva sin restricciones de manera global, explote al máximo la vida animal y humana para la extracción de ganancias, y tenga una legitimidad social y cultural aunque carezca de toda ética y moralidad. En el neoliberalismo, pues, los niños pueden ser tratados como esclavos y la aplicación de muerte puede ser un servicio sujeto a las leyes del mercado, siempre y cuando haya crecimiento económico y el consumo sea garantizado.

Ya Slavoj Žižek ha demostrado que la violencia objetiva o estructural como la pobreza y los conflictos de clase o étnicos; la subjetiva como la individual y colectiva que se expresa en estallidos sociales y subjetividades violentas como los sicarios; y la simbólica, que incluye el racismo, la homofobia y la misoginia, son inherentes a las dinámicas capitalistas (Žižek, 2009). Queda la pregunta: ¿cuál es el capitalismo que se ajusta a la ideología político-económica del neoliberalismo? Existen diversas exploraciones de lo que constituye el capitalismo en las dinámicas del neoliberalismo. Además de las visiones estructuralistas constituidas por el marxismo tradicional y sus derivaciones en el giro geográfico de David Harvey (2004), y de las postestructuralistas guiadas por la genealogía del neoliberalismo de Michel Foucault (2004), encontramos una serie de adjetivaciones que reflejan la complejidad de definir aquello que Karl Marx discutió de manera profunda al establecer su ontología. La inconmensurabilidad del capitalismo neoliberal se encuentra en conceptos como los del capitalismo zombie (Harman, 2009), el capitalismo gánster (Woodiwiss, 2005), el capitalismo necropolítico (Banerjee, 2008), el capitalismo fantasmal (Roy, 2014) y el capitalismo gore (Valencia, 2010). La adjetivación no es ociosa porque los tentáculos del capitalismo neoliberal abarcan áreas de la vida humana no contempladas e incluso inexistentes en el momento en que el capitalismo surgió como concepto.

Con base en este antecedente de complejidad conceptual, para los fines de este libro y como producto de la discusión colectiva del seminario, definiremos al capitalismo neoliberal con base en sus dimensiones objetivo-materiales, y en las subjetivas, culturales, sociales y de criminalidad/ilegalidad que imperan en sociedades como las de América Latina. El capitalismo en su base objetivo-material se fundamenta en la idea de acumulación por desposesión de Harvey (2004), la cual radicaliza la acumulación “originaria” de Marx refiriéndose a “la depredación, el fraude y la violencia” que conlleva esta actividad que extrae los recursos de la naturaleza y la tierra para privatizarlos y lucrar con ellos.

Asimismo, recurrimos al trabajo de Raúl Ornelas1 en torno al capitalismo como producción estratégica y el papel de las corporaciones transnacionales. Respecto de la producción estratégica, Ornelas dice que la producción capitalista es inconmensurable, al igual que las relaciones capitalistas, y algunas ni siquiera parecen relaciones capitalistas. A fin de poder abordar este tema se planteó la posibilidad de jerarquizar la producción esencial para la reproducción del sistema, ya que es la ganancia lo que lo mueve.

Muchas actividades producen ganancias, pero hay algunas que se vuelven estratégicas porque lograrán controlar la propia producción y, por ende, la generación de ganancia. No tienen que ver necesariamente con la escala, sino con la posibilidad de que sean palancas de la reproducción. Hay dos criterios para jerarquizar estas actividades: a) la producción masiva: alimentos, y b) la vanguardia tecnológica que, sin ser masiva, desempeña un papel fundamental en el desarrollo tecnológico: nanotecnología, la espacial, los minerales estratégicos (por ejemplo, el coltán para celulares). En esta perspectiva hay seis campos de producción que van a explicar quiénes son líderes de la producción mundial: energía, petróleo, luz, química, alimentos y fuerza de trabajo (el trabajo migrante es fundamental, porque es más barato por la falta de derechos). Quien controle estos seis campos de la esfera capitalista impondrá la forma de producción al resto del mundo.

Sobre el papel de las corporaciones transnacionales, no es lo mismo ser líder que ser hegemón; la hegemonía es una realidad multidimensional e incluye varios criterios que implican ser líder en otros tres ramos de la producción capitalista: dimensión militar, dimensión económica y dimensión cultural (envuelve y da cohesión, lubrica las relaciones sociales; visión del mundo aceptada en todos lados, por ejemplo, el american way of life). La hegemonía implica la idea de un sujeto hegemónico, un sujeto desdoblado que se constituye de Estado y empresas, lo que lleva a jerarquizar entre Estados y empresas. Los Estados de grandes potencias abren camino a sus empresas, tienen la posibilidad de disputarse la hegemonía mundial. La dimensión central es el ejercicio del poder. Aquí las corporaciones transnacionales desempeñan un papel fundamental porque acumulan poder político y económico, y son ejes de la hegemonía mundial; son las que ordenan los territorios. Así, se pasa del capitalismo estatal a uno transnacional.

Para los aspectos culturales, sociales y criminales e ilegales del capitalismo neoliberal, partiremos de una definición mexicanizada, la de Sayak Valencia de su trabajo sobre el capitalismo gore.2 Valencia retoma el término gore de un género de cine centrado en la violencia extrema para describir la etapa actual del capitalismo en el tercer mundo, en el cual la sangre, los cadáveres, los cuerpos mutilados y las vidas cautivas son herramientas en la reproducción del capital. El capitalismo gore se basa en el análisis transfeminista y la experiencia de la autora de vivir en una ciudad fronteriza (Tijuana, Baja California), y se ubica como el “Lado B” de la globalización, es decir, el lado oscuro de la economía global, lo contradictorio y fuera de control del neoliberalismo que se encuentra generalmente en ciudades fronterizas. Según Valencia, la economía del capitalismo gore simultáneamente destruye los órganos y produce capital por medio de la especulación de los cuerpos como mercancía, y de la violencia como una inversión, una herramienta que empodera y reproduce capital de forma instantánea. La producción de cuerpos muertos o mutilados como mercancía se sustenta y justifica en el proceso de la oferta y la demanda. En el capitalismo gore, el asesinato se convierte en una transacción, la violencia en una herramienta y la tortura en empoderamiento.

El capitalismo gore, argumenta, es un marco teórico-conceptual cuyo objetivo es proporcionar los conceptos para la interpretación de la realidad actual, en la cual la violencia cumple un papel fundamental como herramienta de mercado altamente eficaz, medio de supervivencia alternativo y mecanismo de autoafirmación masculina. Valencia sugiere que el término “violencia” funge a modo de categoría interpretativa transversal a las diferentes dimensiones de conocimiento y acción, con consecuencias simbólicas y materiales, pues se transmuta en una herramienta de autoafirmación, y en un medio de supervivencia. La violencia se ha convertido en una forma de vida, en un trabajo, medio de socialización y en toda una cultura. En la opinión de esta autora, es una nueva epistemología y un conjunto de relaciones que atan nuestro tiempo con prácticas discursivas y de otro tipo, originadas en la etapa actual del capitalismo: el neoliberalismo. Valencia elabora todo un entramado conceptual a la vez que caracteriza las dinámicas políticas, culturales, económicas y de poder del capitalismo gore. Ella explica esas dinámicas en términos de narcoestado, hiperconsumo, tráfico de drogas y necropolítica.

Así, en los diversos capítulos que integran el libro, el capitalismo neoliberal va tomando formas específicas.

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