Читать книгу Elige solo el amor: La morada santa - Sebastián Blaksley - Страница 21

IV. La alegría de compartir

Оглавление

Quizá te preguntes cómo alcanzar y sostener ese estado natural del ser en el que solo experimentas alegría duradera. Es lógico que se formule esa pregunta, después de tanto tiempo yendo y viniendo en busca de la felicidad sin hallarla. La clave es la misma de la que hablamos cuando mencionamos al amor que eres. Expresándola. Es decir, dándola. Dado que dar y recibir es uno y lo mismo, entonces dando alegría, expresando la felicidad de ser quien eres en verdad, es como tomas consciencia de la alegría del ser, tal como ocurre con el amor.

Recuerda que la percepción es selectiva, por lo tanto, mientras sigas en el ámbito de la percepción, debes elegir. Hacer la elección de transmitir alegría en vez de dolor es una simple elección interior que debe hacerse.

Quizá pueda parecer un poco difícil al principio, especialmente para quienes han estado tanto tiempo sumergidos en la nube del olvido de Adán. Pero eso es solo al principio. Ser feliz es tan fácil y natural para el ser como lo es el respirar para el cuerpo, incluso mucho más fácil aún. Permitir que la alegría se expanda desde ti hacia todo lo que te rodea será algo natural, dado que te has unido a tu ser y eres el Cristo viviente en la pura expresión del amor.

Cuenta historias felices. Trae a tu memoria la alegría que has experimentado. El amor dado y recibido. Alberga sentimientos bondadosos. Extiende la dicha del cielo que mora en ti. De esta manera permitirás que tu consciencia comience a recibir la realidad del amor y sus frutos en un grado cada vez mayor. Te darás cuenta de que puedes cambiar un corazón roto por uno alegre. Contemplarás como tu hermana o hermano llega a ti con lágrimas en los ojos y sale del encuentro santo contigo con el rostro sereno, la frente lisa y una sonrisa afable en su boca.

Haz que todo el que viene a tu encuentro salga de él más feliz y mejor. Tienes el poder de hacer eso. En efecto, ya lo has hecho muchas veces. Lo que ahora te pide tu madre celestial y toda la creación es que hagas de esto un hábito tan natural, que sea tu única manera de vivir en el mundo. Te pido esto porque te aseguro que esa es la única manera de vivir en el cielo. Así es como juntos traemos el cielo a la tierra. Lo traemos con júbilo y paz. Traemos la dicha de ser al mundo.

Existen muchas maneras de ser, aunque solo una es la manera de Dios.

Ve por los caminos del mundo mostrando a tus hermanos la belleza de lo que son. Cuéntaselos una y otra vez. No pierdas ni una sola oportunidad de hacer eso. Puedes hacer esto de innumerables maneras, todas ellas son necesarias. Sé tú mismo a cada instante de tu vida. No busques otra guía que no sea la de tu corazón. Yo, el dulce corazón inmaculado de tu María, en unidad con tu Jesús seremos siempre tus compañeros amorosos y alegres. No estarás solo en esta meta de traer a la tierra la alegría del cielo. Toda ella reside en tu corazón.

¡Qué dicha es tener certeza! Ahora recordamos nuevamente cuál es nuestra meta eterna. Ser quienes hacen que nuestros hermanos y hermanas en Cristo se despierten y permanezcan despiertos en la alegría que Dios es. Vamos por el mundo, o por donde sea que decretemos ir en unión con Dios, contando historias felices. Historias verdaderas. Historias basadas en la belleza de las almas. Mostramos la nobleza del espíritu, la misericordia de un Dios de puro amor. Sonreímos a cada instante con el alma llena de amor y permitimos que la sonrisa de Cristo se dibuje en nuestros rostros.

¡Qué alegría es haber encontrado la verdad que tanto buscábamos! Ahora sabemos lo que somos. Somos alegría. Somos luz. Somos santidad perfecta. Somos uno con Dios. Ahora vamos por la vida con el corazón contento y lleno de alegría. Caminamos seguros por los caminos que el amor nos traza. Vamos rodeados de ángeles de Dios y del cielo en su totalidad.

Allí donde vamos está el cielo. Allí donde pisamos transformamos la tierra yerma en tierra santa llena de vida. El universo, en su infinita sabiduría, envía a nuestro camino a aquellos que desde hace mucho tiempo andan buscando el solaz del amor puro.

Ahora somos guiados por el espíritu, quien actúa en nuestra vida. En su viento, nos lleva a quienes tenemos que ir y nos trae lo que es conforme a la benevolencia divina. La poderosa energía del amor y su hija, la alegría, atraen a sus semejantes hacia nosotros con una fuerza mucho más grande que la de un inmenso imán atrayendo a un pequeño alfiler. Se unen a nosotros las creaciones santas. De ese modo, creamos un vórtice de amor. Un portal a la dicha celestial.

Hoy es día de júbilo. Hoy es el día en que decidimos conscientemente canalizar, ya no solo la sabiduría de Cristo, sino su júbilo perfecto, su quietud imperturbable, su fuerza vibrante y, con ello, los tesoros del reino. Reconocemos que somos la alegría de Dios extendiéndose en la creación. Permanecemos unidos a la alegría de Cristo. Recordamos a cada paso que es dando como se recibe, y con esa verdad como santa compañera de vida damos alegría a cada paso. Extendemos amor. Les recordamos a nuestros amados y olvidadizos hermanos la santidad que son en verdad. Inundamos la tierra con la alegría del espíritu santo. Dejamos que la alegría de la creación se exprese a través de lo que somos en verdad.

¡Qué felicidad es saber que ya no tenemos que ir en busca de pecados o de sombras que iluminar! Ahora la luz ha ocupado todo espacio. Recordamos que la alegría es un modo de ser, tal como lo es el amor.

Hijo que recibes estas palabras que brotan del corazón de Dios. Te pido, con todo el amor y la dulzura de mi corazón inmaculado que escuches lo que a continuación te dice la madre de los vivientes en nombre del tres veces santo.

Ya no existe sombra alguna de pecado en tu corazón, tal como nunca existió ni existirá en el mío. Todo tu ser, tanto en tu humanidad como en tu divinidad, están iluminados. No existe ya un solo rincón de tu alma que no esté embebido por el flujo de la divina santidad. Eres todo luz. Todo lo que yo soy, lo eres tú. Acepta esta verdad y de ese modo me aceptas plenamente a mí en tu corazón. En el reconocimiento de la verdad de estas palabras es como permanecemos unidos para siempre en el amor de Dios y permitimos que el mismo Cristo brille en toda su gloria y esplendor.

Hijas e hijos de María dulce, madre de Dios. Os envío al mundo una vez más para que extendáis la dicha del cielo y seáis felices en la alegría del compartir. Gritad al mundo: la alegría es la manera de Dios.

Elige solo el amor: La morada santa

Подняться наверх