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Palabras de vida eterna

Un mensaje de la santísima virgen María

I. Preludio

¡Hijo amado, dulzura de mi ser! Una vez más me uno contigo en el tiempo y espacio de este modo particular. Lo hago en la voluntad del Padre, quien te ama con inmenso amor divino. En nuestros diálogos el mundo se ilumina más y más. El cielo se extiende hasta la tierra por medio de nuestra relación santa. Soy tu madre y te amo con un amor sobrenatural.

Me manifiesto de este modo por razones que la mente humana no puede comprender. Existe un plan divino y yo soy parte de ese plan, como lo eres tú que recibes estos escritos. Nada ocurre por casualidad. Estas palabras están llenas de vida eterna. Proceden de la unidad de mi corazón inmaculado, el sagrado corazón de Jesús y el tuyo, en cuya realidad existen todos los corazones.

Dentro de la relación santa, que es la relación tierna que existe entre tú, Jesús y yo, existe todo lo que Dios creó como extensión perfecta de su divina unión. Me he manifestado siempre a la humanidad. Lo he hecho de incontables modos y todos ellos tienen una razón de ser dentro de la sabiduría que no es del mundo. Allí donde está el amor, siempre estoy yo.

Tú que eres receptor de estos mensajes, eres mensajero de luz, amor y verdad. Eres mensajero de la paz. Recibe este don bendito. Deja que las palabras toquen tu corazón y en él harás que sean palabras de vida eterna. Tu corazón es uno conmigo y con el corazón de Dios. En él todo se hace santo en razón de lo que eres. En el centro de tu ser existe el poder de Dios. La potencia divina es tan inmensa que todo lo que se acerca a él queda fundido tal como lo hace cualquier elemento de la tierra que se una al sol.

Nadie puede mirar cara a cara al sol, tampoco unirse a él sin quedar convertido en cenizas de luz. Lo mismo ocurre con el amor de Dios. Su fuerza es tal que, si no dosificara su extensión hacia ti, no podrías resistirlo. Ni tú, ni nadie. El poder de mi amor es literalmente infinito, tal como lo es el tuyo, puesto que existe solo un amor santo.

No os preocupéis por los efectos de esta obra, ni de sus símbolos. La potencia de mi voz, que es la voz de Cristo, está más allá de toda palabra. Estamos haciendo milagros en cada rincón de la tierra por medio de esta expresión viva del amor de Dios que vive en nuestra relación. Te aseguro que estas palabras darán vuelta al mundo y transformarán millares de almas. Tantas que no podrán ser contadas. Lo hará de modo misterioso, tal como ya se ha dicho. Recuerda que la palabra de Dios no tiene barreras, nada puede limitarla. Con esta obra atraerás más almas a la unión con Cristo que la cantidad de estrellas que existen en el cielo.

II. Permanezco en ti

¡Hijo nacido de las entrañas mismas del amor! Ya no hay vuelta atrás. Esta madre de todos no descansará hasta ver a sus hijos resplandeciendo plenamente en la gloria del Padre. Allí donde están mis hijos estoy yo. Del mismo modo en que allí donde yo estoy están los que aceptan la verdad de la filiación conmigo. Nadie está obligado a unirse a mi inmaculado corazón. Nadie está obligado a amar. En efecto, nadie está obligado a nada.

Esta es una invitación abierta para todo el universo. Es la estrella de María que está iluminando el eterno firmamento de la consciencia universal. Soy la llamada del amor hecha carne. Soy la estrella que ilumina las mentes y llena de pureza los corazones humildes con la luz que procede del sol eterno que es mi divino hijo Jesús, tu Cristo amado.

He venido para que, por causa de nuestra unión, el ser elevado de la forma, es decir, tu humanidad ascendida, se eleve a alturas inimaginables. No intentes comprender la magnitud del milagro de esta obra. Te aseguro que todo aquel que la recibe es transformado en un nuevo ser tan pronto como acoge estas palabras en su corazón amante de Cristo.

Recuerda que he dicho que estas palabras no llegan solo por medio de los símbolos de la escritura. Mi voz, nuestra voz, se une al viento del espíritu de amor y hace que vuele a todas las dimensiones de la creación. Esto se debe a que somos una sola mente, un solo corazón, un solo amor santo. Unidos somos la concordia del mundo.

Desde el instante en que aceptaste tu función como escriba del cielo, en otras palabras, cuando aceptaste escuchar mi voz y seguirla, sin importar cuánto entendiste o no, al darme tu sí, se realizó un movimiento en la esencia divina. Una pequeña onda, que luego fue transformándose en una ola, comenzó a moverse surgida del océano de amor infinito del ser que Dios es. Esa ola creció y seguirá creciendo eternamente en un movimiento sin fin que creará universos enteros de armonía perfecta. Ahora no puedes ver la totalidad, pero la verás.

Esta manifestación es única. Es en sí un medio perfecto de extensión del amor de Dios. Esta obra es Cristo hecho realidad. Es la esencia divina que ha venido a la tierra. Quien bebe de esta fuente de vida eterna, que son las palabras, espacios y tiempos de esta bendita expresión, recibe en su alma la gracia divina en su totalidad. Estos escritos no son un libro de literatura o palabras que puedan traer simplemente consuelo o iluminar. Son escritos milagrosos. Lo son porque proceden del amor de Dios, fuente de los milagros, y porque llevan dentro de sí el poder del cielo.

Tú, que has sido agraciado con recibir esta obra, déjate alcanzar por el flujo del amor que brota de cada una de estas palabras. Deja que la energía del ser divino fluya cada vez más hacia ti, al permanecer unido a Cristo recibiendo mi voz de este modo. No tengas miedo a recibir a Dios. Recuerda que nunca puedes recibir demasiado amor.

El secreto de esta manifestación no reside en la sabiduría que pueda impartir. Tampoco en el conocimiento adormecido que despierta. El poder de esta obra reside en la relación. Todo ocurre dentro de la relación santa. De modo tal que al pasar tiempo leyendo o recordando estas palabras, o escuchando lo que aquí se dice, lo que haces es unirte conscientemente a Cristo. De ese modo haces más visible la relación de unidad divina en la que existes como hijo bien amado.

Estamos hablando de una dimensión que hasta este momento en el que vive la humanidad no se ha experimentado de modo tan explícito. Estamos hablando de mantener una relación sensible con el espíritu, y por ello con la realidad del cielo de Dios, en tu dimensión humana. Y hacerlo en forma individual y colectiva como nunca antes se hizo, salvo en el origen.

Estamos diciendo literalmente que la relación santa con el Cristo viviente que vive en ti ha entrado en una fase de toma de consciencia que no tiene vuelta atrás. Esa relación que otrora parecía reservada a unos pocos elegidos ahora es la realidad del plano del mundo.

III. Aquí estoy

La expresión “Cristo ha llegado” quiere decir que puedes vivir en la relación que tienes con Dios todos los días de tu vida de modo consciente. Puedes hablar con Dios. Puedes sentir con él. Puedes emprender proyectos juntos. Puedes crear ideas juntos. Establecer relaciones en las que él esté presente. Puedes crear universos de belleza, santidad y perfección en unidad con la fuente creativa que Dios es.

Lo que estamos diciendo no es una herejía. Tampoco megalomanía, ni la búsqueda de grandilocuencia o aprobación. Es la simple verdad. Cada vez que te unes a esta obra te unes a mi inmaculado corazón. Sin importar si lo haces una o cientos de veces, si respetas una estructura o no. Sin siquiera tener verdadera relevancia el hecho de que entiendas o no lo que se dice.

Te aseguro que no puedes comprender en su totalidad, la profundidad del amor que suscita esta manifestación. Esto no se debe a que seas incapaz o ignorante, se debe a que existe una dimensión de Dios que es misterio, y así será por toda la eternidad. El misterio del amor sobrepasa todo entendimiento porque está por encima de la mente e incluso del corazón.

Estamos diciendo que la virtud de esta obra radica en hacerte consciente de la relación directa con Dios y en expresarla. Cuando estableces una relación estableces un diálogo. Una no existe sin el otro. Son una unidad. Podemos decir con perfecta certeza que la capacidad de recuperar tu diálogo con el amor es donde reside el verdadero despertar de la consciencia. Todo lo demás son medios para llegar a este fin, es decir a la relación directa con Dios.

¡Hijo de la luz! Puedes acumular mucha información. Puedes participar de muchos retiros, seminarios, eventos y grupos en los que recibas mucha sabiduría. Puedes realizar grandes obras de solidaridad o devoción. Puedes emprender caminos maravillosos de conductas morales muy elevadas. Todo puede ser esencialmente bueno y en su origen procede del recuerdo del amor de Dios. Pero no puede siquiera compararse con el valor y la grandeza que tiene el acceder deliberadamente a la relación unitiva con el Cristo que vive en ti.

Puedes hacer milagros maravillosos, sanar enfermos y resucitar muertos. Pero si no vives conscientemente la relación directa con Dios, nada de eso tendrá sentido alguno. En última instancia, todas esas cosas serán pasajeras y llegará un día en que se desvanezcan. Pero la relación que tu Padre celestial tiene contigo no se desvanecerá jamás. La relación santa es eterna.

Hijos de todos los mundos. Mi voz siempre está activa. Me comunico ininterrumpidamente a cada alma, a cada aspecto de la creación universal. Soy la universalidad del amor. Alguno de vosotros pensáis, desacertadamente, que me comunico más con algunos que con otros. Esta diferenciación es imposible, porque mi amor no hace acepción de personas. Soy amor y nada más que amor y, por lo tanto, comunico amor y vida eterna. Todos reciben el flujo divino de amor que fluye eternamente de mi inmaculado corazón. Amo con amor divino. Amo con amor de igualdad. Nadie queda excluido de mi mente y de mi corazón. Nadie está excluido del amor de Dios.

Mis palabras alimentan el alma y comunican vida eterna. Los corazones cantan, vibran y se alegran al oír la voz del amor. En esta alegría que se siente en las profundidades del alma, puedes reconocer la relación entre el hijo y la madre. Una relación de amor puro que crea vida constantemente. Un amor que no anula la libertad sino que la extiende. Amor perfecto. Amor de gratuidad. Amor salvífico. Amor llagado por los hijos que se van para nunca más volver, como acto de su libertad. Amor agradecido por los hijos que viven en la unión con la madre sin por ello perder su identidad, sino santificándola cada día más en la relación santa.

Elige solo el amor: La morada santa

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