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II. Misterio y relación

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Se ha hablado de la relación que tienes con todo. Con tu mente, con tu corazón, con lo que eres, con tus sentimientos y pensamientos. Con Dios y con los demás. Se ha expresado con claridad y hermosura la belleza de la relación santa y la relación unitiva con Cristo, la única relación real.

Ahora daremos un paso más. Estiraremos nuestra mente hacia lo que nunca fue dicho, visto, ni oído, pero que el corazón conoce. Nos adentraremos en los abismos infinitos de la relación divina.

Así como las relaciones basadas en el ego, o relaciones especiales, tuvieron que ser vistas por lo que eran antes de poder avanzar hacia la relación santa, ahora nos animamos a cometer la osadía de las osadías.

Tu humanidad se abismará por completo en aquello que está más allá de todo pensamiento humano, sin dejar de ser la que es. Ahora, humanidad y divinidad se abrazarán, estableciendo un nuevo vínculo de amor. El vínculo con la fuente suprema y la naturaleza del hombre. Y con ello tomaremos consciencia cada vez más de la unión que está por encima de toda unión, y las incluye a todas.

¡Amado espejo de sabiduría! ¡Qué alegría es poder cantar contigo una nueva canción cada mañana, cada atardecer y cada noche!

¡Qué júbilo sienten nuestras almas puras, unidas a la tuya, al poder crear eternamente nuevos universos de amor infinito! ¡Universos que viven en nuestros corazones puros!

Somos la realidad de la perfecta caridad. Somos la luz de la gloria del Padre de las luces, manifestada de un modo que hace bailar al corazón y reposar a la mente en los dulces brazos del amor.

¿Quién que pueda hablar, expresa con perfecta claridad y extensión, lo que en la relación divina experimenta el alma? Nadie. Y, sin embargo, lo haremos en esta obra única, llena de amor angélico, amor santo. Llena de sabiduría seráfica y belleza celestial.

Lo que en este sexto libro se dirá será único, porque no existen dos expresiones idénticas de lo que la relación divina entre el alma y su fuente sagrada crean. A pesar de ello, los corazones amantes que han hecho la opción por el amor sabrán beber de la fuente de sabiduría que esta obra ofrece. Y así, como un címbalo que resuena con gracia y armonía, sus almas vibrarán al compás de la verdad eterna. Se unirán al coro de los ángeles que esta manifestación regala. Cantarán con nosotros un cántico de amor, que durará para toda la eternidad.

Los que son de la verdad reconocerán quién es el que le habla al corazón. En estas palabras, escucharán al mismo Dios en la tierra. Serán felices en el recuerdo de su primer amor, al cual ya han encontrado y con el que cada día se van fundiendo más y más.

¡Amada alma pura! Tú que vives para Dios. Has de saber que quien se una a esta obra se hará uno con nosotros, y en razón de esa unión, ocurrirán milagros y acontecimientos espirituales de incalculable grandeza y beatitud. Se abrirán compuertas del cielo que aún no se han abierto.

Estos escritos serán un conducto por medio del cual la gracia de Dios fluirá a un incontable número de hermanas y hermanos, tanto entre los que están en el tiempo como los que ya se han ido y los que vendrán a elegir de nuevo. Estas palabras serán como una estela que otros seguirán al venir al mundo. Serán como un surco, o una huella, que otros seguirán con certeza y los llevará sin demoras ni desvíos a la morada santa. Todos ellos, en unión contigo, conmigo, y con el cielo todo, serán abrazados por el amor de Jesús y María. Unidos viviremos por siempre en la realidad del amor. Juntos cantaremos victoriosamente el canto de la vida eterna.

Elegir solo el amor es para lo que has venido a este universo, y para ninguna otra cosa más. Mostrar el camino para que esta elección sea hecha consciente y deliberadamente por otros, es el modo más elevado de compartir al que se puede llegar, porque es la manera de compartir a Dios.

Elegir solo el amor es elegir solo a Dios. En otras palabras, es permanecer solamente en el reino, y permitir que lo demás venga por añadidura.

Hermano, has venido a elegir de nuevo y has elegido. ¡Qué alegría! ¿Qué júbilo más grande puede haber para ti, que has cumplido el propósito del cielo?

¡Oh, divino niño! Deja que estas palabras se adentren en tu corazón. Permite que su música te cante una canción de amor. Haz que la dulzura de Cristo embeba tu ser. Reposa en el descanso de la verdad.

El único obstáculo hacia la iluminación, es decir, hacia el supremo conocimiento, es el miedo. Es cierto que muchas veces dentro del alma se inicia un movimiento que empuja a tu humanidad a hacer largas procesiones, ayunos, meditaciones y ejercicios de todo tipo. Incluso ese movimiento puede llevarte a leer libros o a la práctica de alguna o varias devociones. Todo ello, finalmente dará sus frutos si está cimentado en la sinceridad de corazón. Pero no lo hará en razón de los actos realizados o renunciamientos, lo hará en razón del propósito santo de conocer a Dios.

El mérito que el hacer espiritual tiene reside únicamente en que te permite tomar consciencia de tu anhelo de vivir en la verdad, de tu deseo de habitar en la casa del Padre, lo cual no lo hace algo menor sino muy importante. En otras palabras, procede de tu anhelo de amor perfecto.

El miedo anula tu consciencia al amor en el sentido en que lo pierdes de vista. Por lo tanto, podemos decir, con certeza y en armonía con el caminito propuesto en esta obra, que es el que se concibió para ti, que puedes hacer muchas cosas intentando alcanzar a Dios, pero si no estás dispuesto a dejar a un lado el miedo, nada de eso te servirá mucho, salvo para acrecentar tu ego.

Esta sesión la hemos denominado “los santos desconocidos”. Podría también haberse llamado “los iluminados desconocidos”. Lo que se busca expresar con ello es que existen todo tipo de seres que han alcanzado la iluminación, es decir el conocimiento superior, que es lo mismo que hablar de la sabiduría del amor. Todos tienen un común denominador, tal como se ha dicho ya. Todos han elegido al amor como el centro y la razón de su vida. Todos han elegido a la verdad como su compañera eterna sin importar dónde estén o lo que hagan. Ellos viven para Dios y en él conscientemente, aunque la totalidad de los efectos de su elección no les son completamente conocidos, mientras permanecen con una función en la tierra.

Una vez que ya no prestan un servicio encarnados en el plano físico, a pesar del hecho de que siguen eternamente prestando un servicio al amor, por ende, siguen sirviendo a sus hermanas y hermanos, incluso con un grado mayor de comprensión del amor y de unión con Cristo, comprenden que el supremo conocimiento es eterno y por esto siempre lo conocen. En ese entendimiento, acerca de la vastedad inasible de la verdad, descansan en paz y maravillados al ser eternamente sorprendidos por la grandeza de la sabiduría del amor. Lo que pueden llegar a conocer deja de ser percibido como una carencia para pasar a ser entendido como lo que es, un constante conocer a Dios, más y más en un creciente saber hermoso, sereno y santo. Dicho llanamente, toman plena consciencia de la infinitud de la verdad.

Elige solo el amor: La relación divina

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