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II. Luz, viento, amor

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Dentro del marco de esta obra, iluminación significa encarnar al Cristo viviente que vive en ti. Es decir, encarnar al amor. Esto se debe a que Dios solo se relaciona con su único hijo, es decir, con Cristo. Este asunto del hijo unigénito de Dios también ha creado cierta confusión. No nos extenderemos sobre ello, pero sí diremos lo siguiente.

Dios tiene solo un hijo, por supuesto. Ese hijo es su ser divino. En realidad, todos se relacionan solamente con su ser, y desde esa relación surge otra. En verdad, en verdad te digo que Dios y tú tienen un solo hijo, vuestro ser, al igual que yo y todo ser viviente.

Al ser que Dios es, lo lamamos Cristo, amor, hijo de Dios, o reino de los cielos. Dado que ese es el único ser verdadero, es decir real, cuando fuiste creado se te dio a Cristo para que fuese lo que tú eres. En otras palabras, el creador de tu ser no pudo darte otro ser que el suyo, puesto que no existe tal cosa como un ser ajeno al que él es. Esto es lo mismo que decir que el amor se da a sí mismo porque no tiene otra cosa que dar, ya que no existe nada fuera de sí. Que aceptes o no esta verdad es “harina de otro costal”, pero la razón te dirá que esto es verdad: no puede haber otro ser verdadero que no sea el ser que Dios es.

Puedes ser el hijo de Dios en la tierra y en el cielo porque puedes ser tu ser verdadero. Eso es completar tu camino a la verdad, o dicho de modo más preciso, eso es andar en verdad.

Para que no te pierdas en la abstracción y que todo esto se pueda entender con claridad, es importante que recuerdes, amado niño, que cada camino de la vida que cada cual de vosotros tenéis, es en sí el camino de la iluminación o de la verdad. Esto se debe a que es en sí el camino que se os ha dado para alcanzar el conocimiento supremo. Si os abrís en vuestras mentes y corazones, en vuestras vidas del mundo podéis alcanzar la plenitud del amor. No hay razón para no hacerlo, salvo la decisión consciente y deliberada, es decir, libre, de no hacerlo y de ese modo abrazar para siempre al miedo en vez de vivir en la alegría del amor.

El verdadero conocimiento y la iluminación son lo mismo. No se alcanzan por esfuerzo o por una acción. Se obtienen única y exclusivamente por revelación divina. Es un don. Tal como la vida te fue dada, el amor también te es dado. Que reconozcas al amor, allí donde hace acto de presencia, es un regalo del Padre celestial. Es cierto que puedes disponerte a recibirlo y que tu disposición es valiosa. Y, por sobre todo, es un presente purísimo para tu padre y creador, pero incluso hasta la disposición y el renunciamiento no son condiciones necesarias verdaderamente hablando.

Puedes encarnar a Cristo sin tener actividad cerebral, puedes encarnar al amor sin poder hablar, o incluso sin poder expresar nada a través de los sentidos del cuerpo. Es más, puedes encarnar a Cristo sin siquiera ser humano. Las plantas pueden encarnar al Cristo viviente, los animales también y los elementos que componen la materia también pueden hacerlo. En resumen, ser la encarnación del amor es posible para todos los que habitan la tierra, y para el universo físico como tal.

No te preocupes acerca de si meditas o no, si lees los libros adecuados o no, incluso si sabes leer y escribir o no, o si realizas la acción correcta o no. Ocúpate única y exclusivamente en mantener tu mente y tu corazón abiertos para recibir el amor. Y en la medida en que recibas el amor de Dios, te irás haciendo uno con él. Lo demás es asunto de la unidad de tu ser con su sagrada fuente, es decir de la relación directa con Dios.

Tú, particularmente tú, debes alcanzar y permanecer en el amor divino. Es siendo lo que eres aquí y ahora, abrazando todo ello, aceptando lo que estás siendo a cada instante, como reúnes dentro de tu corazón lo que eres. Con ello, vives en la unidad y permites que tu ser se haga consciente de la relación divina, es decir, de tu relación con Dios.

La relación de amor divino no es una en la que dos seres separados se miran a la distancia, o como si se relacionaran desde la indiferencia, o la violencia. Es una relación de puro amor de unidad. Un vínculo en el que lo que eres y su fuente se hacen uno. Tal como amante y amado, los cuales al unirse ya no pueden vivir el uno sin el otro y ser felices. O como una madre amorosa y su hijo recién nacido. O como un padre cuya luz de sus ojos es su hijo y este vive agradecido.

Recuerda que es en la tierra donde comienzas a reconocer el amor y que quien dice que ama a Dios, a quien no ve, pero no ama a su hermano a quien sí ve, vive en la ilusión. En otras palabras, es necesario comenzar a amar lo que se ve para poder finalmente amar lo que está más allá de toda visión física.

En rigor de verdad, el camino de la vida que cada uno de vosotros estáis recorriendo en el mundo, tal como ya se ha dicho en esta obra, es el camino del despertar al amor. Es el camino perfecto por medio del cual ese despertar acontece.

Es cierto que también algunos despiertan antes y otros después. Pero es importante que reconozcas, bajo la serena luz de la verdad, que en el momento en que naces en el mundo, comienzas a despertar a la consciencia del amor. Eres más consciente de lo que eres, y como lo que eres es amor, entonces lo que haces es despertar al amor que eres en verdad. Cómo es la vida de cada uno es irrelevante, en relación al hecho de que cada cual está despertando a la verdad que es.

El estado de inconsciencia, o dicho con mayor exactitud, de negación del amor, o del sueño profundo en el que Adán se había adentrado, es anterior a tu encarnación en el plano físico. Cuando entraste a la dimensión del espacio y el tiempo comenzaste, por decirlo de alguna manera, la última fase del despertar de la consciencia.

De esto también se ha hablado, aunque ahora lo hacemos desde una nueva perspectiva. Lo hacemos bajo la luz del reconocimiento de que no existen personas más o menos iluminadas, más o menos despiertas. O bien vives en la luz o vives en las tinieblas. O bien estás despierto o estás dormido.

Todos los que están en el mundo han despertado. Eso es necesario para poder hacer la opción que tienen que hacer. Nadie puede elegir verdaderamente mientras está dormido, salvo el seguir durmiendo o despertarse. Esa elección no es la que se hace en el mundo, pues ya se hizo antes de ingresar a él.

La elección que todos están llamados a hacer es la elección por el amor. Para ello deben alcanzar un grado de consciencia que les permita elegir. El tiempo y todo lo que forma parte de la dimensión del espacio y la materia, colaboran con esto.

Para eso has venido al mundo, para elegir de nuevo. Aun así, una vez que despiertas, tienes que recorrer un camino, porque en eso consiste la vida, en un caminar. La vida es movimiento.

Unamos los puntos. El camino de cada uno o, dicho de otra manera, la vida que vives en este mundo, te lleva desde un estado de inconsciencia hacia el de plena consciencia de la verdad de lo que eres. Este camino tiene fases secuenciales, en cierto modo.

Las etapas del despertar de las que estamos hablando, pueden describirse de la siguiente manera. Comienza por el camino del corazón. Una vez finalizado este, empiezas a andar por la senda de la transformación. Al ser transformado, recorres la vía del conocimiento. Tan pronto como en ella alcanzas el supremo saber y elijes vivir en la verdad que te ha sido revelada por medio de la sabiduría que no es del mundo. Entonces, y solo entonces, comienzas a recorrer el único camino que es eterno. El camino de ser.

Estos caminos, concatenados unos con otros, comienzan a ser recorridos con mayor o menor grado de consciencia, pero todos tienen un común denominador: el perdón y el amor, que son como dos piernas con las que el alma camina por los senderos de la verdad. Esas piernas dejan de ser usadas cuando finalizas la vía del conocimiento. A partir de ahí, sigues hacia adelante por el camino de ser. Pero ya no caminas, vuelas. Lo recorres con las alas de la libertad.

Lo cierto es que en este mundo todos están aprendiendo la lección del perdón, por medio de la cual se alcanza el estado en el que cada cual se perdona a sí mismo, a Dios, a todo y todos. La forma en que esta lección se aprende es, en cierta medida, irrelevante en relación a la verdad, porque todos están aprendiéndola y la aprenderán de un modo u otro.

No te olvides de que el plano del espacio-tiempo, o reino material, no es solamente el mundo en el que existe el cuerpo físico tal como lo conoces, sino que hay una realidad que está más allá del cuerpo, pero que sigue siendo parte del universo temporal.

Elige solo el amor: La relación divina

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