Читать книгу Elige solo el amor: La relación divina - Sebastián Blaksley - Страница 24
II. Regresar al amor
ОглавлениеHija del amor. Has de saber que reconocer algo con la mente pensante y aceptarlo como una verdad que es parte de tu ser son dos cosas diferentes. Por eso es que hemos recorrido un camino que toca tu corazón y tu mente. Nosotros, los ángeles de Dios, aquellos que por designio del Padre traemos ante ti la voz del Cristo viviente, sabemos que no existe tal cosa como un corazón y una mente, sino que ambas son una única realidad espiritual que reside dentro de lo que se ha dado a llamar el alma humana. Usamos la distinción de palabras mente y corazón porque integramos el lenguaje de la separación, que es el que surge de la torre de Babel, y lo transformamos en un nuevo lenguaje, el lenguaje de la unidad.
Estás en perfectas condiciones de no perderte en los símbolos. Es decir, en poder reunir aquello que la separación pretendió separar y llevarlo al centro del universo, que es el corazón de Dios, o centro de la unidad universal. Ese centro, o “lugar”, existe.
Cuando hablamos de tu realidad divina, es decir, de la verdad que eres, estamos hablando de algo que el lenguaje humano no puede describir pero que sin embargo sí que puede ponerle palabras. Esas palabras que hemos utilizado a lo largo de la historia para describir lo indescriptible sirven al propósito de la verdad. No hay necesidad de obliterar el lenguaje humano para dirigir la mente y el corazón hacia el cielo. Pronuncia la palabra amor, con toda tu alma, toda tu mente y corazón, luego quédate en silencio y experimentarás el misterio de la vida. Pronuncia la palabra Dios. Quédate en silencio y verás lo que ocurre en tu corazón.
La palabra humana, tal como ya se ha dicho, tiene significado porque está cargada de sentimientos, emociones y creencias. Y todo eso hace que sea una energía que provoca algún efecto en ti. Al provocarlo en ti, afecta a toda la creación. Por eso es que Jesús te ha dicho que toda palabra será pesada. Esto no debe ser motivo de preocupación ni mucho menos, sino de reconocimiento del poder del hijo de Dios. Cuando decimos que la palabra afecta de un modo u otro a la creación, estamos refiriéndonos al pensamiento que la antecede y su correlativo sentimiento. Es la unión de pensamiento y sentimiento lo que tiene poder. No la palabra en sí.
Dado que ya hemos reconocido el poder de la mente y también el poder de los sentimientos, y sabes que en ambos reside una energía que crea tu experiencia consciente y, por ende, lo que concibes como tu vida, entonces el honrar tus sentimientos y pensamientos, así como el de tus hermanas y hermanos, pasa a ser una base fundamental para vivir como el Cristo en la tierra.
El amor es inclusivo, integra dentro de si todo, y lo transforma en amor. Esto es lo mismo que decir que, al abrazarlo todo dentro del amor, se transmuta provocando como efecto, un mayor grado de consciencia amorosa. Menospreciar los sentimientos de tus semejantes bajo el supuesto de que existen sentimiento buenos o malos, o pensamientos pecaminosos o santos, es dedicarse a una actividad tan ajena a la creación que te desconecta del coro creativo de los hijos de Dios.
Durante el tiempo en que regías tu vida por el sistema de pensamiento de la separación, utilizabas la exclusión como medio de protección. Creías que separando eras más, más diferente. Al diferenciarte cada vez más por medio de la separación, creando el individuo único que querías ser, considerabas que tu identidad estaba a salvo. Ahora sabes que eso no es verdad, y que en efecto lo opuesto lo es. Este reconocimiento te vuelve a unir a la verdad de lo que eres. Es decir, te regresa a la casa del Padre.
Regresar a la casa del Padre es una expresión que se ha utilizado para referirnos al retorno al amor divino que tu ser es. Es decir, a tu verdadera identidad como hijo bien amado de Dios. Es en ella donde aprendes quién eres, o mejor dicho donde se te da una identidad. Allí es donde se te da un nombre, quizá hasta un apellido para poder identificarte mejor, y también donde absorbes los pensamientos, creencias y valores que conforman tu visión de la vida. Si esto es así en la casa paterna de la tierra, es porque existe una remembranza de la verdad celestial. La casa del Padre es una expresión que busca simbolizar el origen de la vida y, por ende, de tu ser.
Dado que aquello que te dio la vida es lo que define lo que eres, y no puede hacerlo de ninguna otra manera que extendiendo su naturaleza hacia ti, entonces lo que eres está relacionado a su fuente. Esa relación del ser con la fuente que le da existencia es la relación divina. Existe y es lo que eres.
No solo eres uno con tu fuente sino con la relación que existe entre ella y lo que eres. Reconocer esto es lo que te libera del miedo a la pérdida, a la soledad y al abandono. Es lo que te permite retornar al amor y permanecer en él.
Fueron muchos los que se centraron en la casa y no en el Padre en sí, dentro del relato de la parábola. Ahora que has recorrido el camino del corazón, el de la transformación y el del conocimiento, puedes centrar tu mirada en lo esencial y retirarla de lo que no lo es. Hacer eso es literalmente recuperar la visión espiritual.
Observa cómo vamos corriéndonos cada vez más desde la forma hacia el contenido. Desde lo ajeno hacia lo nuestro. Desde la superficie hacia las profundidades de la verdad.
La casa no es lo importante, en el sentido en que la casa puede ser cualquier de cualquier tipo y, sin embargo, eso no afectará lo que eres. Lo que te dio tu identidad terrena, independientemente de si era egocéntrica o no, ha sido la relación que has tenido con aquellos que hayan actuado de un modo u otro como “tus padres”. Evidentemente esto no tiene nada que ver con el hecho de que ellos fueran realmente tus progenitores o no, y mucho menos con el hecho de que sean dos, uno o incluso una institución.
La palabra “padre”, en este contexto, se refiere a aquel desde donde te nutres para obtener una identidad, un modo de ser. Ahora bien, observemos que en “la familia humana”, sea que adopte la forma de una unidad de dos padres con sus hijos, o cualquier otra forma, pueden existir muchos hijos, y que cada cual tendrá un rasgo de personalidad único, a pesar del hecho de tener todos los mismos padres o educadores. Esta observación tiene algo que decirnos acerca de lo que estamos hablando.
Lo que te ha dado tu personalidad o, mejor dicho, tu identidad aquí y ahora, independientemente de si es real o ilusoria, es la relación que has tenido con la vida. Es decir que no es la vida, ni los padres, ni la cultura, ni la educación, ni el mundo, lo que define lo que eres y por lo tanto tus respuestas. Si bien eres tú el que responde como responde, porque eres el que eres, esa respuesta no cambia tu ser, más bien es lo que hace que este se exprese. Esto demuestra que la relación que tienes con todo es lo que define tu respuesta, no al revés.