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III. Tu relación con la vida

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La relación es la causa de tu experiencia y no a la inversa. Esto quiere decir que cuando experimentas algo, primero tienes que haber establecido una relación en tu mente, la cual define un significado, y sobre la base de ese propósito asignado, crea un efecto en tu corazón. El efecto es el buscado, por ello se le asignó un propósito a la relación.

Asignarle a la relación un significado, conforme a lo que la mente determina como valioso para ella, es dejar a la relación sin propósito alguno. Todo aislamiento procede de una creencia en que la relación es algo sin valor propio. De esta creencia ha surgido la idea de la separación de Dios. Creer que la relación con aquello que te dio la vida no tiene importancia alguna, o si la tiene es muy escasa, es cortar todo vínculo con la vida. Esto se debe a que la fuente de tu vida no solo te creó, sino que te sostiene en la vida y te crea eternamente. Es decir que no eres el creado, sino creación. Esta distinción es de suma importancia para ti, que comenzarás a ir por el mundo de un modo cada vez más visible y elocuente como el Cristo encarnado.

No eres el creado. Eres creación. Céntrate en esta afirmación. Quédate en ella en el silencio de la paz que no tiene contrario. Sumérgete en los abismos profundos que esta verdad encierra. Si se la entiende bien, en ella reside toda verdad. De ella emana la humildad. Cuando aceptas que eres creación, reconoces que el modo de Dios es crear constantemente tu ser. No existes en ningún otro instante que en el presente de Dios, porque no existe nada más.

El amor es eterno presente, tú también. Precisamente porque eres amor. De tal manera que el hombre, la mujer, el niño o la niña que un día fuiste, incluso aquello que fuiste hace unos minutos cuando comenzaste a leer esta sesión, dejó literalmente de existir. Eres un nuevo ser a cada instante de tu existencia. Dios es eterna creación, siempre creadora y creativa. La vida no envejece. La vida es eternamente naciente. En cierta medida podemos decir que mueres a cada instante y renaces a cada instante, en una muerte que no es muerte sino vida eterna, y en un renacer que es puro gozo infinito.

Si la relación lo es todo y no existe ninguna fuera de la relación con el amor, dado que el amor lo es todo, entonces podemos decir que esta obra te lleva a la única verdad a la que necesitas regresar. A la verdad de la relación directa con el amor. Esto te permite comprender cuán sagrado es el tiempo que vive la nueva humanidad, de la cual eres parte. Una humanidad cuya consciencia de la relación directa con Dios es su fundamento.

Ciertamente los espíritus se están abriendo hacia la relación directa con el amor que su creador es, de un modo que jamás antes lo han hecho, salvo en el origen del tiempo. Este abrirse al amor que reside en cada corazón, por el solo hecho de existir, es el retorno a la casa del Padre. Podemos decir a ciencia cierta que la casa es el corazón que Dios te dio, el padre es el amor que Dios te dio y el hijo es el ser que Dios te dio. ¿Puedes ver cuánto te ha dado tu Padre que te ama tanto? ¿Puedes comenzar a crecer más y más en el amor hacia lo que eres?

Espero de todo corazón que a estas alturas te hayas percatado de que la voz que te habla en estas palabras es tu propia voz divina. Es la voz de tu consciencia verdadera. Es tu ser hablándote a ti y a todo el mundo. Es la voz de que se te ha dado como extensión de la palabra viva para que el mundo escuche una manera diferente del mismísimo amor.

En última instancia ese es el propósito de tu vida: expresar la relación con Dios a tu modo. Es decir, sobre la base de tu modo único e irrepetible de ser. Si no haces eso, no te expresas en verdad. Lo que quiero decirte con esto es que, si lo que expresas es lo que “otros” creen que es la verdad, o lo que “otros” han experimentado, tal como si esa fuera la única forma de expresión, y de un modo u otro piensas que tú no puedes tener tu propia experiencia de Dios, entonces estás de alguna manera negando la relación con Dios y con ello, negando tu ser.

La negación del ser en realidad es la negación de la relación directa con su fuente. Un ser sin causa es, o bien Dios, o nada. Esas son las opciones en que te deja el sistema de pensamiento de la separación o autonomía. Sabes que solo Dios es la causa primigenia de todo y que, si tú no tienes una causa, entonces te asemejarías a Dios. ¿No te resulta un poco familiar esto que estamos diciendo? En esto consistió el diálogo con la serpiente. Esta fue la verdad que se quiso ocultar al decir “seréis como Dioses”.

Los que buscan ser como Dios se quedan sin causa y, por ende, sin fuente de vida, porque para poder ser como algo debes ser un imitador y no un ser auténtico. Ser como alguien es imitarlo, ya que es vivir de una comparación. Si imitas a cualquiera, no tienes una causa, porque la imitación no tiene raíces intrínsecas, lo que tiene es simplemente una fuente externa a sí mismo, la cual utiliza para copiar.

Podemos decir que la imitación es algo así como una identidad a la deriva. En rigor, no es una identidad, es simplemente una copia de algo. Imitar a Dios ha sido el jueguito del ego. Ser auténticamente tal como fuiste creado para ser, es el regalo del amor.

Creer que no puedes tener una relación sensible con Dios, los ángeles y lo que está más allá del cuerpo y la mente pensante, es negar la relación directa. Hacer eso ha sido parte del pasado. Ahora no es necesario seguir por esa senda. De hecho, ya no lo crees con tanta firmeza. No existe tal cosa como algunos con mayor acceso a la divinidad que otros. Esta idea no tiene sentido alguno. Lo que existe es que algunos expresan la relación de un modo y otros de otra manera. Si se la entiende bien, la vida es una expresión de la relación con el creador.

La pregunta entonces es, ¿cómo está siendo ahora tu relación con el amor? ¿Es una relación distante? ¿Es una relación de miedo? ¿Es una relación que abarca toda tu realidad? ¿Recurres a ella constantemente, para nutrirte del néctar divino que da vida a tu alma? ¿Sientes al amor que vive en ti? ¿Te sientes en paz contigo mismo? ¿Recurres a la paz que no tiene contrario como amiga inseparable con la que compartes tus sueños, tus anhelos, tus deseos y tu vida? ¿Confías en el amor? Todas estas preguntas son una y lo mismo, y pueden resumirse simplemente diciendo: ¿qué significa el amor para ti?

No creas que no puedes conocer el significado del amor. Puedes porque Dios es amor y conocerlo a él es conocer también su propósito como ser creador de todo lo creado. Ciertamente esto no es algo que pueda hacer la mente pensante, dada la limitación de su modo de pensar. Pero tú no eres ni los pensamientos que piensas que piensas, ni los deseos que crees que deseas. Eres más que todo ello. No eres un cuerpo que lucha para sobrevivir, o pasarla lo mejor posible antes de tener que morir inexorablemente. Eres espíritu.

La lucha entre el cuerpo y el espíritu hace tiempo que ha finalizado para ti que recibes estas palabras, por eso es que ahora reina la paz en tu corazón y no dejará de reinar en él por los siglos de los siglos. Nada ni nadie puede arrebatártela. En realidad, nunca hubo nadie que tuviera el poder de hacerlo, ni siquiera tú mismo. Cuando te desconectabas de ella en realidad era por pura decisión tuya, pero eso no hacía que la soberana de tu alma dejara de habitar en tu corazón. No era de la paz, ni del amor, de lo que te separaste, era de tu ser. Y dado que en él residen los tesoros del reino, entonces al haberte desentendido de las “tonterías” de tu corazón, te desentendiste de todo lo que en él habita.

¿Cómo ibas a gozar de la paz de Cristo si le dabas la espalda a tu corazón?

Los asuntos del corazón son los asuntos de tu Padre que está en el cielo. Tal como hemos dicho en esta obra, esos son los asuntos de los que debes ocuparte. Ocuparte de tu corazón es la única responsabilidad que tienes, porque tu corazón es lo que eres. Por lo tanto, al ocuparte de él te ocupas de tu ser. Ocuparte de tu ser es amarte a ti mismo, puesto que nadie se ocupa de aquello que no le interesa y nadie está interesado en lo que no considera valioso. Por lo tanto, aquí puedes encontrar la vara de discernimiento que te mantendrá anclado a la verdad inmutable. ¿Cómo anda tu corazón? ¿Qué cosas están ocurriendo en él? ¿Cuánto le dedicas a conservar sano y salvo tu bendito corazón? ¿Quién habita en él, el miedo o el amor?

Elige solo el amor: La relación divina

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