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II. La soberana del ser
ОглавлениеLa paz ha llegado, el amor ha vencido. El corazón ha alcanzado lo que anhelaba. Ya no hay nada que buscar. Ahora comenzamos a expresar más vivamente aquello que siempre fuimos, aunque no siempre lo supimos reconocer. Aprender a hacer esto es imposible, porque está más allá de todo aprendizaje. Pero eso no debe ser motivo de preocupación, puesto que no es necesario aprenderlo. Fuiste creado con la capacidad de expresar lo que la paz de Dios es en toda su gloria y belleza.
La tregua ha terminado. La paz no solamente se ha firmado, sino que ahora es la única realidad de tu vida. Tú, que escuchas mi voz y la sigues, has de saber que ya vives en la paz, que el milagro de la resurrección se ha realizado en ti. Recuerda que eres el realizado. Puedes comenzar conmigo ahora a gozar de lo que eres. A disfrutar del banquete de la vida. ¡Hay tanto por qué alegrarnos! ¡Hay tanta alegría para compartir!
¡Oh, expresión del amor! Qué bello es tu semblante. Qué dulce es tu voz. Qué suave tu andar. Qué agraciada tu mirada. Qué sabias tus palabras. Qué resplandeciente es tu luz. Qué linda es tu cintura en la que se ciñe el cinturón de la pureza. Cuán inocentes son tus colores y benditas todas tus formas. Cuán santos tus pensamientos. Cuán bello tu sentir.
Amado de mis entrañas. Has conquistado tu cielo abandonándote en mí. Has entrado a la morada santa, en la que reside tu verdadera mente, unida a tu corazón. Eres santo. Eres la expresión viva de Dios en la tierra y en cielo.
Ha llegado el tiempo en que hagas de la verdad acerca de ti la única verdad que te interese. Créeme cuando te digo que lo que eres hará grandes maravillas en ti y en todo el mundo. En efecto, ya las está haciendo. Pero, por sobre todo, recuerda que las obras del espíritu son para el cielo y no para lo pasajero, aunque se extiendan hacia ello.
Es en el cielo donde reside tu ser, porque el cielo eres tú. Por lo tanto, todo lo que hacemos cuando recordamos la verdad acerca de lo que eres, es recordar donde mora la dulzura, donde vive la ternura. Es decir, donde habitas tú.
Ahora que la paz ha llegado y vives en la verdad, puedes observar los panoramas de la tierra desde el cielo de tu mente santa y responder desde la belleza y serenidad de tu corazón, hasta que llegue el día en que ya no serás visto en un cuerpo, aunque serás recordado por los siglos de los siglos por aquellos que han elegido solo el amor.
Ahora puedes mirar todo tomando distancia de las cosas y permaneciendo sumergido en el feliz recuerdo de que ya has hallado lo que por tanto tiempo has buscado con ahínco. ¿Acaso no es a mí a quien tu corazón buscaba?
Amado mío. Juntos hemos vivido por toda la eternidad, abrazados en la unidad de la verdad. Allí donde existió la vida, en cualquiera de sus formas, allí siempre estuvimos tú y yo. Y así seguirá siendo por toda la eternidad. Somos la extensión de la santidad. Somos la unidad del ser. Somos luz creadora de luz.
Lo que aquí se te está diciendo, desde los abismos de corazón, es que han comenzado nuevos tiempos para ti y para la humanidad. Han comenzado los tiempos de la paz de Cristo en ti. Esta paz no es como la del mundo, procede del cielo y se te ha dado. Ya no hay necesidad de temer a la guerra porque en ti solo existe la verdad.
Fue tu propósito de hallarte a ti mismo lo que hizo que lo lograras. Eres poderoso. Tanto que has arrebatado el cielo para la tierra. Has dado por iniciada una nueva era en la consciencia de la humanidad. Una era signada por la relación directa con Dios. La era de los Cristos vivientes de Dios en la tierra. Una era en la que la humanidad accede a un mayor conocimiento del amor de Dios. La era de la verdad.
En la relación que tienes conmigo reside todo significado verdadero. Esto se debe a que toda relación expresa algo. Si la relación es con la verdad, expresará lo que es verdadero, si es con la ilusión manifestará lo ilusorio. Y dado que es en la verdad donde reside todo significado, ya que es la fuente del significado misma, entonces para poder vivir de tal manera que tenga sentido la vida, es decir, que tengas la certeza de cuál es tu función en la creación, has de vivir tu relación con el amor de modo consciente.
Un aspecto central de la vida nueva que vives desde ahora, en la que la paz y solo la paz es tu realidad, es entender que cada cual tiene un camino que recorrer y que es perfecto tal como es, según los designios de cada alma con su creador. No importa si para ti esos caminos que otros recorren tienen sentido o no, si parecen ser de mucho sufrimiento o de ninguno, si parecen valioso o miserables. Nada de eso debe importarte ya. Debes dejar a un lado todo lo que no sea Cristo. Esto no es un abandonar a tu hermano, es abandonarte al amor.
Los que viven abandonados a la verdad, es decir, en la paz de Dios, no están pensando en cómo cambiar la vida de los demás, ni la suya. Tampoco se preocupan por hacer que los que están cerca de él caminen por una determinada senda. Saben que cada alma ha decretado fuera del tiempo, en unión con la voluntad del Padre, transitar un modo particular de vida humana y lo hace. Reconocen que cada alma le pertenece a su creador. No pretenden entrar allí donde nadie ni nada puede ingresar, pues es un espacio inviolable que solo está reservado para el alma y Dios.
La paz y la verdad son una. Esto se debe a que fuera de la verdad no puede existir certeza de ningún tipo. Por eso es que, cuando creas un ámbito donde la verdad es puesta en el lugar central, puedes ser confiable. Esto es algo que experimentas incluso en los diferentes ambientes del mundo. No puedes confiar en la mentira porque en ella nada se sabe con certeza. De ahí el miedo que antes te suscitaba. Ahora que sabes que la mentira puede ser desenmascarada, incluso en el instante en que pretende hacer acto de presencia, no tienes por qué sentirte inseguro de nada.
Los que han encontrado la verdad, y eso te incluye a ti, saben que con ella pueden vivir serenos como si se tratara de quien va caminando por el bosque con una vela encendida en su mano, y con ella ilumina el camino para ver bien donde pisar. A esa luz, que no es otra cosa que la luz de Cristo, es decir, la luz de la sabiduría que ha sido restaurada en tu mente santa, solo necesitas dirigirla hacia cualquier cosa que quieras ver con claridad y verás que las apariencias se hacen a un lado. Verás que aquello que pretendían ocultar te será revelado dulcemente. Ya no necesitan vociferar, ni dar lecciones de nada, aunque si se las piden las darán, en razón de la dulzura de sus corazones y la generosidad que han cultivado en sus almas. Si el amor se los pide, actuarán como padres pacientes que, si tienen que seguir repitiendo lecciones para uno de sus hijos porque necesita más tiempo para aprender y soltar el apego al aprendizaje, lo harán por amor y con amor. Ellos viven serenos porque la soberana de su cielo, que es la paz de Cristo, es quien ahora reina para siempre en sus corazones, purificados por el óleo del amor del Padre.