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ОглавлениеCapítulo 6
El Pago del Impuesto del Templo
Mateo 17:24-27
Pregunta y Respuesta
De todos los cuatro escritores de los Evangelios, sólo Mateo, el antiguo cobrador de impuestos, narra la historia de Jesús pagando el impuesto para el tempo, el cual tenía que ser pagado anualmente para el mantenimiento de los servicios religiosos del Templo de Jerusalén. El impuesto era de medio shekel, lo cual era el equivalente al ingreso percibido por dos días de trabajo y cada varón judío mayor de veinte años debía pagar esta suma.
No sabemos si los judíos desembolsaban esta cuota anual durante sus visitas al Templo o lo pagaban al cobrador de impuestos mientras iban por el campo. Mateo nos narra que los cobradores de impuestos se acercaron a Pedro y le preguntaron si su Maestro pagaba el impuesto para el Templo. Fue evidente que Jesús y Pedro se estaban acercando a la fecha de vencimiento del pago y que esta cuota debía ser pagada antes de ese día.
Incluso los judíos que vivían permanentemente en el extranjero tenían que pagar sus impuestos y enviar el dinero a Jerusalén. A ellos no les gustaba pagar los impuestos a Roma que los hacía súbditos de un poder extranjero, pero no tenían objeciones de pagar el impuesto del Templo, porque este no tenía nada que ver con Roma. Ellos sabían que Dios había estipulado que este impuesto debía ser pagado para la continuidad de la religión de Israel.
Los cobradores de impuestos pueden haber pensado que Jesús, como maestro en Israel, debía estar entre los primeros en obedecer las leyes y regulaciones de Dios. Ellos se acercaron a Pedro, el vocero de los discípulos, y le preguntaron acerca de la negativa de Jesús a pagar el impuesto pero no dijeron nada acerca de que Pedro se encontrara en mora.
La razón por la que Jesús no había pagado a tiempo puede haber sido por su labor como maestro itinerante. Tal vez Él y sus discípulos habían estado en un viaje misionero lejos de Cafarnaúm. Pero Jesús no podía ser acusado de negligencia intencional, pues Él habría estado entre los primeros en cumplir sus obligaciones. Puede haber sido que tanto Él como Pedro estuvieran cortos de dinero en ese momento. De otra manera, ellos no habrían necesitado ir a pescar para tener una moneda.
Otro aspecto del milagro es que Jesús no quería ofender a los cobradores de impuestos. Como cualquier otro ciudadano judío, Él pagó sus impuestos y también los de Pedro, así que no hubo más preguntas.
Jesús el Rey
Los cobradores de impuestos le preguntaron a Pedro si Jesús pagaba el impuesto para el Templo. Provocado por su sentido del deber religioso, Pedro contestó precipitadamente: “Sí, lo paga.” Él asumió que Jesús pagaría su cuota anual para el mantenimiento del Templo. No obstante, queriendo estar seguro, Pedro fue a la casa donde estaba Jesús y le contó lo sucedido. Pero antes que pudiera hablar, Jesús le preguntó a Pedro si los tributos e impuestos eran pagados por los reyes y los suyos o por los demás, es decir, por los ciudadanos y los extranjeros que vivían en su país.
La pregunta de Jesús abordó el tema del rey y del reino. En su Evangelio, Mateo aborda este tema repetidamente. Por ejemplo, los sabios fueron donde Herodes en Jerusalén y le preguntaron: “¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos?” Esto significa que Jesús, nacido en la familia real de David, vino a gobernar como rey. De hecho, la Escritura llama a Jesús “Rey de reyes y Señor de señores.” Considerarlo un rey terrenal, de hecho, degrada su incomparable reino. Jesús le dijo al Gobernador Poncio Pilato que Él era un rey de un reino que no era de este mundo, sino de un reino espiritual.
Si Jesús es rey en ese reino espiritual, ¿por qué entonces Él tiene que pagar el impuesto anual para el Templo? Un rey debería estar exento de todas las obligaciones financieras en su reino. Y si los judíos en tiempos de Jesús entendían que Dios era el rey de Israel, entonces Jesús, su Hijo, debía estar exento.
Aun cuando Jesús podía hacer valer su derecho monárquico, Él no quería ofender, especialmente excusándose Él mismo y también a Pedro de pagar los impuestos. Jesús no quería causar ningún problema a los cobradores de impuestos ni a sus superiores. Ciertamente, ellos no habrían aceptado su reclamación.
Por eso Jesús le dijo a Pedro que fuera al Lago de Galilea, arrojara el anzuelo y pescara un pez. Él incluso reveló que el primer pez que picara, tendría una moneda en su boca, la cual era suficiente para pagar el impuesto de los dos.
Pedro, el pescador, lanzó el anzuelo y pescó un pez. Cuando él abrió la boca del pez, encontró una moneda que cubría las necesidades de ese día.
Aunque este episodio parece ser una simple ilustración del pago de los impuestos que se deben, uno puede hacerse la pregunta de si este es un milagro. Sería más natural decir que Pedro, como pescador, fue afortunado de pescar un pez con una moneda en su boca.
Sin embargo, Jesús estuvo en completo control de la situación; el énfasis de este pasaje no está en Pedro atrapando un pez, sino en la soberanía de Jesús sobre la Creación. Él sabía con conocimiento divino que el pez tenía una moneda en su boca. Esta moneda era suficiente para pagar el impuesto de dos personas: el de Pedro y el de Jesús. El punto en este breve relato es que Jesús es el hacedor de milagros. Este milagro fue uno en el que Jesús mismo fue un beneficiario parcial, junto con Pedro. Todos los otros milagros que Jesús hizo fueron para beneficio de otros.
Puntos para Reflexionar
Hay más en esta historia de la moneda en la boca del pez.
Primero, tanto Jesús como sus discípulos podían haber reclamado la exención de pagar el impuesto para el Templo basados en su servicio de tiempo completo como maestros en Israel. Pero este argumento habría creado problemas indescriptibles para todos: cobradores de impuestos, autoridades, Jesús y sus discípulos.
Luego, el pez que atrapó Pedro era un carroñero considerable conocido como “pez gato.” Este había visto el parpadeo brillante de una moneda descendiendo hacia el fondo del lago y la había atrapado e intentado tragarla pasándola por su amplia garganta, pero no pudo hacerlo hasta que Pedro lo atrapó. No había manera de encontrar al verdadero propietario de la moneda, así que Pedro no podía ser acusado de robo al tomarla.
También, antes que Pedro pudiera decirle a Jesús que debían sus impuestos, él supo que Jesús conocía el asunto por la pregunta que Él le hizo acerca de que la realeza no tenía que pagar impuestos.
Por último, la pesca del pez no fue simplemente un milagro que les proporcionó una cena a Jesús y a Pedro. Eso destaca la omnisciencia y el poder de Jesús sobre la Creación, incluyendo un pescado con una moneda en su boca.