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Capítulo 4

Jesús Camina sobre el Agua

Mateo 14:22-23 • Marcos 6:45-51 • Juan 6:16-21

Un Bote Lento

Después de una tarde placentera con parientes y amigos, sabemos que ha llegado el momento de decir adiós. Luego, a los amables anfitriones nos queda la tarea de limpiar y ordenar las habitaciones y de lavar los platos. Después nos relajamos por un momento antes de retirarnos para descansar en la noche.

En un sentido, esto es lo que le sucedió a Jesús y sus discípulos. Después de alimentar a una multitud de cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, Jesús despidió a la gente. Él dijo a sus discípulos que entraran al bote y se adelantaran para cruzar el Lago de Galilea hacia la ciudad de Betsaida. Él se retiró y fue a un lugar alto a orar. Él necesitaba tiempo para estar a solas y en comunión con su Padre. Entre otras necesidades, Él oró por la seguridad y el bienestar de los discípulos que necesitaban su protección de los tormentosos elementos del viento, el agua y las olas.

Los discípulos entraron al bote tarde en la noche. Tan pronto como ellos dejaron la orilla, enfrentaron un viento que pronto se convirtió en tormenta. Los discípulos no podían avanzar. Sin poder izar una vela, sólo podían usar sus remos, pero todos sus recursos humanos parecían ser de poca utilidad. Ellos entendieron que su progreso era mínimo y que después de muchas horas de estar remando no habían avanzado más allá de la mitad del lago. Al final de la noche, ellos aún estaban a casi cinco kilómetros de su destino. Cansados y frustrados, ellos sabían que su esfuerzo había terminado sólo en un éxito limitado.

Los discípulos preguntaban por qué Jesús los había enviado solos en la noche a cruzar el lago. ¿Él los había abandonado? Ellos querían escuchar de Él, especialmente en medio de las tormentosas aguas, palabras de seguridad; ellos recibirían su poder omnipresente sobre la naturaleza. Ciertamente ellos preguntaban dónde podría estar Él. ¿Acaso durmiendo mientras ellos se esforzaban?

De repente, ellos vieron a alguien caminando sobre las olas del lago. Ellos habían remado durante toda la noche sin haber avanzado sustancialmente y ahora veían a la distancia una tenue figura que se acercaba sin esfuerzo, como si los fuera a pasar. ¿Cómo podía un hombre caminar sobre la superficie de las olas como si estuviera por tierra seca? ¿No se hundiría y se ahogaría? Ellos estaban llenos de miedo. De repente, uno de ellos gritó: “¡Es un fantasma!” Todos estaban de acuerdo en que era un fantasma, una ilusión, un espíritu demoníaco flotando como una aparición por encima de la superficie del agua. Ellos estaban aterrorizados y todo rastro de valentía desapareció.

Luego ellos oyeron una voz familiar, la de Jesús diciéndoles: “¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.” Jesús no los había abandonado del todo. Él había pasado tiempo orando, pidiéndole a su Padre que los protegiera de todo mal y peligro. Pero ahora Jesús quería fortalecer su fe en Él, demostrándoles que controlaba los elementos. Ellos presenciaron el milagro que Jesús realizó justo delante de sus ojos, ejerciendo todo su poder sobre la naturaleza; Él fue capaz de desafiar las leyes de la gravedad y de la hidrodinámica. Las fuerzas físicas estaban totalmente sujetas a Él.

Fe y Temor

Este milagro produjo en Pedro la reacción que Jesús había pretendido, es decir, que Pedro pusiera su fe en Él. Pedro dijo: “Señor, si eres tú, mándame que vaya a ti sobre el agua.” Él no dudó por un momento que esa persona era Jesús. En efecto, dado que él sabía que era Jesús, le preguntó si podía caminar con Él sobre el agua. Su petición no estaba queriendo decir que él era más fuerte en la fe que los otros discípulos. Pedro quería estar cerca de Jesús para poder experimentar también del poder de Cristo sobre la naturaleza. Él necesitaba la aprobación divina del Señor para hacer que este milagro se volviera auténtico para él en respuesta a la fe.

Mientras Pedro miró a Jesús, efectivamente pudo caminar sobre el agua aun cuando el viento soplaba y las olas crecían. Al momento que él apartó su mirada del Señor y vio la fuerza del viento y del agua, se precipitó a lo profundo. Pero antes de hundirse, él gritó pidiendo ayuda. Inmediatamente Jesús lo tomó de la mano y lo sacó del agua. Y una amable reprensión salió de los labios de Jesús: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” Luego ambos subieron a bordo y para el absoluto asombro de los discípulos, el poder del viento se detuvo en seguida. Ellos adoraron a Jesús y dijeron: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.”

Pedro no pudo mantener su mirada en Jesús y por lo tanto, empezó a hundirse. Cuando él gritó, “¡Señor, sálvame!”, Jesús lo tomó de la mano y lo subió al bote. Observe que la urgente oración de Pedro por su vida fue seguida por una genuina adoración.

Jesús caminó sobre el agua, Pedro caminó sobre el agua y el viento dejó de soplar. ¿Cuál es la importancia de esta serie de milagros? ¿Cómo explicar estos fenómenos? Podemos comenzar con la alimentación de los cinco mil, donde Jesús demostró su poder para hacer un milagro extraordinario. Eso debería haber dejado una indeleble impresión en los discípulos que, desde una perspectiva humana, Jesús podía hacer lo imposible. Pero sus mentes estaban embotadas debido a la falta de sueño y al cansancio de sus extremidades. Sus corazones eran crueles e insensibles. En medio de una tormenta y cansados por los remos, los discípulos no podían aplicar el significado del milagro a la situación por la que pasaban. Ciertamente, el milagro de Jesús caminando sobre el agua se dio de manera inesperada en la noche y en condiciones climáticas adversas.

Jesús dijo a los discípulos: “Soy yo. No tengan miedo.” Al pronunciar las palabras, “Soy yo”, Él asumió la identidad del Dios que envió a Moisés a los israelitas en Egipto a decirles: “Yo soy me ha enviado a ustedes” (Éxodo 3:14). Dios se reveló a sí mismo como el Dios Omnipresente que hizo milagros entre ellos en Egipto y en la travesía del Mar Rojo. De manera similar, Jesús caminó sobre el agua del Lago de Galilea y se identificó como divino. Sus discípulos lo adoraron como el Hijo de Dios, el Mesías.

Como Amo del universo, Jesús podía desafiar las leyes de la gravedad porque Él es el legislador y por su divino poder, Él anula esta ley. Pedro pudo caminar sobre el agua porque su fe en Jesús se lo permitió. Pero cuando él apartó su mirada de Jesús y comenzó a vacilar, el milagro terminó para Pedro.

El viento dejó de soplar en el momento en que Jesús subió al bote. Este fenómeno también ocurrió en un incidente anterior cuando Él calmó la tormenta en el Lago de Galilea. Ahora, con Jesús a bordo, los discípulos llegaron al otro lado rápidamente, lo cual puede ser interpretado como otro milagro, aunque de menor importancia.

Puntos para Reflexionar

 Cada vez que los discípulos abordaban el bote de pesca, Jesús realizaba un milagro más frecuentemente, como por ejemplo: calmar una tormenta, atrapar una cantidad de peces y caminar sobre el agua. Pero, ¿cómo desafió Jesús las leyes de la gravedad y la hidrodinámica? La respuesta a esta pregunta sólo puede ser dada al ver a Jesús como el Creador del universo. ¿Acaso el que creó tanto la fuerza de gravedad como los cuerpos de agua, no tiene el control sobre lo que ha hecho? Debido a su divinidad, Él tiene autoridad sobre los elementos de la naturaleza.

 Jesús hizo el milagro de caminar sobre el Lago de Galilea para fortalecer la fe de los discípulos y asegurarles que ellos no tenían nada que temer. Él se identificó con las palabras “Soy yo”, las cuales en un sentido constituyen el mismo nombre de Dios. Observe que Jesús pronunció esta misma auto-identificación en el Jardín de Getsemaní, con el resultado que los guardias del Templo que vinieron a arrestarlo cayeron al suelo.

 Los discípulos tenían que aprender la lección del acercamiento de Jesús en medio de una tormenta. Ellos gastaron su energía remando un bote durante la noche. Aunque ellos hicieron pequeños progresos, vieron el poder milagroso de Jesús sobre las leyes de la naturaleza. Por esa razón, ellos lo reconocieron y lo adoraron como el Hijo de Dios.

 Pablo escribió: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Eso significa que él podía hacer todas las cosas en la presencia del Señor, mientras caminara con la certeza de seguir los pasos de Jesús. Los seguidores de Jesús encuentran frecuentes tormentas en sus vidas, pero mientras sepan que Él está cerca, ellos están seguros.

Los Milagros de Jesús

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