Читать книгу Los Milagros de Jesús - Simon J. Kistemaker - Страница 16

Оглавление

Capítulo 10

La Suegra de Pedro

Mateo 8:14-17 • Marcos 1:29-31 • Lucas 4:38-39

Todo en la Familia

Como era su costumbre, Jesús asistía fielmente a los servicios de adoración en las sinagogas locales, donde regularmente enseñaba a la gente desde las páginas de las Escrituras del Antiguo Testamento. En la mañana de un Sábado en particular, Él predicó en la sinagoga de Cafarnaúm, donde había establecido su hogar.

Durante ese servicio de adoración, mientras Jesús estaba predicando, un hombre poseído por el demonio gritó: “¿Por qué te entrometes, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios!” Jesús reprendió al espíritu maligno y dijo: “¡Cállate! ¡Sal de ese hombre!” Gritando fuertemente, el demonio salió del hombre, quien parecía ileso aun cuando el demonio lo había arrojado al piso. Todos en la sinagoga estaban asombrados porque Jesús no sólo presentaba una nueva enseñanza sino que también demostraba una gran autoridad para expulsar demonios.

Inmediatamente después del servicio de adoración, Pedro y su hermano Andrés, invitaron a Jesús a acompañarlos a la casa de Pedro. Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, vinieron también. El propósito de la invitación era pedirle a Jesús que sanara a la suegra de Pedro, que estaba enferma en cama con una fiebre alta. Los discípulos le hablaron a Jesús acerca de su condición y pensaron que si Jesús podía restaurar la salud de alguien poseído por el demonio, podía ser persuadido también de sanar a la paciente que estaba en la casa de Pedro.

Lucas, identificado como el médico amado, escribió un interesante detallito en su Evangelio: la suegra de Pedro tenía una fiebre muy alta. Este médico convertido en escritor del Evangelio, ya tenía una inclinación a expresar de manera correcta el reporte médico y constantemente incluye detalles adicionales:

 Un hombre estaba cubierto de lepra.

 La mano derecha paralizada de un hombre.

 Un esclavo que estaba enfermo y a punto de morir.

Además, Lucas reporta que Jesús entró a la habitación de la mujer enferma, se inclinó sobre ella, tocó su mano y luego reprendió a la fiebre. Jesús mostró a través de sus acciones un cuidado tierno y amoroso. Tomándola de su mano, Él la ayudó a levantarse y demostró que ella estaba completamente sana.

Tan pronto como la suegra de Pedro se levantó, ella quiso expresarle su gratitud a Jesús preparándole una deliciosa comida para la cena del sábado y sirviéndola a los hombres que habían entrado a su casa.

Cómo fue el milagro de sanidad de esta mujer sin nombre? La historia relata que Jesús reprendió la fiebre, la tomó de su mano y la levantó. El acto de reprender una fiebre indica que alguna enfermedad había entrado en su cuerpo. Al realizar este milagro en la privacidad de un hogar, Jesús se reveló como el Mesías.

Sanador de Enfermedades

Si miramos la sanación de la suegra de Pedro desde una perspectiva del siglo veintiuno, estaríamos muy presionados a llamarla un milagro. Mucha gente hoy sufre de fiebre alta y los médicos saben lo que tienen que hacer con medicinas que bajan la temperatura del cuerpo y traen sanidad. Algunas veces, al poco tiempo, la fiebre desaparece y el paciente empieza a recuperarse. Sería razonable decir que algunos milagros de Jesús pueden perder su importancia a la luz de los progresos médicos de nuestro tiempo.

Sin embargo, los médicos modernos no pueden afirmar que tienen el mismo poder para sanar enfermos que Jesús mostró y como lo reportan los evangelistas bíblicos. De hecho, con todos los medicamentos disponibles y los más modernos equipos médicos, los doctores no le pueden garantizar a cada enfermo una plena restauración de su salud.

En contraste, Jesús sanó a los enfermos de su tiempo simplemente dándoles una palabra a una distancia del paciente o con un simple toque. Jesús probó ser el Gran Médico cuyo poder sanador no tenía límites. Por ejemplo, los leprosos, que debido a su enfermedad habían perdido parte de sus manos, pies y cabeza, fueron sanados instantáneamente con todas las partes de su cuerpo intactas. Jesús también abrió los ojos de un hombre que había nacido ciego y restauró de su parálisis la mano derecha de un hombre.

Aunque Jesús actualmente no renueva los cuerpos humanos como lo hizo en el primer siglo, su presencia es tan real hoy como lo fue en los primeros días cuando Él caminó junto al Lago de Galilea o por las calles de la ciudad de Jerusalén. En respuesta a las oraciones ofrecidas por los suyos, Jesús sana a los enfermos, guiando y dirigiendo las manos de los médicos modernos. Las autoridades médicas a menudo no pueden explicar la rápida recuperación de un paciente seriamente enfermo, la desaparición de un cáncer que se esperaba que se extendiera a través de todo un cuerpo o la disminución o desaparición de una condición crónica.

En tiempos de Jesús, el aceite era usado como una medicina; los medicamentos y los equipos son sus equivalentes modernos. El poder sanador que reside en los cuerpos físicos de los seres humanos es de hecho asombroso. Los médicos se asombran de este poder cuando los pacientes a punto de morir se recuperan completamente.

Santiago, el medio hermano de Jesús, escribe en su Epístola que los enfermos en la iglesia deberían pedirle a los ancianos venir y orar por ellos en el nombre de Jesús. Jesús escucha las oraciones ofrecidas con fe, hace que los enfermos sanen y los levanta. Sin duda, los seguidores de Jesús dan fe del hecho que Él aún hace milagros hoy en respuesta a las oraciones y a la fe de sus hijos.

Puntos para Reflexionar

 Tal como había reprendido los vientos y las olas en el Lago de Galilea, Jesús también reprendió al demonio que había torturado al hombre que vino al servicio de adoración en la sinagoga de Cafarnaúm. Después de adorar a Dios, Jesús acompañó a sus discípulos a la casa de Pedro y allí Él reprendió la fiebre que había mandado a cama a la suegra de Pedro. Nosotros no pensamos que la Escritura nos instruye para reprender una enfermedad física, pero ella nos enseña a traer nuestras necesidades a Dios en oración y a confiar en Él nuestra salud.

 David bendice el santo nombre de Dios, alabando al Todopoderoso con su alma y todo su ser. Él pone su confianza en el Señor y le dice a su alma que no olvide ninguno de los beneficios de Dios, pues el Señor, tal como lo escribe él, perdona todos nuestros pecados y sana todas nuestras enfermedades.

 Esto significa que los pecados ocultos deben ser confesados para purificar el alma. Cuando el pecado ha sido perdonado, el Señor envía sanidad y realiza el milagro de restaurar el cuerpo. Él trae bienestar a toda la persona, al cuerpo y al alma. Sin embargo, el hecho de que Jesús traiga sanidad no indica que todas las enfermedades son un resultado directo de un acto pecaminoso.

 Jesús hizo plena la vida familiar de Pedro al sanar a la madre de su esposa. A través de sus milagros, Él juntó de nuevo a los miembros de la familia. La Escritura enseña que somos la familia de Dios.

Los Milagros de Jesús

Подняться наверх