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Las redes socioculturales de innovación
ОглавлениеLo anterior significa que las políticas de ciencia, tecnología e innovación, consideradas integralmente junto con las políticas educativas, culturales y económicas, se orientarán hacia la construcción y fortalecimiento de lo que llamaríamos redes socioculturales de innovación.
Tales sistemas incluyen a miembros de comunidades de expertos de diferente clase –de las ciencias naturales y exactas, de las sociales, de las humanidades y de las disciplinas tecnológicas–, a gestores profesionales de esos sistemas (profesión que aún no se ha desarrollado en Iberoamérica al nivel que se necesita hoy en día), entre cuyas tareas se encuentra la atracción de fondos de inversión y su eficiente administración, profesionales de mediación que no sean sólo “divulgadores” del conocimiento científico, tecnológico y científico-tecnológico (que no sólo transmitan a la sociedad mensajes en el sentido de la tecnología y la tecnociencia), sino que sean capaces de comprender y articular las demandas de diferentes sectores sociales (empresarios, entre otros, aunque no exclusivamente ellos, sino también otros grupos sociales) y llevarlas hacia el medio científico-tecnológico y facilitar la comunicación entre unos y otros.
Las redes socioculturales de innovación incluyen, pues, a los sistemas y procesos donde se genera el conocimiento, pero también a los mecanismos que garantizan que ese conocimiento será aprovechado socialmente para satisfacer demandas de diferentes sectores, y por medios aceptables desde el punto de vista de quienes serán afectados. Esto significa que garantizan la participación de quienes tienen los problemas, desde la conceptualización y formulación del problema, hasta su solución. Por ello es indispensable la participación de representantes de los grupos que serán afectados o, en su caso, beneficiados, así como de especialistas de diversas disciplinas, entre las cuales necesariamente estarán científicos sociales y humanistas.
El fortalecimiento de dichos sistemas implica el avance de la ciencia, la tecnología y la tecnociencia mediante un incremento de la inversión en éstas, pero al desarrollarse a través de sistemas en los que se da una comunicación entre los tecnólogos y tecnocientíficos expertos –con quienes toman las decisiones concernientes a la inversión y quienes demandan el conocimiento para resolver sus problemas– el resultado es la consolidación de una auténtica cultura tecnológica y científico-tecnológica. Esto significa que los ciudadanos y quienes toman las decisiones en los gobiernos y en el sector productivo aprecian el valor de la ciencia y la tecnología y, junto con los expertos, entienden que la tecnología y la tecnociencia poseen un enorme potencial para coadyuvar a la comprensión y resolución de problemas y, por tanto, al desarrollo económico y social, saben por qué es razonable confiar en esos sistemas y cuáles son sus límites, también saben que generan riesgos pero que existen maneras ética, económica y políticamente aceptables de contender con ellos, mediante mecanismos en los que participen expertos y representantes de los grupos sociales involucrados, y conocen también la conveniencia de aprovechar otros saberes, como los tradicionales.