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Oralidad y escritura
ОглавлениеLa condición básica que diferencia la oralidad de la escritura es la situación de comunicación. O sea: en la comunicación oral ambos interlocutores, destinador y destinatario, están presentes y comparten un espacio y un tiempo. En cambio, en la comunicación escrita uno de los interlocutores está ausente. Esto obliga al destinador a reponer elementos contextuales para que la comunicación sea eficaz. Se puede decir, por lo tanto, que el rasgo distintivo de la comunicación escrita es la descontextualización.
La escritura no es una versión gráfica de la oralidad. El hecho de que la situación de comunicación sea diferente hizo necesaria la invención de otro código lingüístico, con reglas, convenciones y condiciones para la interpretación diferentes de las del código oral.
En la comunicación escrita no son posibles frases como éstas: “Dame esa carpeta que está ahí” o “Alcanzáme el coso ese”, ni es factible que el destinatario interrumpa la conversación con un gesto, una mirada o una palabra para pedir una aclaración. El lenguaje escrito tiene que recurrir a mayores explicaciones contextuales, a reformulaciones que anticipen ambigüedades en la interpretación y (como se dispone de tiempo para releer y corregir lo escrito) puede formular oraciones y seleccionar el vocabulario con precisión.
Así como el escritor dispone de tiempo para releer y corregir, el lector puede releer. Estas posibilidades se cancelan en la oralidad, en la que la cuestión del tiempo define muchos rasgos. El texto oral se comunica al destinatario al mismo tiempo que se lo está produciendo, lo cual genera otro tipo de complejidad de la sintaxis oral. No se puede comparar la sintaxis de la escritura con la de la oralidad como compleja y simple respectivamente (Halliday, 1985). La complejidad de la sintaxis escrita se caracteriza, por ejemplo, por la prolongación de la unidad oración por medio de proposiciones incluidas de todo tipo que pueden a su vez incluir otras. La complejidad de la sintaxis oral se relaciona con la simultaneidad de la producción y la recepción: el emisor hace las correcciones de los enunciados que no lo satisfacen al mismo tiempo que los dice y entonces en un mismo texto oral el receptor encuentra, y en sucesión, ensayos de enunciados, enunciados comenzados pero interrumpidos y abandonados a favor de otros; repeticiones para compensar la imposibilidad del interlocutor de “volver atrás en la página”; repeticiones, muletillas y silencios del emisor que los produce con el fin de darse más tiempo para organizar la producción de su mensaje, etcétera.
Esta caracterización de la oralidad y de la escritura debe ser relativizada en función de los diversos ámbitos de la actividad humana y de las nuevas tecnologías. Respecto de lo primero, es necesario considerar que discursos como el político y el académico despliegan una oralidad que no es tan espontánea como la de la conversación cotidiana en la familia o entre amigos íntimos. La de aquellos ámbitos, como en el teatro (podría decirse), tiene un “guión” que se planifica, se ensaya antes de la “puesta en escena” que en verdad constituyen un discurso de campaña frente a los ciudadanos o una clase frente a los alumnos.
Además, las nuevas tecnologías de la palabra permiten un control de la producción oral que se acerca al del código escrito, con el cual comparte rasgos composicionales y estilísticos. Así sucede en las emisiones de radio y televisión.
También, como resultado de las innovaciones tecnológicas, surgen nuevos géneros discursivos, como los asociables al chat, que genera una escritura que se produce a la vez que se “entrega” el enunciado a un destinatario quien, si bien no está “cara a cara” con el emisor, comparte su tiempo de producción con el de recepción. Esta escritura en internet tiene una sintaxis próxima a la de la oralidad.
Sin embargo, esta caracterización de la oralidad y la escritura en general es válida porque la escritura supone básicamente una descontextualización que, se puede sostener, implica una mayor abstracción mental. La invención de la escritura y su uso generalizado han significado un avance importante para el pensamiento occidental.