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Lectura y escritura, una actividad diferida

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Condiciones de la lectura y la escritura. La gran particularidad de la lectura y la escritura con respecto a la interacción oral es su estatuto de comunicación diferida debido a la ausencia de uno de los dos interlocutores. El autor y el lector están –al menos en la gran mayoría de los casos– alejados el uno del otro en el espacio y en el tiempo. Mientras que un enunciado oral evita la mayor parte de las ambigüedades por intercambios incesantes en la situación espacio-temporal común a los interlocutores, el texto escrito se presenta al lector fuera de su contexto de origen. Autor y lector no tienen un marco común de referencia, no comparten estrictamente una situación. El lector va reconstruyendo el contexto necesario para la comprensión de la obra fundándose en la estructura del texto, es decir, en el juego de sus relaciones internas.

Es así como mientras un diálogo, por ejemplo, se apoya sin cesar en la situación que sirve de marco al intercambio, el texto escrito es aprehendido por el lector como un objeto autónomo y cerrado sobre sí mismo. El mensaje escrito, recortado de su contexto, es recibido como un sistema cerrado cuyos diferentes componentes toman sentido en sus relaciones mutuas. Al no poder relacionar los elementos aislados a un contexto conocido y compartido, el lector busca cuál es su función en el texto. Para el lector, es como si el texto creara su propio sistema de referencia.

El estatuto del texto leído. Precisamente el carácter diferido de la comunicación escrita es lo que hace la riqueza de los textos. Recibido fuera de su contexto originario, el texto se abre a una pluralidad de interpretaciones: cada nuevo lector trae con él su experiencia, su cultura y los valores de su época.

En la obra escrita, el sentido escapa a la precariedad del discurso oral (siempre fugaz) y lo hace cumpliendo diversas funciones:

1 Función mnémica: la escritura se constituye en una memoria externa de la mente del ser humano. Fija la información, sustrayéndola así de la desaparición.

2 Función comunicativa: permite la comunicación a distancia y a través del tiempo, con una apertura sobre el mundo que lo saca de los límites de la situación de diálogo.

3 Función epistémica: por la mayor abstracción mental que supone, facilita la representación y elaboración del conocimiento.

Las potencialidades del mensaje escrito son considerables. Al distender el vínculo que, en la oralidad, une al locutor con su discurso, la escritura permite a los lectores ver en el texto otra cosa que el proyecto del autor. La diversidad de interpretaciones que ofrece la obra de Shakespeare se debe en gran parte a nuestra ignorancia casi completa de la personalidad del dramaturgo. Al no estar más el autor para desaprobar tal o cual lectura, el campo de las significaciones puede desarrollarse casi hasta el infinito. Esa diversidad se multiplica en ese caso porque se trata de una obra literaria, pero no es ajena a otros discursos. La lectura de cualquier texto escrito (académico, político, publicitario, religioso, incluso uno científico) puede producir diversas interpretaciones, que suelen generar otros textos escritos en los que diferentes lectores-escritores polemizan y tratan de imponer unos a otros “la mejor interpretación”, lo que el autor “en verdad tuvo la intención de decir”. Pero, en realidad, ninguna interpretación puede desligarse de todo lo que ella “aporta” al sentido del texto, que no es inmanente a él.

Al liberarse de la situación, siempre particular, que limita el intercambio oral, el texto amplía el horizonte del lector abriéndole un universo nuevo. Al leer a Cicerón (orador del siglo I antes de Cristo), el lector no va a descubrir la antigua República romana sino lo que, varios siglos después, queda accesible de ella: un conjunto de trazos que, habiendo atravesado el tiempo, pueden todavía hoy ser valorados simbólicamente.

Finalmente, al sustituir a la audiencia necesariamente limitada de una comunicación oral por un número de lectores virtualmente infinito, el texto adquiere una dimensión universal. Es así como la Biblia tiene lectores que pertenecen a todas las épocas, todos los continentes y todas las clases sociales.

La “descontextualización” del mensaje escrito es, según se ha visto, la condición plural del texto.

Manual de lectura y escritura universitarias

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