Читать книгу El árbol de los elfos - Tamara Gutierrez Pardo - Страница 12

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— ESPERANZA —

SÎTRA

El horizonte era una línea desigual, angulosa y abrupta que separaba la zona de la ciudad con el cielo del atardecer. Ambos bandos eran de colores mortecinos, casi extintos. Los edificios y rascacielos, en tonos azulados y grises, algunas veces incluso rojizos moribundos, contrastaban con el color ceniza del firmamento. Una nube perpetua de un polvo arenoso cubría la atmósfera sobre la membrana élfica que cubría la urbe; aquí dentro, en la Ciudad Oxígeno de Krabul, el aire era seco y árido, pesado, apenas fluctuaba entre los rascacielos apagados y envejecidos. Me apoyé en la barandilla siempre pulcra de esta azotea de la Atalaya Élfica, el lugar donde los elfos celebrábamos ceremonias y ritos desde nuestra migración de los bosques, ritos en ocasiones demasiado tristes, como el de hoy.

—El funeral ha sido duro —suspiró Berrof.

Sí, lo había sido. Ver al pobre Lugh derrumbándose sobre el féretro, del que no se había despegado en ningún momento, en el Cementerio de los Elfos, llorando sin consuelo mientras se aferraba a él, había sido muy duro. Habían tenido que arrancarlo casi literalmente entre varios para poder realizar el sepulcro, y cuando habían terminado de colocar la pesada losa, habían tenido que convencerle para que no la levantara.

—Ha sido horrible —musitó Lu, al hilo de mi recuerdo.

—Lugh sigue en el cementerio, y creo que se quedará allí varios días —dijo Krombo.

—Habrá que vigilarlo —opinó Mherl—. Es capaz de no comer ni beber, puede que termine cometiendo una locura.

Hubo un suspiro general y la cúpula del silencio nos cubrió herméticamente.

Un cabello azul atrapó la zona más alejada de mi campo visual, pero fue suficiente para que girara el rostro. Zheoris, la guerrera caballo de mar, estaba sola, apoyada sobre la barandilla, observando el paisaje. Parecía bastante nostálgica. Me pregunté por qué siempre era tan solitaria, pues no era una chica tímida como yo; al contrario, Zheoris era una chica atrevida, decidida, además de inteligente y brillante. Pero solitaria.

Zheoris se percató de mi miraba absorta en ella. Cuando sesgó el semblante hacia mí y me clavó sus ojos naranjas, aparté los míos, apurada.

—¿Qué va a ser de nosotros ahora? —se preguntó Krombo en voz alta.

—Ya no hay esperanza —susurró Tôrprof.

—Siempre la hay —contradijo Ela con su voz optimista y risueña de siempre—. Tiene que haberla. —Observó a Jän, pero ella tenía la mirada perdida—. ¿Cómo está Noram? —le preguntó.

Aunque lo había hecho en voz baja, Rilam se puso tenso al instante y Jän se dio cuenta. Le observó con cautela, y respondió de la misma forma.

—No sé nada de él desde que se marchó del estadio, pero no lo está pasando bien con todo esto —le respondió con un timbre roto—. Y encima Rebast es su mentor, para él ha sido todo un mazazo.

—Debió ser más responsable —criticó Rilam de repente.

Jän se volvió hacia él.

—¿Tú también le echas la culpa? —exhaló, afligida.

—Debió dejármelo a mí —escupió él, rabioso—. Nada de esto hubiera ocurrido. —Y se alejó, empujándola con su hombro.

Me quedé mirando cómo se apoyaba en la barandilla, algunos metros más alejado que Zheoris. Sentí lástima por Rilam, era un buen chico, pero también podía sentir empatía por Jän y Noram. Estaba segura de que si Jän y Noram pudieran elegir, no hubieran escogido enamorarse, pero, por suerte o por desgracia, el amor no se elegía. Yo lo sabía muy bien.

La guerrera ciervo bajó la vista al suelo. Ela rodeó su brazo para consolarla.

—Solo está dolido, no le hagas caso. Ni siquiera él cree sus propias palabras.

—Pero tiene razón —intervino Lu, mirando a Jän con dureza—. Noram es un híbrido, no tenía que haberse enfrentado a Rebast, no está preparado para combatir contra un elfo completo. Ni siquiera goza de poderes totales.

Jän levantó la vista súbitamente, se deshizo del abrazo de su amiga y se encaró con el guerrero serpiente.

—Si es un Guerrero Elfo, es por algo. Noram es mitad humano, sí, pero también es un elfo, y goza de su don como guerrero, es tan válido como cualquiera de nosotros. Es muy ágil y astuto, más que algunos de los que presumen aquí con su don y toda su magia élfica incluida.

—¿Ah, sí? Ni siquiera gana un combate de la Competición Anual.

—Porque no quiere, estúpido.

Lu frunció el ceño.

—Vale, vale, vale —terció Ela, metiéndose entre los dos. Apartó a su amiga y la miró a los ojos—. Cálmate, todos estamos un poco tensos hoy. No es el mejor día para esto.

La guerrera ciervo tomó aire para tratar de relajarse.

—Sí, tienes razón.

De pronto, el Gobernador apareció por la puerta, llamando la atención de todos, incluida la de Zheoris y Rilam en la distancia. Su faz era indescriptible. Mezclaba a la vez prisa con inquietud y urgencia.

—Chicos, tenéis que venir ahora mismo.

¿Qué pasaba ahora?

Abandonamos la azotea y bajamos las empinadas escaleras de la torre a toda velocidad, siguiendo los pasos del Gobernador, hasta que accedimos a la planta baja. El Salón Ceremonial se abrió ante nosotros. Habíamos estado esa tarde, pero jamás podía dejar de admirar el mosaico de su suelo, sus altas columnas doradas y su techo abovedado adornado con molduras de yeso color oro. Me sorprendió ver a los Buscadores allí, tan nerviosos y acuciantes como el Gobernador.

Parecía que habían aprendido la lección y que ahora tomaban más precauciones. ¿Sería por alguna razón en especial?

—Oh, al fin estáis aquí —dijo Dorcal, acercándose a su vez. Escudriñó al grupo—. Falta gente.

—Lugh no está en condiciones de venir, y Noram… —Jän se pasó la mano por su larga, lisa y brillante cabellera de color teca, apesadumbrada—. Bueno, Noram no sabemos dónde está.

—Ese chico zorro siempre hace lo mismo —refunfuñó Sâsh.

—Él también está muy afectado —volvió a defenderle Jän, molesta.

—Todos tienen que participar en esto, es muy urgente.

—¿Qué pasa? —quiso saber Rilam.

Los Buscadores mantuvieron el suspense con unos segundos de mutismo.

—El Árbol de los Elfos no ha sido destruido del todo. Aún se puede recuperar —anunció Dorcal.

Nuestros ojos se abrieron como lunas.

—¿Qué? —Rilam estaba atónito, al igual que todos nosotros—. Eso es… ¡Eso es fantástico! —Soltó una risotada—. ¿Dónde está? ¿Habéis dado con él?

—Ese es el problema —continuó Minn.

La alegría del grupo se desinfló repentinamente.

—¿Problema? —inquirió Mherl.

—El árbol… está roto.

—¿Cómo? —jadeó Berrof.

—Aunque Rebast intentó destruirlo, solamente consiguió romperlo, tal es el poder del árbol —explicó Sâsh—. Por fortuna, solamente se dividió en cuatro trozos; podía haber sido mucho peor, de haberse fracturado en más pedazos.

—Pero… si el árbol está roto… estará muerto —razonó Krombo, desconcertado.

Eso mismo pensaba yo. Pero no.

—Aún no —respondió Minn—. Su poder es tan grande, que es capaz de sobrevivir en ese estado. Sin embargo, solo puede hacerlo durante un tiempo limitado.

—Hemos detectado que esos trozos han caído en diferentes emplazamientos —relató Paireline—. Podemos sentir su energía, el árbol nos está llamando desesperadamente, indicándonos sus posiciones.

—Como si tuvieran un GPS —se le ocurrió a Tôrprof.

—Algo así.

—Entonces sabéis dónde se encuentran. —Ela sonrió, esperanzada.

—Sí, sabemos dónde están —asintió Minn.

—Y ¿cuál es el problema? —interrogó Rilam sin entender.

—Pues que esos cuatro emplazamientos están muy distantes entre sí, además de ser lugares muy lejanos —esclareció Paireline, visiblemente preocupada—. Tal y como hemos explicado, el árbol no puede sobrevivir así durante mucho tiempo, solamente puede hacerlo durante un tiempo limitado. No sabemos con exactitud cuándo comenzará su degradación, pero no disponemos de todo el tiempo que nos gustaría. Los trozos no podían haber caído más lejos unos de otros, nos costará mucho acceder a ellos. Eso sin contar con que después hay que regresar y juntarlos para que el árbol esté de una pieza y sobreviva.

—¿Y dónde se encuentran esos cuatro emplazamientos? —volvió a inquirir Rilam.

—El primero de ellos ha caído en las Montañas Rojas, el segundo lo ha hecho en el Mar Mitológico, el tercero en las Cuevas de Cristal y el último en el paraíso oculto donde fue encontrado —explicó Sâsh.

—El árbol se ha refugiado en lugares élficos —se percató Zheoris, expresándolo con la seguridad y facilidad con la que se dice que dos por dos son cuatro.

Mis ojos se fueron hacia la guerrera… y regresaron cuando volvió a pillarme. Me ruboricé, no quería que se diera cuenta de la fascinación que sentía hacia ella. Lo admito, la admiraba, sí. La admiraba por ser todo lo que yo no era. ¿Se habría dado cuenta?

—Exacto —ratificó Dorcal—. Son lugares élficos, donde nuestros antepasados se ocultaban y vivían en paz en tiempos muy remotos. Allí el árbol se siente a salvo.

—Os dividiréis en cuatro grupos. —El Gobernador comenzó a explicar el plan que ya había trazado previamente junto a los Buscadores. Aunque hizo una pausa—. Por desgracia, hemos tenido una trágica baja. Nuestra querida Breth ya no se encuentra entre nosotros para acompañarnos en esta misión. —Mientras todos agachábamos el semblante, excepto Zheoris, que ya estaba mirando a una de las columnas con atención, el Gobernador dio la noticia—. Sin embargo, como sabéis, el puesto de un guerrero es ocupado por otro guerrero del mismo signo al que la Madre Naturaleza elige. El círculo de Guerreros Elfos solamente se completa con los trece signos. Es por eso que ahora contamos con otra guerrera halcón. Hannä, por favor, pasa.

Alzamos los rostros con sorpresa hacia la zona que señalaba. ¿Ya disponíamos de un guerrero halcón? ¿Tan pronto? Normalmente a la Madre Naturaleza eso le llevaba semanas, meses…

La nueva guerrera halcón salió de detrás de la columna con gracia y desparpajo, aunque su semblante mantenía el respeto que sentía por la muerte de nuestra compañera.

—Hola —saludó, acompañándolo de un asentimiento.

Intentamos sonreírla, sin embargo, lo cierto era que hacerlo inmediatamente después del funeral de Breth se nos antojaba más que difícil.

Ella se dio cuenta.

—Lamento muchísimo vuestra pérdida —murmuró—. Me gustaría… Me gustaría aclarar algo, si es posible —le pidió al Gobernador.

—Por supuesto —accedió él, extendiendo la mano para darle la palabra.

Prestamos atención.

—Solo quería decir que, aunque pudiera parecer que a mí me ha venido bien la muerte de Breth, no es así en absoluto —afirmó, bajando esos ojos de color morado que contrastaban tanto con su cabello dorado—. No vengo a sustituir a nadie, y sé que jamás seré como ella. Ojalá hubiera podido llegar a ser la guerrera halcón por otro motivo, pero la Madre Naturaleza me ha elegido a mí para ocupar su lugar, yo no lo he elegido así.

—Oh, claro que no —le calmó el Gobernador.

Rilam esbozó una ligera sonrisa amistosa.

—No te preocupes, Hannä, eres bienvenida. Es solo que… esto ha sido un shock para todos, nada más.

Y ya vería cuando se enterara Lugh.

—Lo sé. —Sonrió ella con empatía. Luego, se dirigió a mí—. Intentaré hablar con Lugh, especialmente.

Mi boca se quedó entreabierta. ¿Ella también… veía los pensamientos, como Breth?

—Suerte —dijo Zheoris con indiferencia mientras tanto.

—Bueno, hechas las presentaciones, pasemos al plan —prosiguió el Gobernador—. Tenemos que ponernos manos a la obra lo antes posible, la vida del Árbol de los Elfos, de la Tierra, depende de nosotros. Ni qué decir tiene que Rebast no puede saber de esta misión. Si Rebast se enterase de que el árbol continúa con vida, y de que vamos en su busca, la misión correría grave peligro.

»Como ya he dicho, os dividiréis en cuatro grupos. Cada grupo irá encabezado por uno de los Buscadores. El grupo de Minn irá a las Montañas Rojas, y por la dureza del terreno es el único que constará de cuatro guerreros. El resto de grupos constará de tres. El grupo de Paireline irá al Mar Mitológico. El grupo de Sâsh irá destinado a las Cuevas de Cristal. Y el grupo de Dorcal será el encargado del paraíso oculto. Para formar los grupos, el anillo mágico de los Buscadores os elegirá uno a uno.

Les dedicó un asentimiento para que procedieran y los Buscadores formaron un círculo. Se cogieron de las manos y cerraron los ojos. La magia élfica no tardó en actuar. Una ligera brisa comenzó a revolotear en torno a ellos, transformándose en un anillo dorado que los envolvió. Uno a uno, el anillo fue eligiendo a los miembros que iban a conformar los grupos.

Sobre la cabeza de Minn apareció el caballo, la serpiente, el gato y el toro. Sobre la de Dorcal aparecieron el ciervo, el cisne y el zorro. Sobre Paireline se dibujó al cuervo, al lobo y al halcón. Y sobre Sâsh apareció la mariposa, el caballo de mar y mi signo: el salmón.

Estaba en el mismo grupo que Zheoris…

Rilam y Jän ya estaban intercambiando una mirada sorprendida, aunque la rabia pronto tiñó la del guerrero caballo. Jän y Noram iban a ir en el mismo grupo, juntos, y eso no gustó a Rilam. Pero yo ya estaba tan tensa y nerviosa, que fue lo único a lo que fingí prestar atención antes de que la misma se escapara hacia Zheoris. Me observaba fijamente, como estudiándome.

El anillo fue apagándose paulatinamente, hasta que los Buscadores soltaron sus manos.

—Los grupos ya han sido constituidos. Una vez que os hagáis con los trozos del árbol, los Buscadores os dirán cómo debéis proceder. La misión comenzará mañana —decretó el Gobernador.

—¿Mañana? —cuestionó Rilam—. Lugh todavía no se ha repuesto de la pérdida de Breth, es… demasiado pronto para él.

—No nos queda opción. Ese árbol es la única esperanza que nos queda, debemos aferrarnos a ella con todas nuestras fuerzas, y es nuestra obligación esforzarnos al máximo para juntar los trozos y curarle cuanto antes. Solo así salvaremos al planeta. Nuestra vida, y la de todos los seres que lo habitan, dependen de vosotros. Este asunto corre prisa, es urgente. No podemos permitirnos ningún retraso, aunque eso suponga suspender el luto de Lugh. Aunque sea cruel, debe partir mañana, como los demás. Le necesitamos.

Rilam estaba de acuerdo, a pesar de sentir lástima por Lugh. Miró a Hannä con algo de secretismo, aunque enseguida se acordó de que ella también podía ver los pensamientos.

—No le va a gustar la idea de otra guerrera halcón, y mucho menos la idea de formar equipo con ella —dijo entonces, abiertamente—. ¿No habría manera de hacer un cambio en ese grupo?

—No. El anillo sabe qué guerreros son los más adecuados para cada misión —intervino Dorcal—. Él hace la combinación perfecta, él los escoge. Los grupos han de ser esos. El éxito de la misión depende de ello.

Al guerrero caballo no le agradó esa respuesta, más por lo que conllevaba también en relación a Jän y Noram. Sin embargo, no la rebatió, pues, una vez más, y al igual que el resto de nosotros, sabía que lo que había oído era verdad.

—Nos costará mucho convencerle para que abandone el cementerio —advirtió.

—Ve tú a hablar con él en persona, a ti te escuchará —le endilgó el Gobernador.

—¿Yo? Pero…

—¿Prefieres ir a buscar a Noram?

La boca de Rilam todavía seguía abierta, con la frase de antes estampada en ese muro invisible de la interrupción. Su semblante se llenó de rabia y resignación.

—No.

—Está decidido —resolvió el Gobernador—. Hoy mismo se lo comunicaremos a Lugh y Noram, y mañana partiréis a vuestros destinos.

El árbol de los elfos

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