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Una identidad espiritualmente superficial

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Jonás finalmente comienza a hablar. En el barco se ha mantenido lo más apartado posible de los paganos impuros. Cuando el capitán le insta a orar a su Dios, Jonás responde manteniéndose en silencio. Solo cuando la suerte recae sobre él y todo el barco le confronta, por fin recibimos la respuesta del profeta reticente.

Aunque la pregunta sobre la raza es la última en la lista, es la que Jonás responde en primer lugar. “Soy hebreo”, dice, antes que nada. En un texto en el que las palabras no sobran, el hecho de que cambie el orden y sitúe la raza en primer lugar como la parte más importante de su identidad es significativo. Según hemos visto, la identidad tiene varios aspectos o capas, algunas de las cuales son más esenciales para la persona que otras. Así lo explica un erudito: “Debido a que Jonás se identifica a sí mismo primero en el plano étnico y después en el religioso, podemos deducir que la etnia es lo principal en su identidad”.4

Aunque Jonás tenía fe en Dios, no parece que fuese tan intensa y esencial para su identidad como la raza y la nacionalidad. Muchas personas en el mundo añaden la religión, por así decirlo, a su identidad étnica, que es la más importante para ellos. Por ejemplo, alguien podría decir: “¿Cómo? Por supuesto que soy luterano, ¡no ves que soy noruego!”, aunque luego nunca vaya a la iglesia.

El hecho de que la raza era más importante para Jonás que su fe en la imagen que tenía de sí mismo explicaría por qué se oponía tanto a llamar a Nínive al arrepentimiento. La posibilidad de llamar a otras naciones a tener fe en Dios no podría ser atrayente bajo ningún concepto para alguien con una identidad espiritualmente superficial. La relación de Jonás con Dios no es tan fundamental para su sentido personal como la raza. Por esa razón, cuando la lealtad a su pueblo y la lealtad a la palabra de Dios parecen estar en conflicto, decide apoyar a su nación en lugar de llevar el amor y el mensaje de Dios a una sociedad nueva.

Por desgracia, muchos cristianos hoy en día tienen esta misma actitud. Y no es solo consecuencia de recibir una educación deficiente o de ser cerrado de mente en el plano cultural. Por el contrario, su relación con Dios a través de Cristo no ha llegado hasta lo profundo de sus corazones. Del mismo modo que en la vida de Jonás, Dios y su amor no son la capa central de su identidad. Por supuesto, la raza no es lo único que puede bloquear el desarrollo de la autocomprensión cristiana. Por ejemplo, es posible que creas de forma sincera que Jesús murió por tus pecados, pero tu valor y seguridad pueden basarse más en tu carrera y tu dinero en lugar de en el amor de Dios a través de Cristo.

Las identidades cristianas superficiales explican por qué cristianos profesos pueden ser racistas y materialistas avariciosos, adictos a la belleza y al placer o llenos de ansiedad y propensos a trabajar en exceso. Todo esto se debe a que el amor de Cristo no es la base de nuestra identidad, sino que lo son el poder, la aprobación, el bienestar y el control de este mundo.

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