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El extraño emisario

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Nuestra historia comienza cuando “la Palabra del Señor vino” a Jonás. Muchos de los relatos acerca de los profetas bíblicos empiezan así. Dios los usó para transmitir sus palabras y mensajes a Israel, sobre todo en tiempos de crisis. Sin embargo, ya en el versículo 2 los lectores originales se habrían dado cuenta de que se trataba de un relato profético distinto a cualquiera que hubiesen escuchado antes. Dios llamó a Jonás a ir “a la gran ciudad de Nínive y proclama […]”. Se trata de una declaración asombrosa en varios niveles.

En primer lugar, era impactante debido a que era el llamamiento de un profeta hebreo a dejar Israel e ir a una ciudad gentil. Hasta este momento, Dios solo había enviado a los profetas a su pueblo. Si bien Jeremías, Isaías y Amós pronunciaron algunos oráculos proféticos a países paganos, todos eran breves y ninguno de estos hombres tuvo que ir a estas naciones a predicar. La misión de Jonás no tenía precedentes. Y era aún más sorprendente que el Dios de Israel quisiera avisar a Nínive, la capital del imperio asirio, de la inminente condena. Asiria era uno los imperios más crueles y violentos de la Antigüedad. Los reyes asirios a menudo dejaban constancia de los resultados de sus victorias militares regodeándose con las explanadas plagadas con cadáveres y de las ciudades que habían quemado hasta solo quedar las cenizas. El emperador Salmanasar III es famoso por representar en grandes relieves de piedra los detalles espeluznantes de las torturas, descuartizamientos y decapitaciones que sufrían sus enemigos. La historia asiria es la más “sangrienta y escalofriante que conocemos”.2 Después de capturar a sus enemigos, los asirios normalmente les cortaban las piernas y un brazo y les dejaban el otro brazo y mano para poder estrecharla mientras morían y así burlarse de ellos. Obligaban a los amigos y familiares a desfilar con las cabezas decapitadas de sus seres queridos sobre postes. Arrancaban la lengua a los prisioneros y estiraban sus cuerpos con cuerdas para despellejarlos vivos y exhibir las pieles en los muros de la ciudad. Quemaban a adolescentes vivos.3 Aquellos que sobrevivían a la destrucción de las ciudades estaban destinados a sufrir formas de esclavitud crueles y violentas. Se ha denominado a los asirios como un “Estado terrorista”.4

El imperio había comenzado a exigir grandes tributos a Israel durante el reinado del rey Jehú (842 – 815 a. C.) y continuó amenazando al reino judío del norte durante la vida de Jonás. En el año 722 a. C., finalmente invadió y destruyó el reino del norte, Israel, y su capital, Samaria.

Sin embargo, esta nación era objeto de la acción misionera de Dios. Aunque Dios le dijo a Jonás que “proclamara contra” la ciudad debido a su maldad, no había ninguna razón para enviar el aviso a no ser que hubiese la posibilidad de que evitasen el juicio, como bien sabía Jonás (4:1-2). Pero, ¿cómo podía un Dios bueno dar a una nación así la más remota oportunidad de experimentar su misericordia? ¿Por qué diantres ayudaría Dios a los enemigos de su pueblo?

Quizás el elemento más sorprendente de este relato es a quién Dios eligió enviar. Era “Jonás el hijo de Amitay”. No nos da más contexto, lo que significa que no necesitaba que lo presentasen. 2 Reyes 14:25 nos dice que Jonás ministró durante el reinado del rey Jeroboam II de Israel (786 – 746 a. C.). En ese pasaje descubrimos que, al contrario que los profetas Amós y Oseas, que criticaron el gobierno del rey por su injusticia e infidelidad, Jonás había apoyado la política militar agresiva de Jeroboam para extender el poder y la influencia de la nación. Los lectores originales del libro de Jonás le recordarían como un partidario nacionalista realmente patriota.5 Y estarían asombrados de que Dios enviase a un hombre como este a predicar a las personas que más temía y odiaba.

Nada en esta misión tenía sentido. De hecho, casi parecía un complot maligno. Si a un israelita se le hubiese ocurrido esta idea, como poco, lo hubiesen rechazado y, en el peor de los casos, lo habrían ejecutado. ¿Cómo podría pedir Dios a nadie que traicionase los intereses de su país de este modo?

El profeta pródigo

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