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Dos maneras de huir de Dios

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Jonás huye de Dios. Pero, si damos un paso atrás y observamos la totalidad del libro, Jonás nos enseñará dos estrategias distintas para escapar de Dios. Pablo las describe en Romanos 1-3.

Primero, Pablo habla de quienes simplemente rechazan a Dios abiertamente y “se han llenado de toda clase de maldad, perversidad, avaricia y depravación” (Romanos 1:29). No obstante, en el capítulo 2, habla de los que tratan de seguir la Biblia. “Dependes de la ley y te jactas de tu relación con Dios; que conoces su voluntad y sabes discernir lo que es mejor porque eres instruido por la ley” (Romanos 2:17-18). Entonces, después de observar tanto a los gentiles paganos e inmorales como a los judíos moralistas que creen en la Biblia, concluye con una notable síntesis: “No hay un solo justo, ni siquiera uno […]. Todos se han descarriado” (Romanos 3:10-12). Un grupo trata de seguir con diligencia la ley de Dios y el otro la ignora y, sin embargo, Pablo dice que ambos “se han descarriado”. De forma distinta, ambos están huyendo de Dios. Todos sabemos que podemos huir de Dios siendo inmorales e irreligiosos, pero Pablo dice que también es posible evitar a Dios siendo muy religioso y moral.

El ejemplo clásico en los Evangelios de estas dos maneras de huir de Dios se halla en Lucas 15, la parábola de los dos hijos.9 El hermano menor trata de escapar del control del padre tomando su herencia, marchándose de casa, rechazando todos los valores morales de su padre y viviendo como le da la gana. El hermano mayor se quedó en casa y obedeció a su padre en todo, pero, cuando su padre hizo algo con las riquezas que quedaban que a él no le gustó, explotó su enfado contra su padre. En este punto, es obvio que tampoco le amaba.

El hermano mayor no obedecía por amor, sino solo como una manera, según creía, de que su padre estuviese en deuda con él y pudiese controlarle para que hiciese lo que le pidiese. Ninguno de los dos hijos confiaba en el amor del padre. Ambos trataban de encontrar maneras de escapar de su control. Uno lo hacía al obedecer todas las normas del padre; el otro, al desobedecerlas todas.

Flannery O’Connor describe a uno de sus personajes ficticios, Hazel Motes, como que sabía que “la manera de evitar a Jesús era evitando el pecado”.10 Creemos que, si cumplimos con la religión, somos virtuosos y buenos, entonces hemos pagado nuestra deuda, por así decirlo. Ahora, Dios no nos puede pedir nada, sino que nos debe. Esta situación no hace que nos acerquemos a él con gozo agradecido, entrega alegre y amor, sino que es una manera de controlar a Dios y, como resultado, le tenemos al alcance de la mano.

Estas dos maneras de escapar de Dios asumen la mentira de que no podemos confiar en que Dios está comprometido a hacernos bien. Creemos que tenemos que obligar a Dios a darnos lo que necesitamos. Incluso si obedecemos de forma externa a Dios, no lo hacemos por él, sino por nosotros mismos. Si, a medida que tratamos de cumplir sus normas, Dios no nos trata como sentimos que merecemos, entonces la fachada de moralidad y rectitud puede caer de un día para otro. El distanciamiento interior de Dios que había existido durante un tiempo, se convierte en un rechazo exterior manifiesto. Nos ponemos furiosos con Dios y simplemente nos alejamos.

El ejemplo clásico del Antiguo Testamento de estas dos maneras de huir de Dios está justo aquí en el libro de Jonás. Jonás actúa por turnos tanto como el “hermano menor” como el “hermano mayor”. En los dos primeros capítulos del libro, Jonás desobedece y huye del Señor y, al final, se arrepiente y pide la gracia de Dios, del mismo modo que el hermano menor se va de casa y regresa arrepentido.

Sin embargo, en los últimos dos capítulos, Jonás obedece el mandato de Dios de ir y predicar a Nínive. No obstante, en ambos casos, trata de tener el control de los planes.11 Cuando Dios acepta el arrepentimiento de los ninivitas, del mismo modo que el hermano mayor en Lucas 15, Jonás se enfurece con una indignación de autojustificación ante la gracia y la misericordia de Dios hacia los pecadores.12

Y este es el problema al que se enfrenta Jonás, en concreto, el misterio de la misericordia de Dios. Es un problema teológico, pero al mismo tiempo es un problema del corazón. A no ser que Jonás vea su propio pecado y sea consciente de que solo vive por la misericordia de Dios, nunca entenderá cómo Dios puede ser misericordioso con personas malvadas y seguir siendo justo y fiel. La historia de Jonás, con todas sus vueltas y giros, trata sobre cómo Dios lleva a Jonás, a veces de la mano, otras veces por la oreja, para mostrarle estas cosas.

Jonás huye y huye. Pero, aunque usa múltiples estrategias, el Señor siempre está un paso por delante. Dios también varía en las estrategias que usa y extiende su gracia de forma constante de maneras nuevas, incluso si no lo entendemos ni lo merecemos.

El profeta pródigo

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