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Desconfiar de Dios

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Jonás tenía un problema con la tarea que debía realizar. Sin embargo, tenía uno aún mayor con aquel que se la había encargado.8 Jonás concluyó que, debido a que él no lograba ver ninguna buena razón para el mandato de Dios, es que no existía ninguna. Jonás dudó de la bondad, la sabiduría y la justicia de Dios.

Todos hemos pasado por esta experiencia. Estamos sentados en el consultorio médico estupefactos por el informe de la biopsia. Nos desesperamos por encontrar un trabajo decente después de que nuestra última oportunidad haya desaparecido. Nos preguntamos por qué la supuesta relación romántica perfecta, la que siempre quisimos y pensamos que nunca sería posible, se ha roto y destruido. ¡Pensamos que si Dios existe, no sabe lo que está haciendo! Incluso cuando dejamos a un lado las circunstancias de nuestras vidas y nos centramos en las enseñanzas mismas de la Biblia, parece, sobre todo a las personas modernas, que están llenas de reivindicaciones que no tienen ningún sentido.

Cuando esto ocurre, tenemos que decidir: ¿es Dios quien sabe lo que es mejor o somos nosotros? Y, por defecto, el corazón humano sin ayuda siempre decide que somos nosotros. Dudamos de que Dios sea bueno o de que se preocupe por nuestra felicidad, por lo que, si no podemos ver un buen motivo en lo que Dios dice o hace, entonces asumimos que es que no existe ninguno.

Esto es lo que Adán y Eva hicieron en el jardín. El primer mandato divino fue: “y le dio este mandato: ‘Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás’” (Génesis 2:16-17). Allí estaba el fruto y parecía muy “bueno […], tenía buen aspecto y era deseable” (Génesis 3:6); sin embargo, Dios no había dado ninguna razón por la que estuviese mal comerlo. Adán y Eva, al igual que Jonás muchos años después, decidieron que, si no podían pensar en una buena razón por la que Dios dio esa orden, entonces no podía haber ninguna. No confiaron que Dios tuviese en cuenta sus mejores intereses. Así que comieron.

El profeta pródigo

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