Читать книгу El verdadero significado de la pertenencia - Toko-pa Turner - Страница 18

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Cuando tenía once años, mi abuela me regaló el anillo de bodas de mi abuelo, ya fallecido. Lo consideraba mi posesión más valiosa. Era de oro blanco, con elegantes grabados y, lo más importante de todo, tenía su nombre, Tadeusz, grabado en su cara interna. Un día, cometí el error de irme a nadar con el anillo puesto y se me salió del dedo. Estuve dos horas buceando para rastrear el fondo de la piscina, pero, todas las veces, salí agotada y con las manos vacías. Me sentía tan avergonzada que no era capaz de decírselo a nadie, pero cuando cenamos en casa de mi abuela el fin de semana siguiente, se dio cuenta de que no lo llevaba. Le dije que sentía mucho haberlo perdido. Mi madre se giró hacia mí y espetó con desprecio: «No se le puede confiar nada valioso a Toko».

Objetivamente, este hecho se podría considerar una actuación poco afortunada de una madre que, en un momento de debilidad, intenta educar a su hija, pero visto como el último de una larga cadena de crueles acontecimientos similares, supuso la gota que colmó el vaso en mi convicción de que no era una persona normal ni digna de confianza y que no merecía un lugar en la mesa familiar.

Si, como me ha pasado a mí, te has criado sintiéndote invisible, anulada o algo peor –con el mensaje tácito de que no eras deseada o que hubieran deseado tu muerte–, puede que seas hija de una mujer poseída por la Madre Muerte.

La Madre Muerte es un término para designar esta energía o arquetipo, que se ofende con su propio hijo, lo abandona o incluso desea destruirlo. Lo acuñó la analista junguiana Marie-Louise von Franz, 1 y posteriormente fue ampliado por la autora, maestra y analista junguiana Marion Woodman, en su entrevista con Daniela Sieff, «Confrontar a la Madre Muerte». 2 Como blanco de la Madre Muerte, el niño o la niña acaba desarrollando la convicción de que vive en un mundo peligroso y de que su vida corre peligro. 3 Pero mucho tiempo después de haber abandonado el hogar familiar, el objetivo seguirá siendo acechado por la Madre Muerte, que luchará contra él desde dentro.

Incluso antes de que se te ocurra pensar en hacer algo nuevo, utilizando tu creatividad, tu voz o dirigiéndote hacia el cambio, la Madre Muerte hará acto de presencia. Al igual que Medusa, no tiene más que levantar una sola ceja para que todo tu cuerpo quede petrificado. Es la energía paralizadora que reduce tu creatividad y te exige silencio. Se alimenta de tu vergüenza e impotencia, y cualquier muestra de emoción o autenticidad puede provocarla.

Incapaz de soportar el sufrimiento de ser rechazado, su blanco dejará de manifestar su chispa creativa. Se esconderá donde no pueda ser criticado, pues se le ha enseñado que no vale nada. Tal como dice Woodman: «Su esencia creativa propia sufrirá una división y será enterrada en un recoveco oculto de su psique inconsciente». 4

Entonces, el hijo o hija de la Madre Muerte hace lo imposible por sobrevivir. En su intento de comportarse de una manera que pueda fortalecer su frágil lugar dentro de la pertenencia, empieza a interpretar el papel que piensa que lo congraciará con ella. Esto se puede manifestar convirtiéndose en un perfeccionista para cumplir las exigencias imposibles de la Madre, independizándose violentamente de ella o siendo su defensor y cuidador –incluso, marido suplente–; sea como fuere, el niño intenta por todos los medios ser necesario para aliviar la hostilidad de su entorno.

Pero por más que intentemos ser más listos que ella, inevitablemente, acabamos interiorizándola y empezamos a confundir su voz con la nuestra. La Madre Muerte, con sus artimañas internas, termina arruinando la vida de una persona. Tal como escribe Woodman: «Si este bebé, cuando todavía estaba en el útero, hubiera sabido que no era del sexo que sus padres deseaban, que no había dinero para otro hijo, que no era un buen momento para el matrimonio o que se libraría de ser abortado por los pelos, este bebé habría sabido que no es bienvenido a la vida... No deseado. ¿Puede haber algo peor para un recién nacido indefenso que experimentar eso en su carne?». 5 Y a medida que el niño va creciendo, irá proyectando este no deseado en los demás, esperará el rechazo de sus amigos, de las figuras de autoridad, incluso de la propia vida. Lo peor de todo es que dirigirá esa gélida mirada hacia sí mismo.

Cuando descubrí a la Madre Muerte fue toda una revelación para mí, porque entendí la razón de mis instintos suicidas a tan corta edad. El suicidio o el «anhelo del olvido que conlleva la muerte» era una forma de dirigir la campaña de la Madre Muerte contra mí. El suicidio era la versión concreta del rechazo que sufría todos los días hacia mi persona.

Me di cuenta de que vivía en lo que Sieff denomina un «mundo-trauma», una realidad psicológica paralela que se caracteriza por el miedo, la desconexión y la vergüenza. La mayoría pensamos que los traumas se deben a algún hecho o hechos violentos, físicos o de índole sexual, pero ahora los investigadores están descubriendo que hay muchos tipos de traumas sutiles e insidiosos, que activan las mismas respuestas en el cuerpo y el sistema nervioso. Ser testigo de violencia, la inestabilidad crónica, el caos en el hogar de la infancia o la frialdad emocional y la falta de apego seguro con tu principal cuidador, porque siempre está deprimido, padece alguna enfermedad mental, es impredecible o suicida, puede crear las condiciones necesarias para que una persona joven padezca un trauma emocional.

Los traumas nos cambian radicalmente, no solo en el plano psicológico, sino también a nivel celular. La Madre Muerte interior se manifiesta como la renuncia a uno mismo, especialmente en lo que respecta al cuerpo. Según Woodman: «Cuando tengo hambre, no soy alimentado. Cuando estoy agotado, no se me permite descansar. Cuando necesito moverme, se me obliga a estar quieto». Sieff sigue explicando: «Como respuesta a esa experiencia abrumadora de sufrimiento y de miedo, se producen cambios biológicos que sensibilizan extraordinariamente a nuestro cuerpo y nuestra mente a peligros potenciales [...] vemos amenazas donde no las hay, y reaccionamos exageradamente a ellas de maneras que hacen que creemos las profecías que se cumplen a sí mismas».

Recuerdo que un día hice autostop para ir a un concierto, porque mi coche estaba estropeado, y me paró una bruja que llevaba un coche muy sucio. Al abrir la puerta vi un montón de pelo de perro y basura en el asiento, así que empecé a sacudirlo antes de sentarme con mi falda blanca. La conductora me dijo de malos modos: «¡Métete ya! ¡Esto no es un taxi!». De pronto, me quedé helada. Me pasé todo el trayecto sin abrir la boca, la rabia y la vergüenza me consumían por dentro. Y el destino dispuso que cuando llegamos al concierto, esa bruja se sentara a mi lado. Recuerdo que tuve pensamientos obsesivos de injusticia; luego, de pronto, pasaba a tener pensamientos opuestos, en los que me atacaba a mí misma por ser demasiado delicada. Era una repetición de las discusiones internas crónicas que tenía con mi madre, como si siempre tuviera que justificar la validez de mis sentimientos heridos... y de ser una perdedora. De pronto, me sobrevino la sensación de estar exiliada, como si todas las personas que asistieron al concierto estuvieran dentro de algo y yo estuviera fuera. Cuando terminó la velada, había entrado en una espiral de vergüenza de la cual tardé días en salir.

Parece increíble que ese insignificante detonante me produjera tal desesperación. Pero cuando vives en un «mundo-trauma», tus respuestas las genera un sistema nervioso afectado, que supone que siempre está bajo amenaza de ser atacado o abandonado, aunque no exista peligro real.

La Madre Muerte ataca tu cuerpo, te frena cuando estás a punto de despegar, te hace callar antes de abrir la boca. Es la energía paralizante que te impide participar en la vida. Es lo que Woodman llama «mentalidad de comadreja», donde «la vida se experimenta como si fuera un campo de minas en el que somos derribados por explosiones que los demás no pueden oír. Si existe una hostilidad inconsciente en el entorno, el cuerpo interior, en un acto reflejo, se retira y se hace el ‘‘muerto’’». 6

Para sanar la herida que deja la Madre Muerte en tu cuerpo, es útil comprender sus orígenes y cómo llegó a convertirse en semejante expresión terrible de la naturaleza. Si volvemos al mito de Medusa, veremos que esta no siempre fue un monstruo terrorífico con una cabeza llena de serpientes que convertían a las personas en piedra. Antes de transformarse en un ser que perseguía y cosificaba a otros, ella fue cosificada primero.

Medusa, la más bella de tres hermanas, era una hermosa doncella con rizos dorados. Aunque tenía muchos pretendientes que aspiraban a sus favores, Poseidón, al ser rechazado, la violó en el templo de Atenea. La diosa, furiosa por la profanación de su templo, maldijo a Medusa, convirtió su hermoso pelo en serpientes y la volvió tan horrible que todo aquel que la mirara se convertiría en piedra.

Para nuestro propósito, me centraré en dos aspectos de este mito: cómo Atenea persiguió a Medusa por profanar su templo y cómo la aterradora transformación de Medusa en gorgona fue a raíz de su propia violación.

Atenea nació de la cabeza de su padre, Zeus, con toda su armadura, lista para la batalla. Se podría decir que era la hija perfecta para el padre, totalmente identificada con sus valores patriarcales, como la razón, la fuerza y la victoria. Aunque al imaginar a Medusa pensamos en la encarnación de la rabia femenina, hubo un tiempo en que se la conocía por su sensual belleza y su buena relación con sus hermanas. En el aspecto simbólico, podríamos decir que las dos mujeres representan la división cultural de lo femenino, entre lo cívico y lo primario, logos y eros, la obediencia y la rebeldía. Es la misma división que vemos reflejada en otras partes, como la historia bíblica de María y María Magdalena. Atenea, como diosa virgen, quizás se sintió amenazada por la energía primaria y procreadora de Medusa, así que la maldijo y la convirtió en un monstruo. Pero no olvidemos que fue un acto de extrema violencia lo que provocó esta división.

Medusa, violada por Poseidón y, posteriormente, asesinada a manos de Perseo, es un símbolo de la subyugación cultural del aspecto salvaje e indomable de lo femenino, que ella representa. El nombre Medusa (Medha en sánscrito, Metis en griego y Maat en egipcio) significa ‘sabiduría femenina soberana’, de modo que su violación también se podría considerar la derrota de las religiones de las diosas por una cultura predominantemente masculina, encabezada por Zeus. Para sobrevivir a estas condiciones, las mujeres hemos tenido que convertirnos en lo que era Atenea, una incondicional de su padre, a fin de poder medrar. Pero la consecuencia de ser una «buena hija» o una «buena madre» es que la oscuridad que representa la furia desterrada de Medusa aparecerá de formas impredecibles.

¿Te has fijado alguna vez que, en los cuentos de hadas, la madre de la protagonista está muerta, ausente o es suplantada por una madrastra malvada? Por ejemplo, en Blancanieves, la malvada madrastra tiene tantos celos de la belleza de su hijastra que la echa de casa y envía a un cazador a que le arranque el corazón. En Hansel y Gretel, la esposa del leñador convence a su esposo para que mande a los gemelos al bosque con la esperanza de que no sepan volver a casa y mueran de hambre. Nos resulta tan inadmisible que una madre sea capaz de cometer semejantes actos macabros e incluso asesinos hacia sus propios hijos que la hemos sustituido por otra mujer que carece de apego emocional.

Lo cierto es que hay muchas madres que luchan contra sus sentimientos contradictorios respecto a sus hijos, hasta el extremo de desear que no hubieran nacido. A veces, nos enteramos de historias atroces de madres que matan a sus propios hijos. Y aunque la mayoría de las mujeres nunca llegaría a tal extremo, muchas sienten la rabia, la desesperación y el agotamiento que pueden provocar esa violencia.

Aunque no soy madre, tengo muchas amigas que sí lo son y veo lo duras que son con ellas mismas, cuando no tienen paciencia o se enfadan con sus hijos. Creo que es porque en nuestra sociedad se niega el aspecto oscuro de la maternidad. Tenemos el arquetipo idealizado de la Buena Madre, que encarna el amor incondicional, la compasión y la crianza. Pero el problema que plantea esta perspectiva parcial es que transmite, tanto a la madre como al hijo, que todo lo que no sea una buena madre es aberrante o antinatural.

La autora y antropóloga Daniela Sieff, en su fascinante ensayo La Madre Muerte como sombra de la naturaleza, 7 aborda el lado oscuro de la maternidad bajo un prisma evolutivo y analiza el modo en que la influencia de unos cuantos factores centrales, como la disponibilidad de calorías y el apoyo social, contribuye en gran manera a la tendencia (o no) de que una madre cree un vínculo con su hijo. Sieff señala que en algunas sociedades de subsistencia tradicionales no es tan raro abandonar o matar a un bebé, cuando no se dispone de ambas cosas. Por razones de subsistencia, «no se puede comprometer con sus bebés indiscriminadamente; por el contrario, ha de tener en cuenta sus propias circunstancias y las características del bebé, en el momento de decidir si lo cría (o los cría) o no». 8

En Occidente tenemos más recursos y, afortunadamente, el infanticidio no es habitual. No obstante, al estudiar estos principios evolutivos básicos, Sieff nos ayuda a comprender que los impulsos inquietantes y destructivos son una dimensión natural de la maternidad. Aunque no todas las mujeres llegarían al extremo de ser Madres Muerte, si no se sienten apoyadas o se consideran invisibles y sobrepasan sus propios límites, pueden ser susceptibles de caer bajo la influencia de su propia sombra. Mientras sigamos idolatrando a la Buena Madre y sin reconocer su aspecto oscuro, las mujeres estaremos destinadas a manifestarlo inconscientemente.

A menos que reconozcamos las barreras a las que se enfrentan las madres y encontremos fórmulas como comunidad para proporcionarles el apoyo que necesitan, la vergüenza oculta de la mujer que no se siente adecuada respecto a la imagen de la Buena Madre acabará volviéndose en su contra, como lo hacen las sombras no reconocidas, y empezará a expresarse de maneras destructivas, internamente y hacia todo aquel que se cruce en su camino. Los hijos de esas madres también sufrirán la negación cultural de la sombra de la maternidad. Puede hacer que se cuestionen la validez de su experiencia con la oscuridad de su progenitora, creando las condiciones necesarias para que se repita el ciclo de la Madre Muerte.

El verdadero significado de la pertenencia

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