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La cultura de la Madre Muerte
ОглавлениеPara la mayoría, tanto si queremos admitirlo como si no, nuestros valores son los que nos han transmitido nuestra familia o cultura. Uno de los pasos más escalofriantes que hemos de dar en el camino de la pertenencia es aprender a diferenciar nuestra verdadera voz de la voz de la Madre Muerte, tanto en nuestra vida personal como en su manifestación en las normas culturales.
Cuando empezamos a comprender la gélida propagación de la Madre Muerte en nuestro inconsciente personal, simultáneamente, comenzamos a darnos cuenta de que es una emisaria de una cultura que denigra lo que los junguianos denominan lo «femenino». Hay muchas cosas en nuestra forma de vivir actualmente que son hostiles, incluso letales, para lo femenino. Es agotador seguir el ritmo de una sociedad obsesionada con el consumismo, el prestigio, la productividad, la riqueza y el poder. A pesar de que tengamos éxito en estas facetas, la meta siempre es conseguir más, porque la Madre Muerte es insaciable.
Mientras la Madre Devoradora se come lo bueno que hay en nosotros, dejando huecos de carencia en nuestro paisaje interior, también lo hace en el exterior. Se manifiesta en el impulso de saquear delicados ecosistemas, como el Ártico, en busca de petróleo. Es el hambre que tolera las granjas ganaderas y el negocio agrícola del monocultivo, aunque ello conlleve acabar con la biodiversidad. El crecimiento económico es como una célula cancerosa, que se reproduce incesantemente sin finalidad alguna, hasta acabar con su anfitrión. A la Madre Muerte no le importa qué o a quién pise en su camino, mientras ella pueda seguir creciendo.
Depende del aislamiento, porque siempre y cuando creamos que el valor es algo que podemos alcanzar por nosotros mismos, seguiremos trabajando duro, comprando cosas y luchando por esa noción hiperindividualista del éxito. Entretanto, aumenta el número de personas para las que el éxito es un espejismo lejano. La supervivencia es a lo máximo que puede aspirar la mayoría.
Pero ¿y si el mérito dependiera de nuestro sentido de pertenencia como colectivo? Decir mérito es otra forma de decir pleno. Es el estado de reposo de la abundancia. Es nuestro estado natural, cuando vivimos en solidaridad con los demás y en armonía con nuestro entorno. Cuando todos contribuimos al conjunto con nuestros dones y habilidades únicos, siempre tenemos más de lo que necesitamos. A la inversa, cuando las cosas van mal, nos ayudamos unos a otros, llevando la carga entre todos.
Solo desde un lugar de recursos combinados, podremos comenzar a vencer a la Madre Muerte en nuestra cultura. A medida que vayamos acabando con esos valores heredados de nuestra dignidad intrínseca, comenzaremos a conectar con una visión única para nosotros y para el mundo en que vivimos.