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ОглавлениеCapítulo 2
EL INJUSTAMENTE ODIADO TEJIDO ADIPOSO
¿Es posible que el vilipendiado tejido adiposo no resulte un enemigo a eliminar? ¿Será que las células adiposas se agrandan para protegernos de una alimentación inadecuada hasta que ya es demasiado tarde?
Desarrollar grasa corporal es un proceso fisiológico normal. Aunque pueda resultar paradójico, quienes no pueden acumular grasa sufren enfermedades metabólicas. El síndrome de Berardinelli Seip es una enfermedad rara caracterizada por la pérdida total o parcial del tejido adiposo. Los problemas de salud asociados a la obesidad comienzan al exceder la capacidad de expansión de este tejido o cuando la grasa se almacena en lugares donde no debería estar, como el hígado.
Cometemos un error al imaginarnos el tejido adiposo como una bolsa amarillenta que incorpora o libera moléculas de grasa a medida que comemos o adelgazamos. Este complejo tejido es una glándula endócrina en permanente comunicación con el resto del organismo. Su color no es amarillo, sino rosáceo, porque está repleto de vasos sanguíneos que le permiten interactuar con diferentes órganos y glándulas e incluso con el sistema nervioso. Está formado por células llamadas adipocitos que reciben y emiten señales hormonales.
La localización de la grasa y su distribución corporal están ligadas a una función determinada y dependen de la secreción de diferentes hormonas. El tejido adiposo se clasifica de acuerdo a su localización y función en:
Tejido adiposo subcutáneo:
Se encuentra entre el músculo y la piel de todo el cuerpo e incluye al tejido adiposo fémoro-glúteo, localizado en las caderas y piernas, que está especialmente desarrollado en las mujeres fértiles. Este tejido está destinado a servir de reserva para el embarazo y la lactancia y solo libera ácidos grasos durante estas etapas, por eso a la mujer le resulta difícil perderlo aunque realice cambios en su alimentación. La buena noticia es que su crecimiento no tiene repercusiones metabólicas negativas. Por el contrario, a partir de la menopausia, las células adiposas fémoroglúteas continúan secretando estrógenos que previenen la osteoporosis y las enfermedades cardiovasculares (Guo-Cho Chen et al., 2019) (5).
Tejido adiposo abdominal o visceral:
Se localiza en la cavidad abdominal, detrás de la pared muscular y rodeando órganos como el hígado y el páncreas. Es un tejido muy activo que libera ácidos grasos permanentemente a la sangre. Los adipocitos tienen una membrana elástica que les permite aumentar su volumen hasta alcanzar un tamaño crítico. Una vez superado, comienzan los problemas: las células se quedan sin oxígeno y pretenden conseguir mayor irrigación sanguínea. Para lograrlo, liberan sustancias mensajeras a la sangre llamadas adipoquinas. Estas generan un estado de “inflamación crónica” con el objetivo de expandir el tejido adiposo. El depósito de grasa necesita crecer para hacerse cargo de un exceso de nutrientes que llega en forma ininterrumpida. En realidad, no es el culpable, sino una víctima de la alimentación inadecuada. La inflamación crónica, producto de la expansión del tejido adiposo, se combina con el factor alimentario para generar las enfermedades “desadaptativas” como la diabetes mellitus tipo 2, la hipertensión arterial y la arterioescleroris.
El cambio en la distribución del tejido adiposo que experimenta el sexo femenino luego de la menopausia tendría una posible explicación desde la evolución. Luego de la etapa fértil, es probable que las mujeres prehistóricas requirieran contar con un depósito de rápida liberación. La pérdida de la capacidad de procrear dejaba a las menopáusicas con menor provisión de alimentos y desprotegidas de las amenazas del medio, porque las poblaciones primitivas destinaban más cuidados a las más jóvenes. La mujer que no podía gestar estaba a merced de sí misma, por eso necesitaba contar con una reserva de rápida respuesta brindada por la grasa abdominal y ya no necesitaba de tanto tejido fémoro-glúteo.
Imagen 2. Los diferentes tejidos adiposos
¿Cómo se liberan los ácidos grasos del tejido adiposo?
Existen enzimas que regulan el almacenamiento de grasa como la lipoproteinlipasa, que transfiere ácidos grasos desde los vasos sanguíneos hasta las células adiposas. Esta enzima es activada por la insulina, hormona que segrega el páncreas en respuesta a la ingesta de alimentos.
Cada vez que comemos se libera insulina, porque la misión de esta hormona es dirigir el destino de las grasas, proteínas y carbohidratos que ingresan con los alimentos y circulan por la sangre. Pero no todos los nutrientes estimulan la misma secreción, como veremos en el Capítulo 6.
En los intervalos entre las comidas, los niveles de insulina se reducen. Al no ingresar alimentos, la hormona desciende y esto nos permite utilizar los depósitos. Este proceso se interrumpe con la próxima ingesta.
Aunque la enzima lipoproteinlipasa, que almacena grasa bajo la orden de la insulina, está distribuida por todo el cuerpo, nuestros genes determinan su mayor concentración en diferentes zonas. En general, las mujeres fértiles tienen más cantidad en los glúteos y muslos y los hombres, en el abdomen. Por eso, la localización principal del tejido adiposo es diferente en cada sexo.
¿Para qué sirve y para qué no sirve una balanza?
La balanza solo permite obtener el peso, medición que puede variar en función de diversos factores, no relacionados con el aumento de grasa corporal:
Retención hídrica: es la cantidad de líquido que acumula el organismo. Puede aumentar ante ingestas de comidas con mucha sal (por ejemplo, fiambres), en el período premenstrual en la mujer o cuando no hay buen retorno venoso en quien sufre de várices.
Contenido intestinal: en la constipación crónica o en situaciones de tránsito intestinal lento aumenta el peso del cuerpo.
Ejercicio: los grupos musculares utilizados se inflaman y pesan más, especialmente cuando se comienza a hacer actividad física o el entrenamiento es intenso.
Todas esas variaciones que muestra la balanza no están relacionadas con un crecimiento del tejido adiposo. El incremento de peso no siempre equivale a mayor cantidad de grasa corporal. Aunque una persona haya perdido parte de sus depósitos adiposos, podría pesar más en forma transitoria, si comiera alimentos con mucha sal el día anterior o si se encontrara en el período premenstrual. Teniendo en cuenta la hora del día el peso también fluctúa, siendo mayor generalmente por la tarde.
Relacionar la ingesta de los días previos, con el aumento o descenso del peso actual, es erróneo. El tiempo que tarda el organismo en metabolizar los alimentos y generar un excedente en forma de grasa corporal no es inmediato. Es frecuente que los aumentos transitorios de peso provoquen frustaciones infundadas. También que el descenso de peso debido a la pérdida de líquido genere falsas ilusiones. Plantearemos dos ejemplos para entenderlo mejor:
Caso 1: Alicia pesa 75 kg a la mañana en ayunas. Sigue las indicaciones alimentarias de su profesional y practica ejercicio intenso luego de mucho tiempo de inactividad. Ese día no evacúa y nota que orina muy poco. Su peso a la mañana siguiente en ayunas es de 76 kg. Si sacara una conclusión por esta variación podría deducir, erróneamente, que lo que está comiendo es inadecuado. Sin embargo, si bien pesa más, Alicia no aumentó sus depósitos de grasa, por el contrario, es posible que resulten menores. El problema es que la balanza no puede distinguir el peso del tejido adiposo respecto al contenido intestinal o el líquido presente en el músculo inflamado.
Caso 2: Pablo pesa 83 kg a la mañana en ayunas y posteriormente evacúa sus intestinos, después de varios días de constipación. El trabajo en la oficina le impide moverse de la silla. Almuerza comida rápida, toma gaseosa y cena snacks con un helado de postre. No hay dudas de que su alimentación fue inadecuada, sin embargo, al otro día ¡pesa 500 gramos menos! A pesar de su ilusión, es probable que Pablo haya aumentado sus depósitos de grasa. El problema es que los cambios tardarán en reflejarse en la balanza.
Pesarse todos los días puede dar lugar a interpretaciones erróneas. En el proceso de pérdida de grasa es normal que existan fluctuaciones y momentos en los cuales el peso permanece igual o incluso aumente ligeramente. Estas oscilaciones no influyen en el resultado final. Si ponemos el énfasis en el cambio de hábitos, la balanza terminará mostrando el esfuerzo realizado.
Existen otros instrumentos que permiten cuantificar las variaciones de masa grasa. El más sencillo es la medición de la circunferencia abdominal con una cinta métrica. También la bioimpedancia eléctrica que estima las variaciones en el porcentaje de masa grasa y masa muscular.
LAS MESETAS ¿Y AHORA QUÉ? |
La interrupción en el descenso de peso es frecuente y esperable durante el proceso. Resulta fundamental evaluar las causas con un profesional para resolver los inconvenientes antes de que aparezcan las frustraciones. Por lo general, las mesetas son transitorias y pueden deberse a múltiples motivos:Retención hídrica: durante el período premenstrual, por consumo excesivo de sal o alimentos muy ricos en sodio, incluso también por cuestiones climáticas.Por descuidos inadvertidos en la alimentación, en ese caso, realizar un registro alimentario puede ser útil. Permite verificar la calidad y cantidad, los horarios y la frecuencia de las comidas.Etapas de estrés: cuyas repercusiones se explican en el Capítulo 10.Alteraciones hormonales: que deberán descartarse mediante análisis de sangre.Mecanismos adaptativos que protegen los depósitos de grasa: generados luego de una pérdida significativa de la masa grasa inicial. |