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INTRODUCCIÓN 1. LEER HOY A TUCÍDIDES

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Leer hoy a Tucídides debería ser una obligación. En un momento en el que los clásicos suelen quedar relegados al lugar privilegiado y a la vez intrascendente de los plúteos de la alta cultura, calificados como imprescindibles, pero sentidos como perfectamente obviables, hay autores antiguos que nos atrapan por hablarnos de nuestro presente desde la lejanía de un pasado que parecía totalmente extinguido. Entre esos pocos autores, cuya obra sigue siendo un referente y cuyas reflexiones siguen siendo asombrosamente válidas, Tucídides se destaca como un faro que aporta al lector moderno una guía para entender el mundo que le ha tocado vivir, en el que las falsas noticias, la manipulación del lenguaje por parte de políticos demagogos, los acuciantes peligros que acechan a los regímenes democráticos o la existencia de un inestable tablero internacional dejan patente que vivimos tiempos inciertos. En momentos de zozobra como estos, y al igual que ha venido sucediendo en épocas similares desde hace siglos, su Historia consigue atrapar la atención del lector por su manera seca y áspera, pero, ante todo, lúcida de exponer los motivos que convierten al hombre en un lobo para el hombre. Por el modo en que consigue explicar sin concesiones la realidad, las implicaciones y las inevitables consecuencias del imperialismo, los motivos que conducen a un grupo humano a la guerra civil o el papel subordinado que los países débiles acaban desempeñando en un tablero internacional condicionado por el poder inexorable de la fuerza y de los hechos consumados. La obra de Tucídides aporta un rayo de lucidez en un contexto marcado por la inmediatez y por estímulos de consumo rápido y de nula digestión, que suelen expresarse por medio de rimbombantes afirmaciones destinadas a vivir la efímera existencia de los 140 caracteres. A cambio, el historiador ático ya reclamaba en su momento la obligación de una lectura reposada y detenida de una obra que requería de una digestión lenta para poder asimilar sus bondades. Tenía claro que, para que fuera posible captar el mensaje de sus palabras, el lector debía adentrarse en la senda estrecha y tortuosa por la que discurre un alambicado pensamiento que, paradójicamente, consigue ser preciso gracias a la abstracción. Al final de este tortuoso camino, el lector paciente encuentra, como premio a su esfuerzo, un tesoro vedado a quien opta por otro tipo de acercamiento más superficial. Nuestro objetivo es acompañar al lector en ese tránsito, aligerar la carga inevitable que supone la tarea de comprender el significado de esta obra clave de la cultura occidental y, en definitiva, ayudar a entender los motivos por los que Tucídides se ha convertido, sin lugar a dudas, en el autor antiguo más útil para comprender el mundo contemporáneo.

Una afirmación que no es en absoluto gratuita. Tomemos como ejemplo tres conflictos políticos candentes, pertenecientes a diferentes esferas de influencia (global, regional y nacional), que afectan al mundo de hoy. ¿Quiere entender las causas por la que el presidente Trump ha comenzado un conflicto comercial de impredecibles consecuencias, centrado en la imposición de aranceles y en la hegemonía tecnológica, con la China de Xi Jinping? Lea a Tucídides. ¿Se cuestiona cómo es posible que una sociedad europea tan avanzada como la del Reino Unido, azuzada en sus más bajos instintos por demagogos como Nigel Farage o Boris Johnson, se haya metido de cabeza en el callejón sin salida del brexit? Lea a Tucídides. ¿Desea comprender los motivos por los que el denominado procés ha prendido en una parte importante de la sociedad catalana hasta el punto de que un buen puñado de ciudadanos, tradicionalmente sosegados y prudentes, emprendieron en otoño de 2017, sin amago de crítica, una senda cercana a la insurrección popular y han estado a punto de llegar a desatar un conflicto civil, plenamente convencidos por las soflamas y medias verdades de un grupo de dirigentes políticos que en cualquier otro momento habría sido visto como el paradigma del oportunismo y de la irresponsabilidad? Lea a Tucídides.

En el primer caso, así lo han entendido en el entorno del presidente Trump, entre cuyos asesores militares (con figuras tan destacadas como los generales Mattis y McMaster, el cual, sin duda, leyó a Tucídides en su paso por la academia militar de West Point) la Historia se ha convertido en una obra de cabecera a la hora de planificar las presentes y las futuras relaciones con China, y no caer en lo que se ha denominado como «la trampa de Tucídides». Esta expresión, acuñada por el politólogo norteamericano Graham Allison, sirve para referirse a la posibilidad, cada vez más real, de un enfrentamiento bélico entre estas dos potencias. Según Allison, «la trampa de Tucídides» es una peligrosa dinámica que se produce cuando un poder ascendente amenaza con desplazar a un poder asentado, desafiando su hegemonía (Allison 2017). Tucídides nos cuenta que fue el ascenso de Atenas y el temor que este hecho provocó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable. Y el motivo desencadenante fue en apariencia algo nimio: en el año 433 a. C., Atenas impuso a Megara severas sanciones económicas que amenazaban con asfixiarla. Esparta sintió que ese decreto y la política que lo sustentaba confirmaban sus peores temores, alimentados durante décadas, sobre las intenciones de los atenienses de incrementar su poderío e influencia a costa de los lacedemonios. El conflicto, desde esta perspectiva, se presentó como inevitable y desencadenó la Guerra del Peloponeso, que terminó con la derrota de Atenas en el año 404 a. C. El coste de la guerra fue terrible y las potencias implicadas nunca volvieron a levantar cabeza. En nuestra época, el temor es que China se convierta en una nueva Atenas frente a una Esparta en la forma de Estados Unidos y que se produzcan tensiones crecientes entre un poder emergente y una potencia asentada que quiere mantener su hegemonía a toda costa. Ante este contexto tan explosivo, existe el riesgo de que tanto sucesos normales como incidentes extraordinarios provocados por terceros (no olvidemos a Corea del Norte) puedan acabar desencadenando un conflicto militar a gran escala. Algo que, como señala Allison, ha sucedido ya en demasiadas ocasiones. En concreto, poniendo en práctica una visión de la historia claramente tucididea, cita dieciséis casos de rivalidad geopolítica, desde la portuguesa y española del siglo XV hasta la franco-británica y alemana del XX, que acabaron en trece ocasiones en conflicto bélico. Estos ejemplos ponen de manifiesto la existencia de un patrón que condiciona las relaciones internacionales. Quizás el caso más destacado es el que ofrece la Primera Guerra Mundial, cuando una nación emergente como Alemania amenazaba con desbancar a las grandes potencias del XIX como Inglaterra y Francia. En este contexto, incidentes que en otras circunstancias se hubieran solventado sin más implicaciones, como el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo en junio de 1914, generaron una reacción en cadena que, fuera de control, provocó un conflicto bélico mundial. «La trampa de Tucídides», como bien saben en la administración americana y en el gobierno chino, es un concepto que, por lo tanto, debe servir para que seamos conscientes del tremendo peligro creado por el conflicto comercial que enfrenta a ambas potencias. Si las dos partes continúan como hasta ahora, una situación de crisis internacional puede volver a repetirse, si bien la propia historia también nos enseña que no siempre se produce ese desenlace. ¿Podrán Trump y Xi Jinping gestionar la relación geopolítica más crucial del siglo XXI sin ir a la guerra? Solo el tiempo lo podrá decir, pero, si llega a suceder, está claro que sería obedeciendo a una dinámica que ya fue descrita con precisión por el historiador griego en el siglo V a. C. Por lo tanto, es evidente que la lectura de Tucídides va mucho más allá de un simple deleite estético o de un ejercicio de erudición histórica y se convierte en un medio eficaz de comprender los hilos invisibles que guían los sucesos de nuestro presente en la esfera internacional.

En el segundo caso, las figuras de Nigel Farage y de Boris Johnson, junto con su comportamiento y argumentaciones durante todo el proceso del brexit, guardan estrechas similitudes con personajes clave de la obra tucididea como el demagogo Cleón o el joven político Alcibíades. El primero ha quedado para la posteridad como el instigador de lo que pudo acabar siendo una de las mayores masacres de la guerra: el castigo indiscriminado que Atenas pretendía dispensar a los habitantes de la ciudad de Mitilene en la isla de Lesbos. El segundo fue uno de los inductores de la nefasta expedición ateniense que pretendía apoderarse de Sicilia. En ambos casos primaron los intereses individuales sobre los colectivos y el deseo de alcanzar un beneficio personal por encima de lo que convenía a la pólis. Cleón pronunció un discurso decisivo (III 37-40), ante la asamblea de Atenas, con el que consiguió convencer a sus conciudadanos de la necesidad de castigar con extrema dureza la traición de los habitantes de Mitilene. Se adoptó la decisión de matar a todos los hombres de la ciudad y vender como esclavos a mujeres y niños. Un castigo que solo la intervención de un político moderado como Diódoto (III 42-48) consiguió detener, poniendo ante los ojos de los atenienses las terribles consecuencias de sus decisiones (véase Andrewes 1962 y MacLeod 1978). Del mismo modo, años más tarde, el joven aristócrata Alcibíades (VI 16-18) consiguió convencer a los atenienses de la conveniencia de emprender una expedición contra la muy rica y poblada Sicilia, ocultando los peligros que una acción tan arriesgada implicaba para una potencia que estaba a punto de ganar la guerra y defendiendo en cambio, contra todo tipo de evidencias, que era una empresa fácil que haría mucho más rica y poderosa a Atenas. La ambición personal era lo que sustentaba esta defensa de emprender un segundo frente en la guerra y los atinados consejos del maduro Nicias sobre las dificultades de la empresa no consiguieron evitar la catástrofe (VI 9-14 y 20-23). Lo irónico de este suceso es que el aristócrata Alcibíades, responsable máximo de que Atenas se embarcara en esta empresa, acabó huyendo a Esparta al ser acusado de participar en la conjura de los Hermes. La expedición a Sicilia quedó en manos del prudente Nicias, que se había opuesto a ella desde el principio y que no pudo evitar que acabara en desastre: los atenienses fueron derrotados y la fuerza expedicionaria que iba a lograr todo tipo de honores fue masacrada (Greenwood 2017). La orgullosa Atenas sufrió así la más dolorosa de sus derrotas como castigo a su soberbia desmedida. Un ejemplo de los peligros de dejarse llevar por esa desmesura que los griegos denominaban hybris. Pues bien, hoy en día no pueden ser más evidentes los paralelismos entre esa Atenas dominada por políticos demagogos descrita por Tucídides y el Reino Unido convencido de abandonar la Unión Europea, gracias al efecto de noticias falsas sobre las ventajas de todo tipo que supondría esta arriesgada acción. Incluso el abandono posterior de la escena pública por parte de quienes acabaron reconociendo que habían falseado la realidad para lograr sus objetivos se convierte en otro factor que pone de manifiesto unos puntos de contacto realmente llamativos. O el hecho de que alguien que, en principio, no estaba de acuerdo con la retirada inglesa, como la premier Theresa May (que puede ser vista con un trasunto del ateniense Nicias), acabase liderando una negociación desastrosa con la Comunidad Europea que, a día de hoy, todavía no ha llegado a buen puerto, y que ha provocado su propia caída en desgracia y el ascenso definitivo de Boris Johnson. La lectura de Tucídides ofrece así una guía de inmenso valor para comprender, a partir del análisis de los casos concretos acaecidos en Mitilene y Sicilia, los peligros para una sociedad democrática de dejarse llevar por comportamientos populistas, basados en la defensa de unos intereses personales y en el uso falaz y tendencioso de argumentos sesgados. El texto tucidideo ofrece así un análisis de unos hechos lejanos que todavía puede ser útil hoy en día. No en balde, en los últimos tiempos se han publicado en la prensa inglesa llamadas desesperadas de académicos invitando a una lectura del texto tucidideo, para poder comprender la desastrosa espiral en la que se ha introducido la política británica. Para estos autores, Tucídides tendría que ser una lectura obligatoria al proporcionar una guía que, ante un panorama incierto, permitiría recolocar a los protagonistas y juzgar de manera adecuada tanto sus palabras como sus actos. Lo irónico es que Boris Johnson, como filólogo clásico formado en el Balliol College de Oxford, sin duda lo tiene presente. Hecho que, en este caso, no debería resultar demasiado tranquilizador, ya que pone de manifiesto hasta qué punto es plenamente consciente de los efectos de primar la ambición personal sobre el interés del conjunto de sus conciudadanos y hasta dónde es capaz de llegar para lograr, a través de los medios que sean necesarios, un brexit salvaje.

Finalmente, durante el otoño del 2017, los conocedores de la obra de Tucídides han tenido la ocasión de experimentar algo que nunca creyeron que llegarían a vivir en nuestro país y que pensaban que había quedado reservado a las más terribles páginas inciviles de nuestro pasado. Han sentido en propia carne cómo unas palabras escritas hace 2.500 años cobraban vida y les describían con aterradora exactitud la situación de discordia civil que se empezaba a vivir en Cataluña. En concreto, se trata del pasaje en el que Tucídides describe las luchas civiles que asolaron la ciudad de Corcira (III 82-85), lugar en el que se enfrentaron los partidarios de los atenienses, defensores de un régimen democrático, con aquellos que veían a los espartanos como sus salvadores (Orwin 1988). Hay dos textos que hablan por sí solos y que, aunque se escribieron para contar lo sucedido en Corcira, siguen sirviendo para describir magistralmente el proceder de los más extremistas, sean del bando que sean, ante una situación de crisis como la vivida en Cataluña. El primero trata sobre la subversión interesada de los valores y de los conceptos:

Cambiaron incluso el significado normal de las palabras en relación con los hechos, para adecuarlas a su interpretación de los mismos. La audacia irreflexiva pasó a ser considerada valor fundado en la lealtad al partido; la vacilación prudente se consideró cobardía disfrazada, la moderación, máscara para encubrir la falta de hombría, y la inteligencia capaz de entenderlo todo, incapacidad total para la acción; la precipitación alocada se asoció a la condición viril, y el tomar precauciones con vistas a la seguridad se tuvo por un bonito pretexto para eludir el peligro. El irascible era siempre digno de confianza, pero su oponente resultaba sospechoso (III 82, 4-5).

El texto, para todos aquellos que vivieron aquellos días de octubre de 2017, no necesita de más comentario. El segundo pasaje versa sobre cómo una masa anónima de ciudadanos se deja llevar por la manipulación y los oscuros intereses de unos pocos:

Más aun, los vínculos de sangre llegaron a ser más débiles que los del partido, debido a la mejor disposición de los miembros de este a una audacia sin reservas; porque estas asociaciones no se constituían de acuerdo con las leyes establecidas con vistas al beneficio público, sino al margen del orden instituido y al servicio de la codicia... La causa de todos estos males era el deseo de poder inspirado por la codicia y la ambición; y de estas dos pasiones, cuando estallaban las rivalidades de partido, surgía el fanatismo. Porque en las distintas ciudades, los jefes de los partidos, recurriendo en ambos bandos a la seducción de los programas de acuerdo con su preferencia con la igualdad de derechos políticos para el pueblo... con el pretexto de servir a los intereses públicos, se granjeaban una recompensa para ellos mismos... (III 82, 6 y 8).

El texto de la traducción española es impactante por su magistral descripción de los efectos de la manipulación de los afectos políticos en un régimen democrático. Con todo, lo cierto es que ninguna versión llega a reflejar con total exactitud la auténtica intensidad de las palabras del griego de Tucídides: la concentración de ideas, la sintaxis entrecortada, el estilo tenso que en algunos pasajes transforma las palabras en un grito de desesperación ante los terribles hechos descritos. Aunque el historiador describe sucesos ocurridos años atrás, no puede evitar la estupefacción que le causa la naturaleza humana llevada a los más terribles extremos. Con todo, lo más descorazonador de este pasaje es que Tucídides, agudo conocedor del talante de los hombres, anuncia que los horrores de esta discordia civil «ocurren y que siempre ocurrirán mientras la naturaleza humana sea la misma» (III 82, 2). Nosotros, como receptores del día de hoy, hemos de sumarnos a esa larga lista de lectores que, desde hace más de dos milenios, han comprendido que los hechos sucedidos en un momento concreto de la historia griega, una vez descritos y pasados por el tamiz del pensamiento abstracto del historiador griego, alcanzaban una validez universal. De hecho, con Tucídides nace el concepto de la utilidad de la historia entendida, en expresión ciceroniana, como magistra vitae.

Historia de la guerra del Peloponeso. Libros I-II

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