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La destitución filosófica del arte

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Danto comienza su análisis observando la naturaleza posthistórica del arte contemporáneo y de sus mecanismos autorreferenciales:

Mi objetivo es demostrar que ahora hemos ingresado en el periodo del arte posthistórico, en el cual la necesidad de una continua autorrevolución del arte es cosa del pasado. (...) Evidentemente habrá siempre causas externas por las cuales será posible hacer creer que semejante historia existe y que tiene que seguir adelante; se tratará más que nada de la exterioridad del mercado del arte mismo que prospera sobre la ilusión de una novedad sin fin.10

Danto se propone demostrar que esta dimensión tiene su raíz en la filosofía, porque esta ha visto siempre en el arte un problema y un obstáculo en el camino racional y lógico hacia la búsqueda de la verdad. Históricamente, el conflicto entre filosofía y arte comienza en la Grecia clásica y precisamente con Platón, que ha planteado el problema del arte de tal manera que sus ataques han condicionado toda la posterior dinámica entre filosofía y arte o el pensamiento estético de los mismos artistas. La destitución del arte por Platón opera mediante dos estrategias: la primera trata de disminuir el alcance del arte confinándolo dentro del placer de los sentidos y transformándolo en algo efímero, destinado a satisfacer exigencias de menor importancia del conocimiento. La segunda, quizás más sutil, reconoce al arte una aparente capacidad epistemológica, pero postulando que el conocimiento artístico es solo una copia imperfecta y de inferior calidad al que puede alcanzar la filosofía. Estas dos teorías platónicas son interrogantes recurrentes en la estética y se encuentran radicados en el pensamiento de todos sus sucesores.

El más importante de estos, según Danto, es Kant, porque este, con la finalidad de fundar el valor universal de los juicios estéticos, define el arte como algo desinteresado, pues si existiera algún interés práctico el arte sería vinculado a objetivos individuales y entraría en contradicción con lo universal. La fractura con los fines es lo que confina el arte en lo inútil y en lo efímero, y en este sentido Danto llega, como veremos, a las mismas conclusiones de Gadamer. En efecto, argumenta Danto, Schopenhauer, Marx, Sartre, en suma, los filósofos de todas las épocas acaban considerando —platónica y kantianamente— el arte como algo desinteresado, efímero y secundario, y concuerdan en su inutilidad epistemológica y social. En un cierto sentido, el único que se diferencia del marco estético platónico es Hegel, y es acompañado por su estética que Danto seguirá explicando el proceso de la muerte del arte.

El postulado filosófico de la inutilidad del arte se contradice con lo que sucede en la práctica, porque el arte es visto como algo peligroso. Esto se nota observando la historia de las formas de censura típicas de los sistemas totalitarios, como han hecho el nazismo, marginando el arte “degenerado”, y el comunismo en la Unión Soviética, con la imposición del realismo socialista. En el arte debe haber, entonces, algo que realmente lo rescata del limbo de lo efímero y Danto se propone identificar en qué consiste, para de alguna manera tratar de resucitarlo.

La forma emergente

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