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Heidegger, el arte y la verdad

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El problema del arte nace entonces porque pretende plantearse como algo unitario, en el fondo, con pretensiones metafísicas. Pero hoy el arte debe aceptar que su nuevo horizonte no es algún valor universal, sino una dinámica indeterminada de fragmentos y hechos marginales, del mismo modo que el pensamiento moral se mueve fuera del territorio de los valores universales. Esta nueva manera de pensar el arte, por ende, supone otro fundamento, esto es, un nuevo tipo de verdad. Y este problema es el mismo que encontramos en la hermenéutica: la verdad no metódica de las ciencias humanas no puede ser una verdad metafísica ni la historia y la tradición, cuyos límites quitarían a la experiencia hermenéutica (y al arte) su carácter abierto y creativo.

Estos son, entonces, los problemas a los cuales Vattimo responde mediante tres argumentos: el análisis de la obra de arte de Heidegger, donde se define la verdad como evento; la percepción distraída de Benjamin y Gadamer, y la peculiar naturaleza de la media esfera.

En lo que concierne a la verdad, Vattimo25 desarrolla su diálogo con el Heidegger de El origen de la obra de arte.26 El concepto de verdad que aquí se presenta es la verdad como evento, que se pone en obra en el arte. Este evento, la puesta en obra de la verdad, es una inauguración, que abre nuevos horizontes y criterios acerca del bien y del mal. ¿Y cómo lo hace? Mediante la “exposición del mundo” y “la producción de tierra”. La exposición del mundo, dice Vattimo, se puede interpretar como la manifestación de los espacios y conocimientos comunes y como la pertenencia del individuo a la comunidad (análogamente al significado que Kant da al placer). El concepto de tierra es más complicado, ya que tierra se puede interpretar de dos maneras: puede significar el conjunto de lo que es siempre cambiante, que nace y muere; o puede representar el futuro, lo posible, lo incierto, y que de todas formas es misterioso e ininteligible. La tierra aquí es lo que sustenta la obra de arte como inauguración, porque la obra es un inicio, crea y hace espacio, produce, eso es, tierra. Como dice Heidegger: “El hacer espacio es libre donación del lugar en el cual el Dios se manifiesta, del lugar desde el cual los Dioses se han escapado, el lugar en el cual la manifestación de lo divino largamente demora”.27

Heidegger, en la citada conferencia sobre la escultura, aclara este proceso mediante la dinámica entre la “localidad” y la “comarca”, que consiste en relacionar las instancias individuales de la verdad (las diferentes localidades o las exposiciones del mundo) con el horizonte más vasto y libre posible (que es la comarca o la producción de tierra). En palabras de Heidegger: “La escultura sería el materializarse de localidades que, abriendo una comarca y custodiándola, reúnen en su alrededor libre algo que brinda un sitio a todas las cosas y a los hombres el habitar entre las cosas”.28

El resultado de esta dinámica, o mejor dicho, esta misma dinámica es entonces la verdad. Es importante aquí resaltar la peculiaridad de la relación entre mundo y tierra; esta relación es una contienda (porque los entes se esconden recíprocamente, nada es estable ni definido). Lo importante de la contienda es su perduración (que nunca termina en una fractura), porque es durante la perduración (la creación artística) que los entes se manifiestan. De todos modos, el concepto de tierra es el que opera el cambio ontológico radical en la verdad, porque la instala en lo que es transitorio y que evoluciona permanentemente. Entonces, la puesta en obra de la verdad es un evento en el tiempo, porque: a) la contienda debe necesariamente perdurar, y b) el mundo es también algo inestable e indefinido.29

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