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La tecnología en “Muerte u ocaso del arte”
ОглавлениеEn este ensayo, Vattimo aborda la muerte del arte, por otro lado, puntualizando sus fenómenos en el marco del fin de la metafísica y en el contexto de la tecnología (dialogando con los temas de la reproducibilidad técnica de Benjamin). Vattimo ve la esfera de los medios tecnológicos como el espacio donde las imágenes han sustituido la realidad. Este reflejo mediático, que asume en la cultura masiva una importancia mayor que la realidad misma, es el cumplimiento hegeliano del espíritu absoluto y en este aspecto Vattimo hace coincidir a Hegel con Baudrillard. Sin embargo, el ocaso del arte, que es una consecuencia de este fenómeno, no puede ser descrito o interpretado como un acontecimiento particular, o un hecho puramente filosófico, sino que es un proceso que se compone de diferentes eventos socioculturales enlazados entre sí.
El primer fenómeno que anuncia el ocaso del arte, lo moderno, es la explotación de la estética en las artes y corresponde a la tentativa de los artistas de oponerse a la estética del genio y a su vacío epistemológico, atribuyendo al arte el rol de la filosofía o de la ciencia como modelo privilegiado de comprensión de lo real. Pero, a diferencia de Danto, Vattimo señala que a este proceso se debe agregar la tecnología, que es el componente decisivo que permite el salto entre las vanguardias históricas y las neovanguardias posmodernas. La tecnología, que Danto no recoge en toda su importancia, se plantea como un evento externo a las artes que logra englobarlas, en lo que se presenta como una efectiva estetización mediática de lo real. Así, pace Benjamin, los medios de comunicación masivos se han transformado en la producción del consenso por medio de la belleza (en la sociedad del espectáculo).
Resumiendo, la muerte o el ocaso del arte se deja entender por dos razones: la primera es la estetización de la realidad por los medios masivos; la segunda es la consecuencia de la identificación del arte como objeto de sí misma, como un movimiento estético autónomo separado de la experiencia. De esta manera se presenta la globalidad de la crisis de los fenómenos artísticos: por un lado se asiste al rechazo del arte hacia lo bello, por el placer como oposición a la difusión de lo artístico en los medios masivos; por el otro tenemos la crisis de las instituciones artísticas, como los museos, en cuanto lugares establecidos para un cierto tipo de arte que, en realidad, ha desaparecido. Todo esto se traduce, finalmente, en el autismo del arte: en el mundo del consenso manipulado, dice Vattimo, el arte auténtico puede expresarse solo con el silencio.
Sin embargo, los comportamientos sociales contradicen la estética: existe, de hecho, una permanente exigencia de arte en el sentido tradicional; la gente sigue yendo a visitar los museos, las grandes exposiciones, los conciertos, etcétera. Y los medios masivos cumplen una función social, que a pesar de sus límites cualitativos, no se puede denegar. Vattimo —y aquí está su especial importancia para nuestro discurso— plantea la recuperación de estos procesos y lo hace, inicialmente, mediante el enlace con un aspecto específico del concepto kantiano de placer. Para Kant, el placer no se debe entender como la relación entre un sujeto y un objeto (como se podría decir del placer culinario), sino en el mecanismo, que opera sobre la base del gusto, del conocimiento y del sentido de pertenencia al grupo y a la comunidad social. Este valor, que asumen la industria cultural y los medios masivos, pone en evidencia el problema de rescatar su utilidad, que podemos bien llamar epistemológica, a partir de las contradicciones que se han señalado anteriormente. Con este propósito, las estéticas tradicionales se encuentran en dificultades, porque dichas contradicciones apelan a nuevas metodologías, que deben ser capaces de abarcar la complejidad inherente a la media esfera, sobre la que trataremos más adelante. Pero los instrumentos de las ciencias humanas, como la sicología, la antropología y la semiología, logran interpretar solo algunos de sus aspectos específicos; y, por otro lado, la historia y la crítica del arte, como hemos visto en Danto, no brindan una interpretación coherente de lo posmoderno.
Finalmente, debemos abordar el problema del arte y de la verdad, que constituyen el fondo filosófico de estos problemas y que, sin embargo, hemos dejado sin una definición precisa.