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Primera parte
EN BUSCA
DEL SEXTO SENTIDO
DE LA INTUICIÓN
AL INCONSCIENTE:
LA INTUICIÓN
• Del análisis a la intuición

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Cuando a finales del siglo XIX se construyeron las primeras casas en la isla de Manhattan, en Nueva York, estas precedieron a los rascacielos sólo en dos generaciones, quizás. Un inmigrante europeo reciente habría podido hacer el siguiente análisis de la situación: esta isla no es extensible. Su topografía ofrece una excelente oportunidad para el comercio marítimo. Las relaciones con el viejo continente no pueden más que multiplicarse.

Conclusión:


a) En vistas a la creación de una ciudad, este lugar de superficie insuficiente no tiene ningún porvenir.

b) En cincuenta años, por falta de suelo, este lugar estará cubierto por edificios de 50 pisos.


Un análisis es una definición-cuantificación de un elemento de ayuda de los sistemas de medida predefinidos. El análisis de un territorio es en primer lugar el de su suelo, después el de su extensión, el de su desnivel y también el de sus condiciones meteorológicas, entre otros. Un análisis puede ser más o menos completo, orientado, teniendo en cuenta el destino del elemento analizado. En todo caso, un análisis es la definición misma de la no invención. Enseguida, a la vista de un observador, la cosa analizada toma un sentido o incluso un valor. Algunos verán inmediatamente un posible futuro en esta cosa, una o varias utilizaciones evidentes. Esto será un hecho de la imaginación. No hay nunca imaginación sin un concienzudo análisis previo.

Imaginemos ahora que el subsuelo de la isla de Manhattan no hubiera sido rocoso, apto para la construcción, sino limoso como el de la isla de Mantucket, un poco más al nordeste. ¿Habría existido Nueva York?

Cien años más tarde es fácil justificar este análisis, que implicaba que la ciudad de Nueva York no podía escapar a su destino vertical que se ha dado entre tanto. Pero cien años antes era necesaria una gran imaginación para ver sobre esta isla una ciudad de tres millones de habitantes, y todavía una intuición mayor para decidir que sería allí y no en otro lugar donde se elevaría una ciudad, suburbios incluidos, de las dimensiones de Londres.

Se puede admitir que la intuición no es más que la fase final de una cadena así compuesta: 1.o Un perfecto conocimiento/asimilación de un dato real analizado. 2.o Una patente capacidad de imaginación. 3.o La certidumbre de que entre todas las posibilidades imaginables sólo existirá una.

En fin, será prudente hacer una diferenciación entre lo que se podría llamar la intuición activa y la intuición pasiva, si la hay.

La intuición activa viene dictada por la certidumbre de que es preciso hacer alguna cosa, esa cosa y no otra. La intuición quizá también es eso: algo que no pone en marcha el cálculo analítico del espíritu, sino la sensibilidad. En cuanto a la intuición pasiva, obviando la misma sensibilidad, le faltaría la ineluctable espontaneidad de pasar a la acción. ¿Somos muy numerosos los que poseemos esta forma de intuición pasiva? Si la respuesta es sí, como podemos creer, ¿puede deducirse que el caso de la intuición pasiva, la que no conduce a la acción, no puede ser asimilado a la intuición? Aquí nos hallamos de nuevo en el punto de partida, casi con esta certidumbre: no puede haber intuición sin pasar a la acción.

El sexto sentido

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