Читать книгу El sexto sentido - Ursula Fortiz - Страница 8

Primera parte
EN BUSCA
DEL SEXTO SENTIDO
DE LA OBSERVACIÓN
A LA CONSTATACIÓN
• ¿Podemos educar los sentidos?

Оглавление

Nuestro primer sentido es la vista, a la que se considera generalmente el sentido más importante. ¿Se puede mejorar el sentido de la vista?

Sí, se responderá sin dudar, pero es necesario concretar cuál es el campo de aplicación de esta mejora. ¿No es evidente que este campo de acción será, por necesidad o por vocación, propio de cada uno?

¿No presentimos que esta mejora se podrá hacer, en sentido propio, hacia la realidad o, en sentido figurado, hacia el intelecto, es decir, en una acepción material o espiritual?

¿Qué es mejorar la vista para un marino, si no ver más indicios y desde más lejos, para prever la próxima situación meteorológica y, en consecuencia, los peligros? ¿En qué consiste esta mejora para el propietario de una galería de arte? Lo que hay que destacar es que, en los dos casos, la utilización repetitiva del ojo, del mismo modo que se entrena un músculo, conducirá a uno y a otro a una forma de instinto-conocimiento experimental que le permitirá aprehender cosas, presentes o futuras, más allá de la capacidad de los otros. Por otra parte, ¿en qué consiste la mejora del oído para un guerrillero, o para un músico?

Atravesando el estrecho de Mesina, el patrón de un yate le dice a su propietario: «Mire allá a lo lejos, hay una isla». «Una isla, ¿dónde?

¡No veo nada, ni siquiera con prismáticos!». La explicación no es evidente, pero sin embargo es simple: este marinero, a fuerza de observar siempre el horizonte, llega efectivamente a ver más lejos, pero en realidad lo que ve, porque lo busca, es esa ínfima aglomeración de pequeñas nubes pálidas que flotan sobre las tierras que se acercan y las distingue de las que permanecen todavía invisibles bajo el horizonte.

Así pues, lo que ve el marinero no lo ve con sus ojos, sino con su espíritu.

Un señor llamado Poulet-Malassis, muy aficionado a las artes y más todavía a la pintura, disponía de un poco de dinero, así que compró unas pinturas y después se hizo marchante. Al final de la época impresionista se había convertido en uno de los más importantes marchantes y coleccionistas que París había tenido nunca. Compraba telas a precios irrisorios, no ya por un espíritu de lucro, sino porque las pinturas de esta época no llegaban a venderse ni siquiera a bajo precio. Poulet-Malassis no conseguía vender mejor que los demás sus Gauguin, Cézanne o Monet, pero él los conservaba porque creía en ellos. Sabía que un día serían oro. ¿Tenía este marchante el don de una doble vista? No, pero, como el marinero, veía más lejos con su espíritu.

Más o menos viene a suceder lo mismo con cada uno de nuestros cinco sentidos. Todos son susceptibles de ser mejorados en una proporción a veces sorprendente, por razones profesionales o por placer. Todos conocemos que existen catadores de vinos, pero también hay personas que trabajan catando el agua. Es como el caso de los ciegos que adivinan ciertos colores sólo con sus dedos, o como el sabor de la persona amada que permanece inaccesible para los demás.

Todo lo que no es mensurable es mejorable por razones personales o profesionales.

El sexto sentido

Подняться наверх