Читать книгу La búsqueda de la verdad - Varios autores - Страница 13
REFLEXIONES FINALES
ОглавлениеLa verdad observada bajo un análisis de satisfacción supone centralizar el estudio, al menos de forma retórica, en las víctimas. En este escrito empleamos los conceptos de víctimas concretas y víctimas ideales para mostrar la distinción entre quienes sufren las afrentas de los hechos victimizantes y la elaboración abstracta de un estatus de daño en cabeza de la sociedad.
En este texto abogamos por la importancia de no descartar las verdades insatisfactorias frente a las víctimas ideales o abstractas y la importancia de centrar un criterio de satisfacción en las víctimas concretas, sus necesidades y expectativas.
En muchas ocasiones las víctimas concretas están acopladas al conducto regular de las expectativas sociales. No obstante, muchas personas sostienen una fuerte discrepancia con su ambiente social y con la forma en que canalizan lo ocurrido. La satisfacción de la verdad se centra en la experiencia de victimización y, por lo tanto, ha de preguntarse por las víctimas concretas. Centrar la satisfacción en la sociedad, argumentamos, puede implicar, paradójicamente, descartar a las víctimas de los hechos.
La conceptualización de la verdad como medida de satisfacción implica no una mera experiencia subjetiva de satisfacción sino la orientación de las medidas para satisfacer las expectativas y necesidades de ciertos sujetos, más o menos concretos. En este sentido, la satisfacción debe ser tomada como una orientación de la medida de verdad: se busca satisfacer a través de la verdad aun cuando no se satisfaga cada una de las expectativas de las víctimas concretas.
Si intentáramos una respuesta compleja podríamos partir de la base de que la satisfacción que se brinda con la verdad para las víctimas de violaciones manifiestas de los derechos humanos7 es siempre deficitaria, de modo que la satisfacción debe ser comprendida como un asunto de confines limitados: por muy satisfactoria que pueda ser una verdad para las víctimas concretas, nada alcanza a reconstituir la indemnidad de las personas, la vida arrebatada, el grado de afectación. No existe satisfacción capaz de generar siquiera una medida a la altura de llevar a las personas al estado anterior de las violaciones en contextos de atrocidad.
En este escrito dimos también cabida a una pregunta esencial por el lugar que tienen los órganos extrajudiciales en el establecimiento de la verdad. En un ambiente de crecimiento exponencial de las funciones de las comisiones de la verdad y de un bajo índice de cumplimiento de las recomendaciones formuladas por estos órganos, el lugar de las comisiones de la verdad puede verse aquí claramente insuficiente de modo que de su labor de esclarecimiento pueda derivar en que tanto los responsables y las instituciones o grupos a las que pertenecen resulten tan insatisfechos (por lo que afirman) como las propias víctimas (por lo que no alcanzan a enunciar).
Las verdades insatisfactorias apuntan también a romper con una visión de confort y sosiego atribuible a la labor de esclarecimiento de la verdad. Las sociedades han de estar dispuestas a reflexionar en profundidad y cuestionarse a través de dosis de insatisfacción.
Es difícil, si no improbable, que las sociedades se comprometan a garantizar que la barbarie será un camino relegado si no cuentan con un relato de los conflictos que les permita entender lo acaecido no solamente de una forma episódica sino bajo un tenor de explicación y comprensión, en el cual estén inmersos los elementos que permiten verse al espejo de la incomodidad que puede generar reconocerse cómplice de un periodo de atrocidad y ver en sus relaciones sociales el origen y causa de los diferentes hechos victimizantes y sus responsables.
Cuando la sociedad se centra en verdades afincadas en criterios de superación total del conflicto y cuando, sin visibilidad de las responsabilidades cotidianas sociales, se desarticulan procesos de prevención social de los conflictos, pues se limitan los problemas sociales a una obsesión contemplativa del conflicto que impide atender todo lo que le excede, precede y pervive en el trasegar cotidiano de la vida social.
En Colombia resulta particularmente relevante que por largos años hayan existido diferentes iniciativas de la sociedad civil e incluso instituciones gubernamentales dedicadas a conocer y difundir la memoria derivada del conflicto armado, y sin embargo muchos de estos relatos han permanecido alejados de la historia cotidiana de la sociedad. Se genera un impulso a la superación del conflicto pasado que, a la vez, están cursados por una lógica binaria de victimarios vs. víctimas que impide una lectura transversal de la responsabilidad social que le atañe a la sociedad por lo ocurrido.
Debido a los bajos índices de responsabilidad jurídica, la memoria se ha visto atrapada en una forma de reivindicación social de responsabilizar a quienes no han visto ninguna consecuencia por sus actos de atrocidad. Es notable que además de esta función de la memoria, la verdad pueda cumplir con el deber de señalar todas aquellas responsabilidades incómodas, así como aquellos sucesos ocultos indicados por su particular incidencia en la vida social. Cuando se dice que la verdad debe propulsar la convivencia, se pregunta sobre si es un mecanismo diseñado para aquietar la efervescencia social que proviene de los conflictos o sirve como una forma de enfrentar y afrontar lo ocurrido en toda su extensión.
Un asunto especialmente relevante relacionado con la insatisfacción de la verdad como medida para obstruir una visión de inocencia de la sociedad frente a la atrocidad de los conflictos es la discusión de la visión del conflicto armado como la fuente y el sustento principal de los problemas sociales. La absorción simbólica de todos y cada uno de los males sociales por el conflicto armado crea una expectativa de cura con su fin y de una invisibilización de sus ingredientes subyacentes.
En el caso colombiano, debido a la gran extensión territorial y a la persistencia histórica del conflicto armado, se ha generado una fijación social en este como la raíz de todos los conflictos que, de ser atendido, puede generar la salvación de todo tipo de conflictividades. Es bien sabida en esta última posición la campaña de los diferentes gobiernos a largo de la historia del conflicto, enunciando que la lucha contra las guerrillas podría acabar todos los problemas sociales del país, fuesen de corte económico –como el desempleo–, social –como la falta de oportunidades– o político y de apertura democrática, e incluso con asuntos problemáticos éticos y hasta morales.
La concentración en el conflicto armado hace pensar que la atrocidad, la exclusión, la violencia y la discriminación provienen a modo de causa y efecto. Esta lógica oculta las relaciones sociales que trascienden y subyacen al conflicto armado y que, en últimas, explican ciertas trayectorias de la atrocidad. El porqué y el cómo los actores del conflicto llegan a ejecutar un cierto tipo de atrocidad contra las mujeres o contra los pueblos étnicos o contra la naturaleza o contra los niños, niñas y adolescentes, entre otros, se sustentan en diferentes órdenes culturales que trascienden una idea de conflicto armado. En este sentido, una verdad insatisfactoria apunta a enunciar y visibilizar lo que no se encapsula en el conflicto armado, ni se resuelve con su atenuación.