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1.b) La respuesta, Teología de la Creación desde una antropología relacional

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La teología de la creación, con teólogos de una línea más conservadora, realiza una respuesta siguiendo una metodología deductiva. El método teológico deductivo es aquel “que procede dando la primacía al esfuerzo por explicitar, siguiendo una vía analítica y deductiva, las conclusiones que pueden establecerse [de la problemática ecológica] a partir de cuanto enseña la fe de la Iglesia” (Belda, 2006). En este sentido, el capítulo II de la Encíclica que se titula “El Evangelio de la Creación” en el punto primero afirma que la fe de la Iglesia ofrece una luz al problema de la crisis ecológica, y dice: “…quiero mostrar desde el comienzo cómo las convicciones de fe ofrecen a los cristianos, y en parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles” (LS 64).

Es en la Revelación, es decir en las Sagradas Escrituras, que la fe de la Iglesia encuentra su sentido y su respuesta a los acontecimientos de la historia. Es así que la mayoría de los teólogos, sobre todo en los años 80, comienzan a responder al problema ecológico a partir de la Teología de la Creación, iniciando sus análisis a través de la exégesis de los relatos bíblicos de la creación. Se ha de tener en cuenta que los primeros estudios sobre la creación comenzaron desde la antropología teológica en los años 70, estimulados por la novedad de los documentos del Concilio Vaticano II (6).

Siguiendo esta línea teológica, la Laudato Si’, en el capítulo II ya mencionado, afirma que los relatos bíblicos y, en especial, los relatos de la creación del Génesis portan una sabiduría de la existencia relacional del hombre:

Estas narraciones sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Según la Biblia las tres relaciones vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el pecado. (LS 66)

El Papa Francisco advierte en la Encíclica que la situación de pecado es la que desnaturalizó el mandato de dominar la tierra, que es un mandato de hablarla y cuidarla, y por esto afirma que “hoy debemos rechazar con fuerzas que del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas” (LS 67).

Es clara, entonces, la idea de que la situación del hombre en la creación no es de un dominio absoluto, sino que, al contrario, es, según su ser, plenamente relacional. En otras palabras, se trata de decir que el hombre está llamado a dialogar con las realidades creadas, siendo él también un oyente de la palabra en la cual puede transmitir la bondad de la Palabra de Dios a la bondad de la creación. La plenitud de la transmisión de la bondad de Dios a la creación se da en la persona de Jesucristo, es por esto que a la línea de la teología de la creación no le basta la antropología, sino que ella debe de ser iluminada desde la persona de Jesucristo el cual trajo al hombre y a la creación la redención. En este sentido, el teólogo español Antonio Sayés dice:

El tratado de Teología de la Creación es el correlato del de Dios Trino y de la Cristología: a un Dios que se da al hombre en Cristo para elevarlo a la dignidad de hijo y salvarlo del pecado y de la muerte corresponde un tratado sobre el hombre capaz de acoger la llamada de Dios a la filiación divina y a la salvación. (Sayés, 2002)

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