Читать книгу Crisis ecológica - Veronica Figueroa Clerici - Страница 12
1.c) Teología de la Creación desde la Cristología
ОглавлениеEn este punto el Papa Francisco recupera con cierta novedad una cristología cósmica que despierta la conciencia de un Dios que envuelve todo, como dice Pierre Theilhard de Chardin parafraseando a San Pablo: “Dios que ha hecho al Hombre para que este le encuentre, —Dios, a quien intentamos aprehender a través del tanteo de nuestras vidas— este Dios se halla tan extendido y es tan tangible como una atmósfera que nos bañara. Por todas partes Él nos envuelve, como el propio Mundo” (Theilard de Chardin, 2008). Asimismo, el Papa Francisco dice: “… la seguridad de que Cristo ha asumido en sí este mundo material y ahora, resucitado, habita en lo íntimo de cada ser, rodeándolo con su cariño y penetrándolo con su luz” (LS 221).
Se ha de aclarar que la propuesta del Cristo cósmico no determina el ser de Dios como el ser del mundo, al estilo de un panteísmo, sino que determina el estar de Dios (panenteísmo) en el mundo, en toda la creación. En este sentido, se puede decir que la teología del Cristo Cósmico es una teología de contemplación, por esto el teólogo Torralba Roselló dirá:
El Cristo cósmico está latente en todo, pero no siempre las cosas se nos manifiestan de manera transparente para intuirlo. En el secreto fondo de cada ser, de cada forma de vida, por pequeña y minúscula que sea, habita el Cristo interior, pero el ser humano, dotado de un oído especial —el oído del espíritu— puede auscultar su llamada y ser consciente de ella, darse cuenta de que ese Cristo interior es también el Cristo cósmico, que ese Tú que me habla es la fuente de todo lo que es real. (Torralba Roselló, 2013)
Por otro lado, el Padre Theilhard de Chardin, “en su doble calidad de sacerdote y hombre de ciencia” (Cardenal, 2011), quien en los años 30 postuló la tesis del Cristo cósmico a partir de la teoría de la evolución, advierte que la relación cristológica con la creación no queda reducida a la redención, sino que engloba la Creación, la Encarnación y la Redención:
Ya no es sólo la evolución biológica que descubrió Darwin, sino la evolución de todo el universo que comenzó con el Big Bang y acabará en la eternidad. En un universo estático, que es como era concebido hasta hace poco, la creación, la encarnación y la redención parecían como actos separados de Dios. En el universo moderno, que es un todo evolutivo, los tres actos son uno solo. Para Dios crear es unirse, y por lo tanto encarnarse, y por lo tanto también sufrir, que es redimir. Los tres misterios, Creación, Encarnación y Redención, son tres aspectos de un mismo proceso: nuestra unión con Dios. (Cardenal, 2011)
En este mismo sentido el Papa Francisco dice: “El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal” (LS 83).
De este modo, Theilhard de Chardin entiende el proceso evolutivo en grados en que la vida se fue desarrollando. Al primer grado lo llama de “biosfera”, que es aquel en el cual la tierra (geosfera) es cubierta por las plantas y animales, y en un segundo grado aparece la conciencia humana a la cual denomina “noosfera”, de tal manera que “la tierra ‘adquiere una nueva piel’ y ‘encuentra su alma’” (Denis, 2006). Pero este proceso de evolución va a tener, como él lo llama, un “punto omega”, y este no será otro que la revelación cristiana de Jesucristo, de tal forma que el cosmos todo “adopta entonces la forma del logo encarnado” (Denis, 2006).
Ahora bien, la profundidad de este proceso solamente se puede llegar a comprender desde una reflexión ulterior, que dé sentido al arco de reflexión que parte desde una cosmogénesis a una cristogénesis (toda la creación se cristifica); este punto ulterior sería la reflexión Trinitaria, en donde pueda entenderse que el Padre ama la creación (cosmogénesis) y envía a su Hijo para redimirla (cristogénesis) en la fuerza del Espíritu que hace todo nuevo.