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4.2. Convivencia urbana

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Conceptos como hiper- o superdiversidad se han acuñado recientemente para plantear los desafíos de convivencia de personas de múltiples adscripciones sociales y que se relacionan cotidianamente en espacios públicos, implicando desafíos de convivencia en función de valores, creencias, estilos de vida y prácticas cotidianas diversas (Tasan-Kok, T., van Kempen, R., Raco, M. & Bolt, 2013). En este sentido, la interseccionalidad juega un rol analítico central, a la vez que se aleja en términos políticos de la idea normativa de «igualación» de la Escuela de Chicago, o de nociones de «integración» o «asimilación» que supone un referente hegemónico al que deben adscribir las personas en su proceso migratorio. Por otro lado, esta perspectiva permite observar la ciudad como un espacio producido a través de las prácticas cotidianas (Lefebvre, 1992) de forma contingente, múltiple y en permanente conflicto (Massey, 2005). Esta mirada relacional descentra el foco en las personas migrantes como un colectivo cerrado en sí mismo, y permite ver sus prácticas y experiencias en términos relacionales.

El concepto de superdiversidad no ha surgido explícitamente en los estudios en Santiago, pero sí algunas de sus dimensiones. El trabajo de Márquez en el barrio La Chimba (2013) aborda de forma paradigmática la reconfiguración de un barrio habitado por diversas oleadas de migración que han construido espacios de apropiación a través de redes de apoyo que permiten llevar a cabo sus proyectos migratorios. El resguardo y la conectividad que ofrece este espacio permite la convivencia de diversidad de historias de migración, donde condiciones de clase y estilos de vida se entrelazan más allá de la pertinencia nacional. La Chimba, como un lugar único en la ciudad en su condición de umbral, surge como un «asentamiento de frontera, la maleabilidad y capacidad de metamorfosis de los lugares, del cité, de la vivienda, del bar, de la calle, la caracterizan» (Márquez, 2013, p. 69).

Otras visiones han puesto más énfasis en las fricciones de convivencia, como producto de disputas en espacios delimitados por la residencia o actividades comerciales. El trabajo de Vicencio (2015) indaga en las tensiones cotidianas entre vecinos migrantes y no migrantes por usos diferenciados del espacio público y estilos de vida en un cité del centro de Santiago. De una forma similar, el texto de Pérez (2020) expone la disputa por espacio entre vendedores en un barrio comercial de Santiago, disputa que precariza el derecho al trabajo de personas migradas. En estos trabajos se pone énfasis en las formas de construcción del otro migrante en clave de racialización y discriminación por sobre una de solidaridad de clase. Si bien estos textos se centran específicamente en la conformación de conflictos socioespaciales, relatos similares surgen en numerosas entrevistas con personas migradas presentes en la mayoría de los estudios que se realizan en Santiago.

La emergencia y desarrollo de la venta de comida, ya sea producida por personas migrantes y/o promocionada como de origen nacional, ha jugado un rol relevante en la producción del espacio público de la ciudad de Santiago en años recientes. Hace veinte años la venta y consumo de comida en la calle no era masiva en la ciudad. Esta situación empieza a cambiar a mediados del 2000 con el desarrollo de nuevas prácticas de comercio callejero iniciada por personas de origen peruano que ofrecen sus productos en las cercanías de la Plaza de Armas. La aparición de estas nuevas prácticas transformó el espacio público acompañado de un intenso debate público, con fuertes planteamientos racistas y discriminadores por parte de autoridades políticas que observan como nocivas la introducción de estas nuevas prácticas en el espacio público. Garcés (2012, 2014) identifica el inicio de esta transformación y sus debates, que en la actualidad se impone como una práctica masiva e integrada al estilo de vida de los habitantes de Santiago, reconfigurando espacios públicos en calles, ferias libres, paraderos de transporte público y accesos a estaciones de metro. El paisaje de la ciudad se transforma en virtud de nuevas prácticas económicas y de alimentación, permitiendo el reconocimiento de saberes de personas migradas y el intercambio de experiencias entre los diversos habitantes de la ciudad (Imilan, 2014).

Investigando las migraciones en Chile

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