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4.3. La transformación de barrios

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La investigación de los denominados barrios migrantes, multiculturales o cosmopolitas (Gómez y Torres, 2020; Hannerz, 1998) se ha centrado prioritariamente en la distribución territorial, en base a pautas de segregación residencial de la población inmigrante, a partir de la localización del lugar de residencia de los individuos (Bayona-i-Carrasco y Ajenjo, 2018).

En este contexto, se ha comprendido estos barrios como aquellos lugares conformados por el espacio construido, las prácticas sociales que se desarrollan y las imágenes a él asociadas, tanto por quienes lo habitan como por las imágenes externas generadas a partir de las características físicas de degradación urbana expresadas por una parte en las calles, equipamiento urbano y viviendas deterioradas (Gómez y Torres, 2020), y por otra en las prácticas cotidianas que allí se despliegan, asociadas en muchas ocasiones a la delincuencia y actos ilícitos (Bauman, 2006), pero también por las sociabilidades públicas de los colectivos en el barrio, las relaciones en el espacio público con el comercio establecido y las disputas por los diferentes usos del espacio que configuran tensiones (por los distintos procesos que afectan a los barrios), expresadas en resistencias y nuevas dinámicas de convivencia, que apuntan a una transformación generada por el urbanismo neoliberal, sea en términos de gentrificación y/o de segregación (Gómez y Torres, 2020).

De este modo los paisajes barriales al interior de las ciudades que concentran mayoritariamente población residente de origen migrante han conformado paisajes urbanos heterogéneos, un mosaico socio- espacial dinámico, en transformación tanto residencial como cultural, comercial y social (Contreras, 2017). En estos espacios barriales las desigualdades sociales, culturales y económicas se han exteriorizado en una ocupación desigual del espacio, generándose representaciones socioespaciales de los colectivos de inmigrantes, que por una parte cristalizan focos de conflicto en la relación entre vecinos, surgiendo una nueva expresión de vulnerabilidad urbana y fracturas en la convivencia ciudadana (Margarit y Galaz 2018; Margarit y Bijit, 2014), y por otra generan expresiones de revitalización de los barrios.

En cuanto a las expresiones de vulnerabilidad urbana, cabe señalar que, en la comuna de Santiago, en los últimos veinte años se produce un cambio en la composición social de sus barrios, debido a ciertas concentraciones de población inmigrada que reside en espacios territoriales específicos. Esto ha llevado a la evidencia de cierta conflictividad respecto de la convivencia intercultural, producto muchas veces de la consideración de «extranjeridad social», fundamentada en prejuicios y estereotipos sobre la población extranjera residente (Galaz y Yufra, 2016). No obstante, Preis y Razmilic (2020) señalan que a partir de sus investigaciones en barrios no se ha encontrado evidencia de fuga de residentes locales o de estancamiento en los precios producto de la llegada de inmigrantes. Sin embargo, señalan que de igual modo es preocupante la concentración de grupos desaventajados en barrios deteriorados, por cuanto la radicación de inmigrantes en zonas especialmente degradadas (y por lo mismo asequibles) supone desafíos muy complejos de políticas públicas. Lo mismo ocurre con quienes se han radicado en áreas antiguas del centro de Santiago a través de estrategias de cohabitación precaria con altos niveles de hacinamiento, concluyendo que, si bien la ciudad ofrece oportunidades, la segregación, desconexión y estigmatización de ciertos barrios la tienden a coartar.

Investigando las migraciones en Chile

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