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FRACASO ESCOLAR: PROFESORES Y ALUMNOS

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¿Quién no ha visto como una materia, aparentemente neutra, se iba transformando asombrosamente, como una oruga en mariposa, y se convertía en una fuente de aprendizaje y de placer gracias a haber interactuado con un profesor dinámico, creativo, capaz de transmitir con la cabeza pero también con el corazón?

Un profesor entregado a mostrar conocimientos, favorecedor de experiencias, que desde la pasión y la entrega intenta contagiar el deseo de explorar y aprender más allá de los confines del aula. Ese profesor que, interactuando con los niños o jóvenes, está más centrado en las necesidades de sus alumnos que en impartir la materia según el protocolo curricular. Ese docente que está abierto a coaprender y aprehender de la realidad de sus alumnos, sin miedo a perder «la autoridad» que, dicho sea de paso, nunca se impone, sino por el contrario, se otorga libremente a través del reconocimiento real de una buena praxis docente.

Estas son las claves de la motivación. Los niños y adolescentes no fracasan. Detrás de cada fracaso escolar, hay una ilusión truncada, una decepción temprana, un alumno aburrido con el sistema de aprendizaje. Por tanto: un sistema educativo o modelo insuficiente o caduco.

Es de todos conocido que no es oro todo lo que reluce. Sabemos que no todos los profesores tienen vocación. Y si la tuvieron, están quemados, estresados y resignados con un modelo que les permite renovarse poco y les reconoce menos. Este problema no es exclusivo del profesorado, está presente en todas las profesiones, médicos, psicólogos, camareros… En definitiva, la motivación y la transformación continua son requisitos indispensables para un ejercicio profesional satisfactorio.

¿Por qué ocurre todo esto? Hay muchos factores interrelacionados, por supuesto. Quizás uno de ellos sea la proyección económica del sistema social. Es decir, el sistema prioriza, elimina o potencia las profesiones que más se adecuan a sus intereses, independientemente de la vocación y motivación de los que están preparados ad hoc profesionalmente. El problema radica en determinar si esa proyección económica contempla, o ignora, la satisfacción y creatividad individual de cada potencial y futuro profesional.

Afortunadamente, hay excelentes profesores que, superando las limitaciones externas señaladas, son un extraordinario ejemplo a seguir, tanto por su calidad humana como por su apertura y riqueza profesional.

En el campo que nos ocupa, veamos estas interesantes y recientes conclusiones:

 «Investigaciones internacionales actuales (diario Información; octubre, 2014), en las que ha participado la Universidad de Alicante, concluyen que el docente puede influir hasta un 25 % en el resultado académico de cada estudiante. La formación y la calidad del profesor en relación a su capacidad de empatía con el alumno y su capacidad pedagógica determinan la eficacia de la enseñanza en el citado porcentaje, más que la mera acumulación de contenidos».

 Otro dato destacable en la investigación citada: «Un profesor de baja calidad tiene efectos acumulativos y prolongados en el tiempo hacia un menor rendimiento académico del estudiante. La influencia de un profesor puede acentuar en contra la motivación del alumno, que, junto con la inteligencia, figuran entre los factores más influyentes en el rendimiento de dicho alumno».

Son datos muy interesantes que hay que tener en cuenta cuando hablamos del llamado «fracaso escolar». No podemos hacer una lectura individual del rendimiento escolar, pues, al igual que en la familia, un alumno es reflejo de la interacción con el profesor y el modelo del centro, como lo es una niña en interacción con sus padres. Todo está interconectado.

Pero, además de la vocación y la capacidad del profesorado, junto con la necesidad de conocer sus propios límites personales para el ejercicio de su profesión, es importante reflexionar sobre la función que cumple en general la educación reglada.

La educación tal y como está planteada, salvo honrosas excepciones, está orientada a funcionar. No es lo mismo educar para funcionar que para ser.

No importa si lo que estudias tiene o no sentido para ti. No importa si está vinculado o no a la experiencia de vida directa o responde a conocimientos momificados o tan abstractos que son vividos como «prehistóricos» para la comprensión de un niño o de un adolescente.

El aprendizaje convencional se convierte en la repetición mecánica de conceptos e ideas abstractas lejos de la experiencia vital, y el sujeto se queda atrapado, alienado en un cúmulo de conocimientos que no dejan lugar alguno para la subjetividad ni la creatividad, y que paradójicamente olvida con la misma rapidez que los aprendió. En definitiva: demasiados años dedicados a la acumulación de información para los pocos resultados aplicables a la vida cotidiana posterior.

Volviendo al informe PISA, debiera ser incuestionable que todo el mundo pudiera tener acceso a una educación libre, gratuita y constructiva. Sin recortes, sin discriminación por razón de raza, género o creencias.

¿Es este modelo, la educación china o la española, por citar dos referencias, el mejor sistema para formarse como un ser humano íntegro? ¿Qué estamos favoreciendo? Veamos ejemplos concretos.

Educar sin miedo a escuchar

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