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MESIANISMO

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El judaísmo había forjado el mesianismo, esto es, la creencia en la venida de un mesías o ungido que estaba destinado a proteger a los judíos de los ultrajes de otros pueblos, en los duros momentos del acoso a Israel en la época antigua.34 El clima de violencia, inestabilidad política y ataques de todo tipo contra el mundo judeoconverso favoreció la emergencia de ideas mesiánicas, algo consustancial al propio judaísmo. Tales principios ideológicos estaban arropados también por un cristianismo hispánico que vivía igualmente pletórico de mesianismo, especialmente en los años finales del siglo xv, y en particular a la terminación de la guerra de Granada. Aparece con claridad un fuerte movimiento propagandístico de origen cortesano que sitúa a Isabel y Fernando como salvadores de la fe y de la patria ancestral, que está pronta a culminar su completa recuperación con la conquista de los últimos territorios islámicos peninsulares. Es decir, un movimiento destinado a glorificar al príncipe tanto como a soldar a la sociedad por encima de las divisiones de clase, con objeto de evitar disensiones. La victoria sobre el Islam era el eje de este mesianismo hispánico, presente en las obras de Arnau de Vilanova y fray Joan Alemany.35

El pilar de la idea mesiánica es que los judíos y los que venían de este linaje estaban en cautiverio, «y que no era venido el Mexías porque si fuera venido que su cautiverio avía de acabarse, y que si Jesucristo fuera el Mexías que ellos avían de estar libres y dornados de la tierra de promisión, e que Jesucristo quando vino si fuera Mexías viniera».36 Un mecanismo compensatorio tradicional en el judaísmo: la esperanza y la espera como definitorias de esta religión, tal como indica Le Goff.37 Existe constancia documental de numerosos casos de esperanza mesiánica entre los judeoconversos del área conquense. En ocasiones, la esperanza se acompaña con detalles mayores que pueden llegar a la denigración de la religión cristiana y de sus propios ministros. En el caso de los judeoconversos de la ciudad de Cuenca, existió un cierto componente mesiánico perceptible en la actividad de don Symmuel. La figura de este médico, cuya labor parece fundamental en la cohesión grupal judeoconversa, se despliega en las reuniones secretas sostenidas en la casa de Pero Xuárez para leer la Biblia y mantener la esperanza en el Mesías que está por venir.

La historia de las mentalidades comprueba la presencia de creencias de tono ancestral y tal vez precristiano, durante el siglo xvi. La coyuntura histórica de las Comunidades de Castilla y las Germanías también presentó una abundancia de elementos mesiánicos. El fenómeno del Encubierto es muy claro en este sentido. El movimiento comunero, según se decía, era menos medievalizante, más moderno entonces, y no con componentes de este tipo. Así, aparecía cual predicador en el desierto la voz de Víctor Alba para recordar la presencia de mesianismo en el movimiento. Las investigaciones de los últimos años han ampliado esta perspectiva, teniendo en cuenta la aparición de nuevos entramados ideológicos y culturales en el movimiento erasmista y el protestantismo.38 En este contexto, que surgieran personajes imbuidos de ideas mesiánicas no resulta nada descabellado. Una pequeña población situada al este de Cuenca, a unos 65 km., presenció el surgimiento de un mesías: Bartolomé Sánchez. De extracción humilde, se dedicaba a ganar el jornal como segador, campesino y, a temporadas, como artesano cardador de lana, la materia prima que abundaba en la sierra conquense. Si su itinerario personal es extraordinario −autoproclamación como mesías-, rechazo de la religiosidad tradicional demasiado volcada en el ceremonialismo, detención por la Inquisición de Cuenca y diálogos teológicos de gran importancia con el inquisidor Cortes−, tanto más interesantes son otras cuestiones de su trayectoria vital. ¿Cómo un personaje del pueblo consigue forjar unos principios teológicos hilvanados? ¿Cuáles fueron sus lecturas, porque efectivamente sabía leer, contradiciendo algunas de nuestras creencias más asentadas sobre el nivel cultural del pueblo llano a principios de los tiempos modernos? ¿Dónde radica la extraña seducción que el inquisidor Cortes siente por Bartolomé a lo largo de los interrogatorios que se le hacen al jornalero de Cardenete?39

La condición judeoconversa del mesías de Cardenete quizás sea poco importante si se la contempla bajo el prisma de una época dotada de una atmósfera pletórica de mesianismo, propicia a la germinación de ideas de esta naturaleza. Se ha dado por supuesta, con reducidas bases documentales, una dispersión territorial de las familias judeoconversas, con el fin de evitar los ataques populares. Nalle intuye el origen judeoconverso de Bartolomé. Aunque así fuera, lo significativo es la conformación de una cultura religiosa elaborada, con tonos de refinamiento, en un personaje del pueblo que está en contacto con los diferentes focos religiosos del área oriental castellana.40

En todo caso, no he encontrado un discurso mesiánico de naturaleza judeoconversa tan bien perfilado como el de Bartolomé Sánchez. El mesías de Cardenete, magistralmente analizado por Sara T. Nalle, nada tiene que ver con esos círculos conversos que arropan a un don Symmuel o a cualquier otro para leer la Biblia y deleitarse en la espera de un Mesías que, según juzgan, está a punto de venir dada la zozobra de los tiempos.

En el primer siglo de la Inquisición española

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