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EL TIEMPO DE LOS INQUISIDORES

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La fractura del mundo de seguridades construido por los judeoconversos sobrevino a finales del siglo xv. Hasta ese momento, el mundo de muchos era el de Cuenca y su tierra, el concejo y sus políticas, y los negocios esencialmente basados en la lana. Este universo requería el control de un flujo de información perfectamente mesurable y hasta cierto punto controlable. Pero el reinado de los Reyes Católicos tiene evidentes tintes autoritarios, y la autoridad verdadera irá recayendo en los órganos monárquicos.

Quizás no podemos llegar al fondo de los sentimientos con las fuentes de que disponemos. De los procesos se trasluce el enorme terremoto que bajo los pies del círculo converso de Cuenca ha tenido lugar con la llegada de los inquisidores, y la zozobra y la incertidumbre hacen mella en familias que han gozado de seguridad, de la estabilidad que proporciona la riqueza y la poderosa influencia política. Juan Álvarez de Toledo, llamado el Viejo, figura de notabilísima reputación, casi en el umbral de la aristocracia, tuvo que enfrentarse a un proceso inquisitorial. Como tantos otros. Se le acusaba de judaizar; ironías del destino: según manifiesta en sus declaraciones, él mismo había solicitado la instalación del Santo Oficio en la ciudad.41 Los inquisidores anotan la testificación de Lope de Madrid, quien declara contra Toledo el Viejo para destruir su honorabilidad. La respuesta del Viejo revela la presencia de una fuerte división interna dentro de los círculos judeoconversos de Cuenca: declara que en cierta ocasión, cuando Fernando de Beteta y su hijo Juan Álvarez de Toledo chocaron por un conflicto de intereses, Lope, que era realmente sobrino del Beteta, reaccionó violentamente y estuvo a punto de empuñar las armas.42 De hecho, el 24 de junio 1510, el propio Juan Álvarez de Toledo había sufrido un atentado en la catedral.43 Las disensiones y los enfrentamientos seguían caracterizando realidad política de Cuenca, pero desconocemos si tales enfrentamientos estaban relacionados con el poder de la aristocracia territorial sobre la ciudad, que se había ido acrecentando durante el siglo xv.

El ataque de la Inquisición no recaía únicamente sobre uno de los miembros de la familia, sino que la familia entera tenía que hacer frente a acusaciones que podían conducir a severos castigos y a la muerte. En el mismo año 1514, la esposa de Diego de Alcalá, procesado con anterioridad, debe afrontar también las acusaciones de judaizante.44 Como en otros lugares de España, los delatores y quienes testifican en los procesos contra judeoconversos son principalmente judeoconversos. La dificultad estriba en hallar las razones de esta evidente realidad. Del miedo a la envidia y el odio, son todas razones verosímiles para explicar las inculpaciones.

Para entonces en Cuenca están actuando muchos y nuevos factores que contribuyen a cambiar la realidad social. Los postulados prerreformistas parecen estar progresando, especialmente en el pontificado de Ramírez Villaescusa (se inicia en 1518), al tiempo que la Inquisición impone unos determinados valores morales y políticos.45 Villaescusa fue el autor de un importante tratado en el que se mostraba crítico y hasta contrario a muchas ideas y posturas de fray Hernando de Talavera acerca de los conversos y el papel de la Inquisición, pues era conocedor de la áspera represión anticon-versa en Andalucía.46 Sin embargo, el poder episcopal no pudo actuar adecuadamente, puesto que entre 1471 y 1518 los obispos estuvieron ausentes de la sede de Cuenca. De aquí siguieron dos perjuicios. Por una parte, una serie de hombres de negocios italianos comenzaron a gestionar rentas episcopales, lo que introducía una nueva vertiente de competitividad por los recursos entre la elite conquense, tradicional administradora de tales rentas. La competencia por los recursos alcanzó tal nivel de desarrollo, que implicó el despliegue de una fuerte animadversión hacia los genoveses.47 En la práctica, la presencia de mercaderes florentinos y milaneses parece más numerosa en la primera mitad del siglo xvi, por lo que se observa en los protocolos notariales. Por otra parte, muchos pensaron que la ausencia de los obispos dejaba sin vigilancia la ortodoxia de las creencias de los habitantes de Cuenca.48

Cuenca vivió los primeros procesos inquisitoriales desde 1489. Habían llegado los ecos de la terrible actuación de Lucero en Andalucía. La represión de la Inquisición de Fernando el Católico dejaba huella cruel en las comunidades judeoconversas. El efímero período de gobierno de Juana y Felipe I supuso el parón a estos procesos; pero sólo fueron unos meses de intermedio antes de que volviera el viejo rey Fernando. Era septiembre de 1506, y los procesos se reanudaron con toda la energía y la decisión de la anterior etapa.49 La investigación de Jiménez Monteserín pone de manifiesto que la oligarquía judeoconversa de Cuenca se hallaba profundamente dividida cuando se iniciaba la Inquisición del cardenal Cisneros. Un grupo de conversos de modesta extracción había entrado en relación con los Hurtado de Mendoza, familia aristocrática de la tierra que estaba dotada de amplias riquezas y señoríos, y que ostentaba el cargo de guarda mayor en la ciudad. Este grupo había sido golpeado por la primera Inquisición, a lo largo de los años 1490. En cambio, un sector oligárquico más poderoso y encumbrado se resguardaba a la sombra del marqués de Villena y del de Moya. Este segundo grupo iba a sufrir las consecuencias del golpe inquisitorial a partir de 1509.50 Un odio de bando, pues, estaba en el fondo de la represión que se avecinaba.

Pero la primera Inquisición había tocado también elementos de altura en la elite conquense. Justo nada más nacer el tribunal de Cuenca, en 1489, los inquisidores abrían el proceso contra Alonso de Cabrera, hermano del todopoderoso marqués de Moya, cuyo poder reposaba en su riqueza patrimonial y la cercanía a la Corona. Contra Alonso, los inquisidores acumularon un arsenal de acusaciones: compraba vino elaborado por judíos, hacía reuniones en su propia casa y practicaba determinados ritos genuinamente hebreos.51 En 1494, Diego de Alcalá caía también en manos de los inquisidores. Las acusaciones son casi las mismas en todos los casos: comer carne durante la Cuaresma y el Viernes Santo, así como formar parte de los famosos conventículos en casa de Pero Xuárez de Toledo, que tenían como animador a don Symmuel, un médico y rabino que en tales reuniones dedicaba su tiempo a realizar los ritos sinagogales mediante la lectura bíblica.52

El inquisidor Antonio del Corro instrumentalizó las rivalidades y odios dentro de la comunidad judeoconversa para sembrar el terror y llevar ante el tribunal a conversos principales de la ciudad de Cuenca. Se aplicaron con rigor extraordinario las medidas de represión y efectuó el procesamiento de la cúpula judeoconversa, aparentemente sin contemplaciones. La figura del inquisidor Cortes, que actúa sobre Bartolomé Sánchez cuatro décadas después, permite establecer un contraste significativo en las maneras de trabajar, por más que las bases fueran las mismas. Mientras el inquisidor del Corro se aplicaba al procesamiento de las otras cabezas del grupo converso −Valdés, Montemayor, Guadalajara, Alcalá, Molina, Flor, etc.−, el inquisidor Cortes se esforzaba con serenidad en comprender los principios de un Bartolomé Sánchez a quien finalmente creyó preso de la locura.

La ciudad respondió al asedio de los inquisidores en las sucesivas Cortes de 1506, 1512 y 1515, para lograr la intervención del Consejo Real y la detención de los procesos. Incluso recusando a los inquisidores53 o invocando al mismísimo Consejo de la Santa Inquisición, con tal de conseguir el restablecimiento de la verdad.54 ¿Tuvo efecto la presión sobre el Consejo? ¿Surtieron efecto las acusaciones sobre los odios y mentiras de los confidentes de Antonio del Corro? Un mes después de que Pedro de Alcalá otorgara sus poderes para realizar las gestiones oportunas, el Consejo desplazaba a Antonio del Corro hasta el tribunal de Sevilla. El propio inquisidor declarará contra algunos de los que testificaron en los procesos. En 1524, los testigos sobornados por del Corro confesarán que habían declarado en falso ante el tribunal en el proceso contra Diego de Alcalá.55 Del Corro, tan caballero en su sepultura de San Vicente de la Barquera, utilizó malas artes en Cuenca, propias, más que de un minucioso inquisidor de la escuela cisneriana, de un logrero clérigo dispuesto a todo con tal de ascender. Años después, los hijos de Diego de Alcalá conseguirían restablecer el buen nombre del padre, gracias al desenmascaramiento de los turbios métodos de Antonio del Corro.

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