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Prefacio

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Tim O’Reilly

El futuro no es algo que «sucede». Es algo que creamos.

Sí, hay elementos e influencias más allá de nosotros. Las leyes de la naturaleza, y nuestra propia naturaleza, limitan nuestras decisiones. Y hay grandes catástrofes, terremotos, plagas e inundaciones que dan forma a sucesos. Pero cada vez más los seres humanos somos la fuente de nuestro propio destino, nuestra propia grandeza, y nuestros propios errores.

Más razón, pues, para reflexionar sobre el futuro y sobre las opciones que elegimos. En su ensayo Imagination as Value (La imaginación como valor), que forma parte de la colección The Necessary Angel (El ángel necesario), el poeta Wallace Stevens escribió: «La verdad parece vivir ya en nosotros en conceptos de la imaginación antes de que la razón los haya establecido. Si esto es cierto, entonces la razón simplemente es el método de la imaginación». El futuro es el resultado de innumerables actos creativos, visiones de lo que puede ser hecho realidad a través de la persuasión y el esfuerzo. El pionero informático Alan Kay se hizo eco de este pensamiento cuando dijo: «Es más fácil inventar el futuro que predecirlo».

Pero cada invención, cada nueva idea, cada nuevo momento social o político, solo se vuelve real cuando se comparte. La chispa salta de mente a mente, a veces despacio, a veces como un relámpago. Pero sin ese salto, la chispa muere.

Una versión simplista de la historia se centra en individuos únicos y momentos solitarios: la batalla decisiva, el gran hombre o mujer, el trascendental descubrimiento. Pero la verdad es que mientras algunos momentos importan más que otros, y algunas decisiones o descubrimientos individuales parecen enviar al mundo a un nuevo camino, ningún descubrimiento, ninguna nueva idea y ninguna decisión transcendental existe de forma aislada. Más bien parecen surgir de mil conversaciones, en un tropezar juntos hacia un acuerdo compartido. Las modas del momento, y lo que perdura o se redescubre (a veces demasiado tarde para el beneficio del creador), siempre han sido crowdsourced (realizada en colaboración abierta y distribuida por una multitud).

Ahora, sin embargo, las redes sociales aceleran el proceso, con tormentas virales de descubrir y compartir. Hay muchas cosas que no sabemos acerca de cómo este nuevo vector de transmisión cultural funcionará a largo plazo, aunque ya podemos ver lo siguiente en este proceso:

• Los caminos de la atención se encuentran no en efímeros «gustos», sino en una persistencia más profunda de los motores de búsqueda que se hacen eco de la forma en que nuestros propios cerebros conservan los recuerdos, estableciendo huellas repetidas, cada vez más fuertes a lo largo del tiempo, de modo que algunas cosas tienen prioridad sobre otras. Y a medida que algunas narraciones se vuelven dominantes, otras se olvidan.

• Como en el cerebro, los recuerdos se desvanecen con el tiempo sobrescritos constantemente por algo nuevo. Lo que una vez fue popular se convierte en una curiosidad, tal vez incluso se desvanece de nuestra vista. Un sitio web se desconecta, un documento desaparece y el link es redireccionado.

Pero ¿es esto realmente diferente (excepto en la velocidad, escala y medios electrónicos de producción) de lo que sucedió antes? Recuerdo estar al pie de la tumba de mi padre y oír a mi tía, que era bastante culta, lamentándose: «Tanto aprendizaje. Tantos conocimientos, que ya no están». Ahora, treinta años después, mi anciana tía mayor es un depósito de conocimientos y recuerdos a punto de ir al «HTTP 404 No encontrado».

En el antiguo orden cultural, las obras consideradas dignas de mención fueron preservadas en las bibliotecas. Ahora, aparte del archivo de internet y archivado accidental proporcionado por las cachés de los motores de búsqueda, hay poca preservación formal. Esto bien podría resultar una tragedia de nuestra época.

Por eso, lo hecho por Adolfo Plasencia en los diálogos contenidos en este libro es tan importante. Ha reunido una serie de destacadas conversaciones, con transmisión de ideas de mente a mente, debates que dan forma al futuro, importantes conceptos que una vez fueron nuevos y controvertidos, que tal vez al principio fueron ignorados, luego discutidos, y solo entonces, finalmente, adoptados con la suficiente amplitud como para diluirse en ese mar del presente que llamamos «conocimiento común» en el que tal vez podrán hundirse bajo las olas y convertirse en historia.

De neuronas a galaxias.

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