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ALEXANDRE

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Apuntarse a la escuela de Spinoza. Abrirse a la gaya ciencia es identificar aquello que realmente nos llena de gozo, aquello que nos alimenta en lo más hondo de nuestro ser, de verdad.

Romper el monopolio. Diversifiquemos el placer; mejor aún, obtengamos gozo de todo. La vida es dura: dudas incesantes, insatisfacción contumaz, pruebas, contratiempos, deterioro, aflicción. De ahí a arrojarse sobre la primera migaja que se nos presenta para anestesiarnos no hay más que un paso. Para sustraerse a la adicción, y Dios sabe qué fácil es decirlo, acabemos con el exclusivismo para no darle al primer llegado el mando a distancia capaz de enviarnos de cabeza al infierno. Nada ni nadie puede convertirse en el «todo» del mundo.

Atreverse con la transparencia. Pedir ayuda, abrir las heridas del alma y no olvidar nunca que el hombre no es causa sui, no es una entidad hermética, separada, autárquica. Indudablemente hay otras maneras de relacionarse con los seres humanos sin tener que acarrear con el miedo, los celos, el apego.

Saber discernir. Aprender a distinguir aquello tras lo que corremos día y noche, de aquello que deseamos de verdad, en lo más hondo. Prestar oídos para identificar las necesidades y los placeres de nuestro corazón.

¡Viva la libertad!

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