Читать книгу El pequeño doctor - Alfred Vogel - Страница 59
Consecuencias naturales
ОглавлениеSi, en vez de reprimir la fiebre, la hacemos disminuir tranquilamente y sin prisas procediendo como hemos visto, esta no va a volver a subir en lo sucesivo, sino que tenderá a bajar poco a poco. No hay que pretender hacerla bajar rápidamente sino lentamente, pues todo lo que ocurre demasiado rápido no es natural. Si la fiebre aumenta, permanecerá elevada hasta que haya «quemado» todo lo que hay que quemar, tras lo cual va a volver a bajar. Este es su curso natural, la curva normal que debe seguir. Todo lo que se reprime de una forma demasiado rápida solo se oculta o se desplaza, pero no se elimina como uno podría creer. Solo se consigue una especie de «alto el fuego», pero no se eliminan las causas reales. Todo lo que no se elimine con el sudor, la orina o la defecación permanece en el cuerpo como veneno y puede desencadenar una recaída en cualquier momento. A veces, al pretender combatir un proceso febril con unas «maravillosas» tabletas, se han reprimido unas anginas y no se han eliminado las toxinas producidas por la amigdalitis, que pueden ejercer su efecto nocivo en otras partes del cuerpo, dando lugar, por ejemplo, a una pericarditis, un reumatismo articular o, eventualmente, una neumonía. ¿Quién no ha visto más de una vez como el fármaco más novedoso del mercado, que ha acabado rápidamente con una enfermedad, ha dado lugar a que otro mal o desarreglo hiciera su aparición en otra parte del cuerpo? La experiencia adquirida por la medicina académica sobre tales remedios «milagrosos» debería hacerla recapacitar sobre esta cuestión. La naturaleza impone sus leyes y no se la puede engañar ni violar, sin que ello dé lugar a consecuencias negativas. Cualquier animal salvaje sabe mejor que nosotros, personas cultivadas, como curarse y recuperar la salud de una forma natural. No nos dejemos guiar en el futuro, pues, por puntos de vista equivocados ni por instintos deteriorados. Si sabemos captar correctamente las leyes de la naturaleza, y las seguimos consecuentemente, conseguiremos una buena guía orientativa para cuando caigamos enfermos. En cambio, si reprimimos la ayuda que nos puede ofrecer la naturaleza, una especie de «venganza» puede hacer que, en lugar de conseguir la curación, aparezcan nuevos trastornos. Consideremos, pues, la fiebre como una señal de alarma de la naturaleza y no tendremos nada que temer. Si en lugar de reprimir sus servicios aprendemos a valorarla correctamente, podremos beneficiarnos de ella.