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El dolor como señal de alarma

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Así como la fiebre actúa como una señal de alarma de la naturaleza, también el dolor nos advierte de la existencia de un trastorno en la armonía de nuestro cuerpo. ¿Cómo nos comportamos cuando el dolor se presenta de forma inesperada? ¿Mostramos agradecimiento por disponer de una señal que nos advierte de que, en algún lugar de nuestro cuerpo, hay que restablecer el orden o el buen funcionamiento? ¿Se procede a buscar su causa verdadera lo más rápidamente posible para poderla combatir con los remedios más adecuados? No, pues lo consideramos demasiado enojoso o complicado. Ya de por sí, el dolor es tan molesto que nadie quiere tener que soportarlo en ninguna de sus manifestaciones. Tan pronto como se presenta, se trata de eliminarlo lo más pronto posible. Existen tantos remedios contra el dolor que parecería un descuido no utilizarlos y tener que soportar los dolores más tiempo de lo necesario. El ser humano piensa así por ser corto de miras. Sin embargo, cuando se trata de su coche o de cualquier otra máquina piensa y actúa de forma diferente. ¿Qué mecánico pensaría o creería que los defectos de un coche se solucionan tapándose los oídos para no tener que oír los chirridos ocasionados por un mal funcionamiento? ¡Seguro que, haciendo honor a su profesión, buscaría decididamente la causa de los trastornos para poder determinar la manera de solucionar el problema antes de que se pudieran producir males mayores! Mientras que a los materiales inertes se les dedican grandes cuidados, engañamos al sensible cuerpo humano al hacer caso omiso de la valiosa señal natural que representa la aparición del dolor y que en ningún caso debe desatenderse. Tratando únicamente de anestesiar el dolor no solo se engaña a la naturaleza, sino también, y de forma muy sensible, a nuestro cuerpo. Resulta interesante observar como la naturaleza se muestra siempre dispuesta a corregir ciertos comportamientos desacertados. Si no fuera por la ceguera del ser humano al desatender sus leyes, este podría aprender mucho de sus fracasos y sacar mejor provecho de dichas leyes. Sin embargo, apenas se les presta atención y, por lo tanto, no se sacan las conclusiones adecuadas cuando un analgésico comienza a fallar y pierde su anterior eficacia. En lugar de comprender que la toma de analgésicos nada tiene que ver con el proceso natural de la curación, el erróneo comportamiento humano recurre cada vez a remedios más potentes que acaben con el dolor de la manera que sea.

El pequeño doctor

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